VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A TURQUÍA
(28 DE NOVIEMBRE - 1 DE DICIEMBRE DE 2006)
ENCUENTRO CON LOS PERIODISTAS
POCO ANTES DE INICIAR EL DESPEGUE
SALUDO DEL SANTO PADRE
Aeropuerto de Roma-Fiumicino
Martes 28 de noviembre de 2006
Queridos amigos periodistas y camarógrafos, os saludo a todos cordialmente en este vuelo y quisiera expresaros sinceramente mi gratitud por el trabajo que realizáis. Sé que es un trabajo delicado, a menudo en condiciones difíciles; debéis informar en breve tiempo sobre cosas complejas y arduas, dar la síntesis y hacer comprensible la esencia de lo que ha acontecido y de lo que se ha dicho. Todos los acontecimientos llegan a la humanidad sólo a través de vuestra mediación; por eso prestáis un servicio de gran importancia, que os agradezco cordialmente.
Sabemos que el objetivo de este viaje es el diálogo, la fraternidad, un esfuerzo por fomentar la comprensión entre las culturas, por favorecer el encuentro de las culturas con las religiones y la reconciliación. Todos sentimos la misma responsabilidad en este momento difícil de la historia y colaboramos; y vuestro trabajo es de gran importancia. Por eso, repito una vez más, gracias.
¿Cómo afronta este viaje, uno de los más delicados en la historia de los viajes papales modernos?
Lo afronto con gran confianza y esperanza. Sé que muchas personas nos acompañan con su simpatía y con su oración. Sé que también el pueblo turco es un pueblo hospitalario, abierto, que desea la paz. Sé que Turquía, desde siempre, es un puente entre las culturas y así es también un lugar de encuentro y de diálogo. Quisiera subrayar que no se trata de un viaje político, sino pastoral; y como viaje pastoral se caracteriza por el diálogo y el compromiso común en favor de la paz. Diálogo en varias dimensiones: entre las culturas, entre cristianismo e islam, con nuestros hermanos cristianos, sobre todo con la Iglesia ortodoxa de Constantinopla y, en general, diálogo para una mejor comprensión entre todos. Naturalmente, no se puede esperar grandes resultados en tres días. El viaje tiene un valor simbólico; el hecho de encontrarse, con amistad y respeto, como servidores de la paz, tiene su peso. Este simbolismo del compromiso por la paz y la fraternidad debería ser el fruto de este viaje.
¿Cree que Europa puede ayudar a Turquía a integrarse, respetando las diversas identidades culturales y religiosas?
Conviene recordar que el padre de la Turquía moderna, Kemal Ataturk, tomó la Constitución francesa como modelo para la reconstrucción de Turquía. Así, desde su nacimiento, el diálogo entre la razón europea y la tradición musulmana turca está inscrito en la existencia de la Turquía moderna y, en este sentido, tenemos una responsabilidad recíproca.
En Europa se debate sobre laicidad "sana" y laicismo. Y me parece que esto es importante también para el verdadero diálogo con Turquía. El laicismo, es decir, una idea que separa totalmente la vida pública del valor de las tradiciones, es un callejón sin salida. Debemos volver a definir el sentido de una laicidad que subraya y conserva la verdadera diferencia y autonomía entre las dos esferas, pero también su coexistencia, su responsabilidad común.
La tercera pregunta fue sobre el significado del encuentro con el Patriarca Bartolomé I.
Lo importante no son los números, la cantidad, sino el valor simbólico, histórico y espiritual. Constantinopla es como la segunda Roma. Siempre ha sido el punto de referencia de la Ortodoxia.
Aunque el Patriarca no tiene una jurisdicción como el Papa, es un punto de referencia para todo el mundo ortodoxo. Se trata de un encuentro con la Iglesia del apóstol Andrés, hermano de san Pedro, un encuentro de gran trascendencia entre las dos Iglesias hermanas de Roma y Constantinopla; por eso es un momento muy importante en la búsqueda de la unidad de los cristianos. Es un acontecimiento de comunión, no sólo de relación entre esferas geográficas y culturales. Y este simbolismo le da también gran importancia para todo el camino ecuménico.
Hay otras comunidades cristianas; nos encontraremos con todas, aunque sean pequeñas; naturalmente también con la pequeña comunidad católica.
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