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SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

CARTA A S.E. MONS. JOHN R. QUINN,
PRESIDENTE  DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL NORTEAMERICANA,
CON «OBSERVACIONES» SOBRE EL LIBRO
«LA SEXUALIDAD HUMANA», ESTUDIO ENCARGADO
POR LA «CATHOLIC THEOLOGICAL SOCIETY OF AMERICA»,
EDITADO POR EL REV. ANTHONY KOSNIK

 

Excelencia:

El libro Human Sexuality: New Directions in American Catholic Thought (La sexualidad humana: Nuevas perspectivas del pensamiento católico norteamericano) —estudio realizado por encargo de la «Catholic Theological Society of America» y dirigido por el Rvdo. Anthony Kosnik— ha sido objeto de amplia publicidad, no sólo en los Estados Unidos, sino también en otras partes, debido a su difusión, tanto en la versión inglesa como en las diversas traducciones.

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe elogia la actuación de los Obispos norteamericanos, que han sabido ejercitar su ministerio pastoral como auténticos maestros de la fe, llamando la atención de sus sacerdotes y del pueblo sobre los errores contenidos en este libro, particularmente respecto a sus «orientaciones pastorales», inaceptables como normas adecuadas para la formación de la conciencia cristiana en materia de moral sexual.

La Sagrada Congregación desea felicitar particularmente a la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal por su declaración del mes de noviembre de 1977, en la que hace una evaluación del libro que puede servir a los Obispos y a la comunidad católica en general, no sólo en los Estados Unidos, sino en cualquier parte donde haya llegado este libro. Las «Observaciones» de esta Congregación, que incluimos con la presente carta, pueden también ser útiles a los obispos en la continua y prudente dirección del pueblo en esta delicada cuestión pastoral.

Al mismo tiempo, la Sagrada Congregación no puede por menos de manifestar su preocupación al saber que una conocida sociedad de teólogos católicos haya dispuesto la publicación de este informe, contribuyendo así a la amplia difusión de los principios y conclusiones erróneos de este libro, y creando de esta forma una fuente de confusión entre el Pueblo de Dios.

Agradeceré a Su Excelencia que dé a conocer esta carta a los miembros de la Conferencia Episcopal. Atentamente le saludo, con mis mejores deseos, quedando sinceramente unido en Cristo.

Roma, 13 de julio de 1979.

FRANJO Card. ŠEPER
Prefecto

 

* * *

Observaciones de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el libro «La sexualidad humana: Nuevas perspectivas del pensamiento católico», estudio realizado por encargo de la Sociedad Católica Teológica de América, dirigido por el Rev. Anthony Kosnik

El libro «La sexualidad humana» ya ha sido sustancialmente criticado por teólogos, numerosos Obispos americanos y por la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Americana. Parece claro que los autores de este libro, que en él «animan a otros a proseguir con nosotros la búsqueda de unas respuestas más adecuadas y satisfactorias al misterio de la sexualidad humana» (p. XVIII), deberán reconsiderar seriamente, a la luz de tales críticas, la posición que han asumido. Esto es tanto más importante cuanto el tema del libro — sexualidad humana — y los esfuerzos de ofrecer «unas orientaciones pastorales positivas a tantos Pastores, sacerdotes, directores espirituales y maestros que hoy se sienten desorientados», carga a los autores con una enorme responsabilidad por sus conclusiones erróneas y por el posible impacto nocivo que esas ideas pueden tener en la recta formación de la conciencia cristiana de muchas personas.

Esta Sagrada Congregación, considerando que este libro y sus opiniones han tenido amplia difusión en los Estados Unidos, en el mundo anglófono y, por sus diferentes traducciones, en otras partes, entiende que debe intervenir, llamando la atención sobre los errores contenidos en él e invitando a los autores a corregir dichos errores. Limitamos nuestra consideración a aquellos errores que nos parecen los más fundamentales y que se refieren al núcleo de la cuestión; pero, al limitarnos a ello, no debe interpretarse como si en este libro no se encontraran también otros errores de naturaleza histórica, bíblica y teológica.

1. Un error muy extendido en este libro es la manipulación del concepto o definición de la sexualidad humana. «La sexualidad, por consiguiente, es el modo o la manera en que los humanos experimentan y a la vez expresan tanto lo incompleto de sus individualidades como la condición relacional de unos con respecto a otros en su calidad de varones y mujeres [...] Esta definición amplía el significado de la sexualidad más allá de lo meramente genital y generativo, y en tal sentido ha de entenderse la sexualidad en las reflexiones que siguen» (p. 64). Esta definición se refiere a lo que de modo genérico se puede llamar sexualidad; en este sentido, «la sexualidad se considera como una fuerza que impregna, influye y afecta a todos los actos del ser personal en todos los momentos de su vida» (p. 63). El libro cita la Declaración acerca de ciertas cuestiones de Ética sexual, documento vaticano que reconoce esta diferenciación humana fundamental cuando dice: «En el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad» (Persona humana, 1).

Sin embargo, el problema moral de la castidad no está en el plano de la sexualidad genérica, sino más bien se encuentra en el campo específico del ser y del comportamiento sexual, llamado sexualidad genital, la cual, a la vez que existe en el campo de la sexualidad genérica, tiene no obstante sus reglas específicas que corresponden a su propia estructura y finalidad, y que no coinciden sin más con las de la sexualidad genérica. Mientras en «La sexualidad humana» se cita el primer párrafo de Persona humana, como hemos indicado antes, sin embargo se omite el resto de la enseñanza de este documento sobre la sexualidad humana, especialmente el n. 5, que afirma claramente: «el uso de la función sexual logra su verdadero sentido y su rectitud moral tan sólo en el matrimonio legítimo».

Es igualmente evidente que el Vaticano II, en el n. 51 de la Gaudium et spes, habla claramente de la sexualidad genital y no de la genérica, al indicar que la índole moral de la conducta sexual «no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino de criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, que conservan íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar la virtud de la castidad conyugal sinceramente». Mientras La sexualidad humana cita frecuentemente la primera parte de este párrafo, por lo general omite la última parte, y esta omisión se extiende también a la siguiente frase de la Gaudium et spes, que dice: «No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina, reprueba, sobre la regulación de la natalidad». Cuando este libro habla exclusivamente de la sexualidad genital, deja de lado las normas específicas de la sexualidad genital y trata, en cambio, de resolver las cuestiones por los criterios de la sexualidad genérica (cf. n. 2, más abajo).

Además, en lo referente a la enseñanza del Vaticano II, observamos aquí otra noción equivocada. Este libro repetidamente declara que el Concilio deliberadamente rehusó conservar la jerarquía tradicional de los fines primario y secundario del matrimonio, abriendo «la Iglesia a una nueva y más profunda comprensión del significado y valores del amor conyugal» (p. 96ss). Por el contrario, la comisión de los Modi declaró explícitamente, respondiendo a una propuesta presentada por muchos de los Padres que pedían se pusiera esta distinción jerárquica en el texto del núm. 48, que, «en un texto pastoral que pretende entrar en diálogo con el mundo, los elementos jurídicos no son necesarios [...] De todas maneras, la importancia primordial de la procreación y educación se muestra al menos unas diez veces en el texto» (cf. n. 48 y 50).

2. En vista de la manera como La sexualidad humana describe la sexualidad, la formulación de sus fines sufre un cambio sustancial con respecto a la formulación clásica: el tradicional «fin procreativo y unitivo» de la sexualidad, insistentemente desarrollado en todos los documentos del Magisterio, el Vaticano II y la Humanae vitae incluidos, se sustituye por un «fin creativo e integrativo», llamado también «desarrollo creativo hacia la integración», que describe un fin amplio y vago aplicable a cualquier sexualidad genérica, y prácticamente a cualquier acto humano. Aceptar que la procreación es solamente una forma posible de creatividad, pero no esencial a la sexualidad (cf. p. 65ss), indica un cambio injustificado, sin ningún argumento sustancial, de los términos aceptados, un cambio que contradice la formulación empleada en el Vaticano II y asumida en Persona humana. Este cambio de finalidad y, por consiguiente, de los criterios para la moralidad en la sexualidad humana, evidentemente cambia todas las conclusiones tradicionales acerca del comportamiento sexual, y, cambiando la terminología común, se impide la posibilidad de un fecundo debate teológico.

3. Los autores de este libro tratan de dar mayor contenido concreto al criterio formal «desarrollo creativo hacia la integración» (p. 71ss), pero casi nada en esta elaboración parece referirse específicamente a la actividad sexual genital. Es verdad que sólo pretenden dar algunos valores «particularmente significativos» (cf. p. 71); sin embargo, los que han citado (por ejemplo, honradez, gozo, responsabilidad social) pueden igualmente atribuirse a la mayor parte de la actividad humana.

Los autores alegan que estos criterios no son puramente subjetivos, pero de hecho lo son: los juicios personales sobre estos factores son tan diferentes, determinados por el sentimiento personal, las emociones, las costumbres, etc., que sería casi imposible establecer criterios definidos de lo que puede contribuir a la integración de cada persona y a su desarrollo creativo en cualquier actividad sexual específica.

Así pues, en el capítulo 5, los criterios para discernir «el desarrollo creativo hacia la integración», cuando se aplican a campos específicos de la actividad sexual, no producen reglas prácticas o útiles para la formación seria de la conciencia en materia de sexualidad. Además, en el libro se las llama «orientaciones», las cuales nunca pueden considerarse como «normas morales absolutas y universales» (p. 75).

4. Las aplicaciones prácticas propuestas en el capítulo 5 muestran claramente las consecuencias de esta teoría de la sexualidad humana. Estas conclusiones directamente contradicen o se separan de la enseñanza católica propuesta consistentemente por los teólogos moralistas y por el Magisterio de la Iglesia. La intención expresada en el prefacio — «El 5.° capítulo [...] intenta proporcionar datos y orientaciones a los pastores en su ministerio para que les sirvan de ayuda en su tarea de formar y orientar las conciencias en esta materia conforme a un proyecto de vida según Jesucristo» — no sólo no se realiza, sino que incluso hace lo contrario.

Los autores, casi siempre, encuentran la manera de conceder el desarrollo integrativo a través de la omisión o la destrucción de algún elemento intrínseco de la moralidad sexual, particularmente en su fin procreativo. Y si algunas formas de comportamiento sexual no se aprueban, es solamente por la supuesta ausencia de «integración humana» generalmente expresada en forma de duda (como en el caso de la promiscuidad, cambio de cónyuges, bestialidad) y no porque estas acciones sean contrarias a la naturaleza de la sexualidad humana. Cuando una acción se considera completamente inmoral, nunca es por razones intrínsecas, basándose en la finalidad objetiva, sino solamente porque los autores, por su parte, no ven ninguna manera de emplearla para la integración humana. Hacer depender los argumentos teológicos y científicos de criterios valorados a partir de la experiencia inmediata sobre lo que es más o menos humano ha dado pie al relativismo en el comportamiento humano, el cual no reconoce ningún valor absoluto.

Con estos presupuestos, no sorprende que este libro preste escasa atención a los documentos del Magisterio de la Iglesia y a la vez que contradiga abierta y frecuentemente su clara enseñanza y sus útiles normas morales en el campo de la sexualidad humana.