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PEREGRINACIÓN
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A TIERRA SANTA
(8-15 DE MAYO DE 2009)

BENDICIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA
DE LA UNIVERSIDAD DE MADABA
DEL PATRIARCADO LATINO

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Madaba
Sábado 9 de mayo de 2009

 

Queridos hermanos en el episcopado;
queridos amigos:

Para mí es una gran alegría bendecir la primera piedra de la Universidad de Madaba. Agradezco a Su Beatitud el arzobispo Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén, sus amables palabras de bienvenida. Deseo extender un saludo especial de aprecio a Su Beatitud Michel Sabbah, patriarca emérito, a cuya iniciativa y esfuerzos, juntamente con los del obispo Salim Sayegh, debe tanto esta nueva institución. Saludo también a las autoridades civiles, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles, así como a todos los que nos acompañan en esta importante ceremonia.

El reino de Jordania con razón ha dado prioridad a la tarea de extender y mejorar la educación. Sé que en esta noble misión su majestad la reina Rania es particularmente activa y su dedicación es motivo de inspiración para muchos. A la vez que aplaudo los esfuerzos de tantas personas de buena voluntad comprometidas en la educación, constato con satisfacción la participación competente y cualificada de las instituciones cristianas, especialmente católicas y ortodoxas, en este esfuerzo global.

Desde esta perspectiva, la Iglesia católica, con el apoyo de las autoridades jordanas, ha buscado promover la educación universitaria en este país y en otras partes. Además, esta iniciativa responde a la demanda de muchas familias que, contentas con la formación recibida en las escuelas gestionadas por autoridades religiosas, desean contar con una opción análoga a nivel universitario.

Felicito a los promotores de esta nueva institución por confiar con valentía en la buena educación como primer paso para el desarrollo personal y para la paz y el progreso en la región. En este contexto la Universidad de Madaba seguramente tendrá presentes tres objetivos importantes. Al desarrollar los talentos y las nobles aptitudes de las sucesivas generaciones de alumnos, los preparará para servir a la comunidad más amplia y elevar su nivel de vida. Transmitiendo el conocimiento e infundiendo en los alumnos el amor a la verdad, promoverá en gran medida su adhesión a los valores sólidos y su libertad personal. Por último, esta misma formación intelectual afinará su espíritu crítico, disipará su ignorancia y sus prejuicios, y les ayudará a romper los hechizos creados por ideologías antiguas y nuevas.

Este proceso tendrá como resultado una universidad que no sólo sea tribuna para consolidar la adhesión a la verdad y a los valores de una cultura determinada, sino también un lugar de entendimiento y de diálogo. Mientras asimilan su herencia cultural, los jóvenes de Jordania y los demás estudiantes de la región podrán adquirir un conocimiento más profundo de las conquistas culturales de la humanidad, se enriquecerán con otros puntos de vista y se formarán en la comprensión, la tolerancia y la paz.

Este tipo de educación "más amplia" es lo que se espera de las instituciones de educación superior y de su contexto cultural, tanto secular como religioso. En realidad, la fe en Dios no suprime la búsqueda de la verdad; al contrario, la estimula. San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a abrir su mente a "todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio" (Flp 4, 8).

Desde luego, la religión, como la ciencia y la tecnología, la filosofía y cualquier otra expresión de nuestra búsqueda de la verdad, puede corromperse. La religión se desfigura cuando se la obliga a ponerse al servicio de la ignorancia o del prejuicio, del desprecio, la violencia y el abuso. En este caso no sólo se da una perversión de la religión, sino también una corrupción de la libertad humana, un estrechamiento y oscurecimiento de la mente.

Evidentemente, ese desenlace no es inevitable. No cabe duda de que, cuando promovemos la educación, proclamamos nuestra confianza en el don de la libertad. El corazón humano se puede endurecer por los límites de su ambiente, por intereses y pasiones. Pero toda persona también está llamada a la sabiduría y a la integridad, a la elección más importante y fundamental de todas: la del bien sobre el mal, de la verdad sobre la injusticia, y se la puede ayudar en esa tarea.

La persona genuinamente religiosa percibe la llamada a la integridad moral, dado que al Dios de la verdad, del amor y de la belleza no se le puede servir de ninguna otra manera. La fe madura en Dios sirve en gran medida para guiar la adquisición y la correcta aplicación del conocimiento. La ciencia y la tecnología brindan beneficios extraordinarios a la sociedad y han mejorado mucho la calidad de vida de muchos seres humanos. No cabe duda de que esta es una de las esperanzas de cuantos promueven esta Universidad, cuyo lema es Sapientia et Scientia.

Al mismo tiempo, la ciencia tiene sus límites. No puede dar respuesta a todos los interrogantes que atañen al hombre y su existencia. En realidad, la persona humana, su lugar y su finalidad en el universo, no puede contenerse dentro de los confines de la ciencia. «La naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, que atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien» (Gaudium et spes, 15).

El uso del conocimiento científico necesita la luz orientadora de la sabiduría ética. Esa es la sabiduría que ha inspirado el juramento de Hipócrates, la Declaración universal de derechos humanos de 1948, la Convención de Ginebra y otros laudables códigos internacionales de conducta. Por tanto, la sabiduría religiosa y ética, al responder a los interrogantes sobre el sentido y el valor, desempeñan un papel central en la formación profesional. En consecuencia, las universidades donde la búsqueda de la verdad va unida a la búsqueda de lo que hay de bueno y noble prestan un servicio indispensable a la sociedad.

Con estos pensamientos en la mente, animo de modo especial a los estudiantes cristianos de Jordania y de las regiones vecinas a dedicarse con responsabilidad a una adecuada formación profesional y moral. Estáis llamados a ser constructores de una sociedad justa y pacífica, compuesta de personas de diversas tradiciones religiosas y étnicas. Esas realidades —deseo subrayarlo una vez más— no deben llevar a la división, sino a un enriquecimiento mutuo. La misión y la vocación de la Universidad de Madaba es precisamente ayudaros a participar más plenamente en esta noble tarea.

Queridos amigos, quiero renovar mi congratulación al Patriarcado latino de Jerusalén y mi aliento a todos los que han apoyado este proyecto, así como a cuantos ya están comprometidos en el apostolado de la educación en esta nación. Que el Señor os bendiga y sostenga. Oro para que vuestros sueños se hagan pronto realidad, a fin de que podáis ver a generaciones de hombres y mujeres cualificados, tanto cristianos como musulmanes o de otras religiones, ocupar su puesto en la sociedad, dotados de pericia profesional, bien preparados en su campo y educados en los valores de la sabiduría, la integridad, la tolerancia y la paz.

Sobre vosotros, sobre todos vuestros futuros estudiantes, sobre el personal de esta universidad y sobre sus familias invoco las abundantes bendiciones de Dios todopoderoso.



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