PEREGRINACIÓN
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A TIERRA SANTA
(8-15 DE MAYO DE 2009)
CEREMONIA DE BIENVENIDA EN LOS TERRITORIOS PALESTINOS
DISCURSO DEL SANTO PADRE*
Plaza del Palacio Presidencial - Belén
Miércoles 13 de mayo de 2009
Señor presidente;
queridos amigos:
Os saludo a todos de corazón y agradezco vivamente al señor presidente, Mahmoud Abbas, sus palabras de bienvenida. Mi peregrinación a la tierra de la Biblia no sería completa sin una visita a Belén, la ciudad de David y lugar del nacimiento de Jesucristo. No podría haber venido a Tierra Santa sin aceptar la cordial invitación del presidente Abbas a visitar estos Territorios y saludar al pueblo palestino. Conozco lo mucho que habéis sufrido y seguís sufriendo a causa de las agitaciones que han afligido a esta tierra durante décadas.
Mi corazón está con las familias que se han quedado sin hogar. Esta tarde, visitaré el campo de refugiados de Aida, para expresar mi solidaridad con la gente que ha perdido tanto. A aquellos de vosotros que lloráis la pérdida de familiares y seres queridos en las hostilidades, particularmente en el reciente conflicto de Gaza, os aseguro mi más profunda compasión y mi recuerdo frecuente en la oración. De hecho, os tengo presentes a todos en mis oraciones diarias y pido ardientemente al Todopoderoso por la paz, una paz justa y duradera, en los Territorios palestinos y en toda la región.
Señor presidente, la Santa Sede apoya el derecho de su pueblo a una patria palestina soberana en la tierra de vuestros antepasados, segura y en paz con sus vecinos, dentro de unas fronteras reconocidas internacionalmente. Aunque en la actualidad ese objetivo parece lejos de realizarse, le insto a usted y a todo su pueblo a mantener viva la llama de la esperanza, esperanza en que pueda descubrirse un camino de encuentro entre las legítimas aspiraciones, tanto de los israelíes como de los palestinos, a la paz y la estabilidad. Como dijo el Papa Juan Pablo II, no puede haber "paz sin justicia ni justicia sin perdón" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2002). Imploro a todas las partes implicadas en este largo conflicto que aparten todo rencor y división que puedan quedar todavía en el camino de la reconciliación, para llegar a todos por igual con generosidad y compasión, y sin discriminación.
Una convivencia justa y pacífica entre las poblaciones de Oriente Medio sólo puede lograrse con espíritu de cooperación y respeto mutuo, en el que se reconozcan y respeten los derechos y la dignidad de todos. Os pido a todos vosotros y pido a vuestros líderes que asuman un compromiso renovado de trabajar por estos objetivos. En particular, pido a la comunidad internacional que utilice su influencia a favor de una solución. Creo y confío en que, a través de un diálogo honrado y perseverante, respetando plenamente las exigencias de la justicia, se podrá conseguir de verdad una paz duradera en estas tierras.
Espero ardientemente que los graves problemas que afectan a la seguridad en Israel y en los Territorios palestinos se suavicen pronto lo suficiente como para permitir una mayor libertad de movimiento, especialmente por lo que se refiere a los contactos entre familiares y al acceso a los santos lugares. Los palestinos, como cualquier otro pueblo, tienen un derecho natural a casarse, a formar una familia y a acceder al trabajo, a la educación y a la asistencia médica. Rezo también para que, con la ayuda de la comunidad internacional, el trabajo de reconstrucción pueda realizarse rápidamente donde casas, escuelas u hospitales han quedado dañados o destruidos, especialmente durante el reciente conflicto de Gaza. Esto es esencial para que la población de esta tierra pueda vivir en condiciones que favorezcan la paz duradera y la prosperidad. Una infraestructura estable ofrecerá a vuestros jóvenes mejores oportunidades para adquirir valiosas especializaciones y obtener empleos remunerados, capacitándolos para dar su aportación en la construcción de la vida de vuestras comunidades.
A los numerosos jóvenes presentes hoy en los Territorios palestinos hago este llamamiento: no permitáis que la pérdida de vidas humanas y la destrucción de las que habéis sido testigos despierten resentimiento o amargura en vuestro corazón. Tened la valentía de resistir a cualquier tentación que sintáis de recurrir a actos de violencia o terrorismo. Por el contrario, que lo que habéis experimentado renueve vuestra determinación de construir la paz. Llenaos del profundo deseo de dar una contribución duradera al futuro de Palestina, para que pueda ocupar el lugar que le corresponde en el escenario mundial. Que os impulsen los sentimientos de compasión hacia todos los que sufren, el celo por la reconciliación, y una firme confianza en la posibilidad de un futuro más luminoso.
Señor presidente; queridos amigos reunidos aquí en Belén, invoco sobre todo el pueblo palestino la bendición y la protección de nuestro Padre celestial, y rezo fervientemente para que se haga realidad el canto que los ángeles cantaron en este lugar: "Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".
Muchas gracias. Y que Dios esté con vosotros.
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 22, p.6.
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