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EXEQUIAS EN SUFRAGIO DEL CARDENAL CORRADO BAFILE

HOMILÍA DEL CARDENAL JOSEPH RATZINGER,
DECANO DEL COLEGIO CARDENALICIO,
DURANTE LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
PRESIDIDA EN NOMBRE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


Sábado 5 de febrero de 2005

 

Recientemente he visto un reloj muy particular. Las cifras de las horas, desde la una hasta las doce, habían sido sustituidas por las letras que forman las palabras latinas:  "Vado ad Patrem". De este modo, el itinerario del tiempo medido por el reloj se interpreta como una peregrinación hacia el Padre. Aquí se refleja una verdad que nos recuerda la segunda lectura:  "Nuestra patria está en el cielo" (Flp 3, 20).

El mensaje de este reloj, según el cual cada hora es un paso en el camino hacia el Padre, nos brinda la clave para comprender el motivo más profundo de la vida de nuestro querido hermano el cardenal Corrado Bafile. Nació en L'Aquila el 4 de julio de 1903. Buscó paso a paso su verdadera vocación, la voluntad de Dios para su vida. Inició sus estudios académicos de química en la universidad de Münich, en Baviera. A ese tiempo se remonta su excelente conocimiento de la lengua alemana. Luego, cambiando de camino, estudió en la facultad de derecho del Studium urbis de Roma, donde consiguió el doctorado en el año 1926. A continuación ejerció durante algunos años la profesión de abogado.

Finalmente, encontró su vocación:  en 1932 comenzó la preparación para el sacerdocio. Durante toda su vida conservó un grato recuerdo de los años que pasó en el Seminario romano mayor. El Sábado santo del año 1936 fue ordenado sacerdote. Pero su largo itinerario de formación no había concluido:  entró en la Academia eclesiástica pontificia y obtuvo el doctorado en derecho canónico en 1939. Siguen largos años de servicio en la Secretaría de Estado, años en los que realizó también un intenso apostolado en la Asociación de abruzos y en la Legión de María, de la que fue director nacional.

El 13 de febrero de 1960, el Papa Juan XXIII lo nombró arzobispo y nuncio apostólico en Alemania, misión que llevó a cabo hasta julio de 1975. En la década de 1960 yo, entonces joven profesor en la universidad de Bonn, vivía cerca de la nunciatura apostólica y quisiera relatar tres breves episodios que me pusieron de manifiesto de un modo inolvidable el alma de un auténtico pastor, la profunda bondad humana del entonces nuncio Bafile.

El nuncio había sido invitado a impartir una conferencia, en un círculo ecuménico, acerca de la relación entre la Iglesia católica y las comunidades surgidas de la Reforma. Monseñor Bafile acudió al apartamento de aquel joven profesor, que era yo, y me pidió que leyera el manuscrito que había preparado, para que le diera mi opinión y le sugiriera posibles correcciones. Quería que su doctrina fuera precisa, pero al mismo tiempo deseaba manifestar amor fraterno y pleno respeto a nuestros hermanos. El espíritu ecuménico lo impulsaba ya antes del concilio Vaticano II. También mostraba una notable humildad.

En otra ocasión me dijo:  "Profesor, en la nunciatura tenemos un gran jardín. Considere suyo mi jardín; puede venir cuando quiera".

Un tercer episodio:  en el bautismo había recibido el nombre de Corrado, un santo medieval, hijo de un duque de Baviera, que murió en Pulla como monje pobre. Cuando, en 1934, Corrado de Altötting (Baviera) fue canonizado, Bafile se entusiasmó con la figura de este pobre fraile capuchino y pasó del Corrado medieval al Corrado moderno, el cual, renunciando a una gran herencia, había trabajado durante cuarenta años en la portería de su monasterio con una paciencia y un amor inagotables por la gente pobre que llamaba a su puerta, mientras él se alimentaba espiritualmente de la mirada al Señor presente en el sagrario, a quien veía a través de una ventanita de su celda. Me parece muy significativa esta elección del nombre, en la que se refleja el alma de este gran sacerdote que fue el cardenal Bafile.

Con estas breves observaciones quería poner de relieve el aspecto interior de su vida, pero no conviene olvidar el gran trabajo público que llevó a cabo como nuncio en Alemania. En el marco de la reorganización política y eclesiástica de la Alemania de después de la guerra mundial firmó nada menos que un concordato y once acuerdos entre la Santa Sede y los diversos Estados de la República federal de Alemania. Uno de los políticos con los que había trabajado me habló con muchísimo respeto de la extraordinaria competencia y de la noble humanidad del nuncio Bafile.

En julio de 1975 Corrado Bafile fue llamado por el Papa Pablo VI a Roma y, en mayo de 1976, fue creado cardenal y nombrado prefecto de la Congregación para las causas de los santos. "Vado ad Patrem":  en los casi treinta años pasados desde entonces, se ha manifestado de modo cada vez más visible esa íntima orientación de todo su camino terreno. Nuestro querido hermano cardenal conocía muy bien la respuesta que dio Jesús al apóstol santo Tomás sobre cuál es el camino y cuál la meta de nuestro camino:  "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6).

No sólo conocía intelectualmente esta respuesta; todo su ser se formó y quedó impregnado por ella. Vivió una vida de comunión con Jesucristo, el Hijo de Dios vivo. En este momento percibimos también la actualidad de estas otras palabras del Señor:  "Vosotros ahora estáis tristes, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón" (Jn 16, 22). El cardenal Bafile vivió con la mirada puesta en Jesús, en camino hacia el Padre, en camino hacia el encuentro definitivo con el Señor resucitado, en camino hacia la alegría que nadie puede quitar (cf. Jn 16, 23).

Amén.

 

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