MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
CON OCASIÓN DEL TERCER ANIVERSARIO
DE LA HISTÓRICA VISITA DEL PAPA JUAN PABLO II
AL PARLAMENTO ITALIANO*
Al honorable
PIER FERDINANDO CASINI
Presidente de la Cámara de diputados
de la República italiana
El 14 de noviembre de 2002 el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, realizó una visita histórica al Parlamento de la República italiana, reunido en sesión conjunta de Cámara y Senado en el aula de Montecitorio. La conmovedora y calurosa acogida que le reservaron a él y al inolvidable discurso que pronunció en esa circunstancia, constituye el homenaje más solemne de estima que los representantes del pueblo italiano han rendido a aquel gran Pontífice. Por tanto, he sabido con gran satisfacción, señor presidente, que se conmemorará ese acontecimiento, en su tercer aniversario, con una placa colocada en la misma aula, y me alegra asegurar para la ocasión mi participación espiritual.
En efecto, la visita de mi amado predecesor al Parlamento italiano no tenía precedentes, y pudo realizarse gracias a la consolidación de una visión serena de las relaciones entre Iglesia y Estado, con la conciencia —a la que aludió el Pontífice en su discurso— de los "impulsos muy positivos" que de esas relaciones se han derivado, a lo largo del tiempo, tanto para la Iglesia como para la nación italiana (n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de noviembre de 2002, p. 6).
Por tanto, en este feliz aniversario sólo tengo que desear que ese espíritu de colaboración sincera y leal se profundice cada vez más. Al asegurar el constante compromiso de la Santa Sede en este sentido, quisiera reafirmar una vez más que la Iglesia, en Italia y en cualquier país, así como en las diversas instancias internacionales, no pretende reivindicar para sí ningún privilegio, sino sólo tener la posibilidad de cumplir su misión, dentro del respeto de la legítima laicidad del Estado. Por lo demás, bien entendida, esta no está en contraste con el mensaje cristiano, sino que más bien tiene una deuda con él, como saben bien los estudiosos de la historia de la civilización.
Confío en que los ilustres miembros del Parlamento italiano sigan honrando también en el futuro la memoria del fallecido Papa Juan Pablo II, inspirándose activamente en sus enseñanzas y promoviendo la formación de la persona humana, la cultura, la familia, la escuela, un empleo pleno y digno, con una atención solícita a los más débiles y a las antiguas y nuevas pobrezas.
"Una Italia que confía en sí misma y está unida en su interior constituye una gran riqueza para las demás naciones europeas y del mundo" (ib., n. 9), afirmó el Pontífice el 14 de noviembre de 2002. Esta cohesión presupone un centro, un núcleo de significado y de valor en torno al cual puedan converger las diversas posiciones ideológicas y políticas. Este centro sólo puede ser la persona humana, con los valores inherentes a su dignidad individual y social, a la que la Iglesia, por mandato de Cristo, desea ardientemente servir. Mi deseo es que la Santa Sede y el Estado italiano cooperen cada vez más en este noble compromiso. Para ello, aseguro mi especial oración, a la vez que a usted, señor presidente, y a cuantos se unen en el devoto gesto conmemorativo, envío de corazón mi bendición.
Vaticano, 18 de octubre de 2005.
BENEDICTUS PP. XVI
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.47 p.4.
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