DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS ARZOBISPOS METROPOLITANOS QUE RECIBIERON EL PALIO
Viernes 30 de junio de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
Este encuentro es como un eco de la solemne celebración que tuvo lugar ayer en la basílica vaticana, durante la cual tuve la alegría de imponer el palio a los arzobispos metropolitanos aquí presentes con sus familiares, sus amigos y una numerosa representación de sus comunidades diocesanas. La diversidad de sus lugares de procedencia manifiesta la índole católica de la Iglesia: en todas las partes de la tierra los fieles de las diversas Iglesias particulares se sienten unidos a la Sede de Pedro con un singular vínculo de comunión, bien expresado por la insignia litúrgica del palio que llevan sus arzobispos metropolitanos. Os saludo con afecto a cada uno de vosotros, venerados y queridos hermanos, y a vuestros fieles que han venido en peregrinación a la tumba de los Apóstoles.
Os dirijo un afectuoso saludo en primer lugar a vosotros, venerados y queridos pastores de la Iglesia que está en Italia. Lo saludo a usted, señor cardenal Crescenzio Sepe que, después de muchos años de servicio directo a la Santa Sede, ha sido llamado a ser pastor de la ilustre archidiócesis de Nápoles; a usted, monseñor Tommaso Valentinetti, arzobispo de Pescara-Penne; a usted, monseñor Luigi Conti, arzobispo de Fermo; a usted, monseñor Ignazio Sanna, arzobispo de Oristano; y a usted, monseñor Andrea Mugione, arzobispo de Benevento. El Señor Jesús, que os ha elegido como pastores de su grey, os sostenga en vuestro servicio diario y con la fuerza del Espíritu Santo os haga heraldos fieles del Evangelio.
Saludo cordialmente a los peregrinos que han venido de Francia y de África para acompañar a los nuevos arzobispos metropolitanos, a los que tuve la alegría de imponer el palio, signo de comunión particular con la Sede de Pedro. Saludo a monseñor Odon Razanakolona, arzobispo de Antananarivo (Madagascar); a monseñor Cornelius Esua, arzobispo de Bamenda (Camerún); a monseñor François-Xavier Maroy Rusendo, arzobispo de Bukavu (República democrática del Congo); a monseñor Jean-Pierre Kutwa, arzobispo de Abiyán (Costa de Marfil); y a monseñor Georges Pontier, arzobispo de Marsella (Francia). A través de vosotros, recuerdo en mi oración a todos los fieles de vuestras diócesis y de vuestros países. Sintiéndome particularmente cercano a África en este momento, pido al Señor que ayude a los países a avanzar por el camino de la paz y del desarrollo de las personas y de los pueblos. Ojalá que seáis cada día más testigos de Cristo, esforzándoos por anunciar el Evangelio a vuestros hermanos, ayudándoles a amar cada vez más a nuestro Padre celestial y a la Iglesia.
Saludo cordialmente a los arzobispos metropolitanos de lengua inglesa, a quienes ayer impuse el palio: a los monseñores George Niederauer, arzobispo de San Francisco (Estados Unidos); Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston (Estados Unidos); José Serofia Palma, arzobispo de Palo (Filipinas); Antonio Javellana Ledesma, arzobispo de Cagayan de Oro (Filipinas); Sylvain Lavoie, arzobispo de Keewatin-Le Pas (Canadá), y Donald Wuerl, arzobispo de Washington (Estados Unidos). También doy la bienvenida a los miembros de sus familias y a sus amigos, así como a los fieles de sus archidiócesis que los han acompañado a Roma. El arzobispo lleva el palio como un símbolo de su comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro en el gobierno del pueblo de Dios. Está confeccionado con lana de cordero, como símbolo de Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y el buen Pastor, que vela por su amada grey. El palio recuerda a los arzobispos, como vicarios de Cristo en sus Iglesias locales, que están llamados a ser pastores según el corazón de Jesús. A todos os imparto de buen grado mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.
Saludo con afecto a los arzobispos de lengua española y a cuantos les han acompañado en la significativa ceremonia de la imposición del palio, que los distingue y manifiesta su función como metropolitanos. Me refiero a los arzobispos Jorge Liberato Urosa Savino, de Caracas; Jorge Enrique Jiménez Carvajal, de Cartagena; Fabriciano Sigampa, de Resistencia, y José Luis Mollaghan, de Rosario. Queridos fieles que los acompañáis, os ruego que sigáis cercanos a ellos con la oración y la colaboración generosa, constante y leal, para que cumplan su misión según los deseos de Dios. Ruego a la santísima Virgen María, tan entrañablemente venerada en vuestras tierras —Venezuela, Colombia y Argentina—, que aliente el ministerio de los arzobispos y acompañe con ternura a los sacerdotes, comunidades religiosas y fieles de sus arquidiócesis. Llevadles a todos mi afectuoso saludo, junto con la bendición apostólica, que ahora os imparto de corazón.
La Iglesia en Brasil se alegra hoy porque las sedes arzobispales de São Luís do Maranhão, Ribeirão Preto y Londrina están de fiesta por la imposición del palio a sus nuevos arzobispos, los monseñores José Belisário da Silva, Joviano de Lima Júnior y Orlando Brandes, que hoy están acompañados por sus sacerdotes, fieles y familiares. Por eso, deseo saludar con afecto a vuestras Iglesias particulares, haciendo votos para que esta significativa celebración ayude a fortalecer la unidad y la comunión con la Sede apostólica, y fomente una generosa entrega pastoral de sus obispos para el crecimiento de la Iglesia y la salvación de las almas.
Saludo a los peregrinos provenientes de Polonia. Es una tradición de la Iglesia que en la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo los nuevos arzobispos metropolitanos reciban el palio. Es signo de un vínculo particular de todo arzobispo metropolitano con el Sucesor de Pedro. Ayer, entre los arzobispos metropolitanos provenientes de varias partes del mundo, también vuestro compatriota, monseñor Wojciech Ziemba, arzobispo metropolitano de Warmia, recibió el palio. Le deseo a él y a todos los arzobispos metropolitanos de Polonia abundantes dones en el ministerio apostólico, en unión con el Sucesor de Pedro. A todos los peregrinos aquí presentes, que acompañan al nuevo metropolitano, les imparto de corazón mi bendición. ¡Alabado sea Jesucristo!
Dirijo un cordial saludo al arzobispo de Maribor, monseñor Franc Kramberger, a quien ayer conferí el palio. Querido hermano en el episcopado, que los apóstoles san Pedro y san Pablo, grandes servidores de la unidad de la Iglesia, sean un modelo para ti en tu compromiso por el bien del pueblo de Dios que te ha sido encomendado. Saludo también a todos los eslovenos, compatriotas tuyos, que hoy te acompañan. A todos imparto de corazón la bendición apostólica.
Queridos hermanos y hermanas, también este encuentro pone de relieve que el Señor sigue cuidando a su pueblo, proporcionándole pastores y guías seguros. A la vez que le damos gracias, no podemos menos de tomar conciencia de que cada uno de nosotros, según su propia vocación, está llamado a trabajar con empeño en su viña, para que todos seamos miembros vivos de su Cuerpo místico, que es la Iglesia. En efecto, "como piedras vivas —recuerda el apóstol san Pedro—, entramos en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo" (1 P 2, 5).
María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros y nos ayude a ser siempre fieles a esta misión. A todos vosotros y a las comunidades diocesanas de las que provenís aseguro un recuerdo diario en la oración, a la vez que os imparto de buen grado mi bendición.
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