DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL GRUPO DE PATROCINADORES DEL PABELLÓN DE LA SANTA SEDE
EN LA EXPOSICIÓN INTERNACIONAL DE ZARAGOZA
Jueves 10 de septiembre de 2009
Querido Señor Arzobispo,
Excelentísimo Señor Embajador,
queridos hermanos
Me es grato recibiros y dar la bienvenida a todos y a cada uno de vosotros, acompañados de vuestras familias, en este encuentro. Espero vivamente que vuestra visita a Roma, junto a las tumbas de los Apóstoles os fortalezca en la propia fe y llene vuestros corazones de alegría y paz.
Ante todo, deseo expresaros mi sincero agradecimiento por vuestra significativa colaboración con el Arzobispado de Zaragoza y la Nunciatura Apostólica en Madrid, en la realización del Pabellón de la Santa Sede para la Exposición Internacional de Zaragoza del año pasado.
Esta instalación, que fue una de las más visitadas y apreciadas, albergó una importante muestra del valioso patrimonio artístico, cultural y religioso, que custodia la Iglesia. Con esta iniciativa, se trató de ofrecer a sus numerosos visitantes una oportuna reflexión sobre la importancia y el valor primordial que tiene el agua para la vida del hombre.
Mediante su participación en la Exposición, la Santa Sede quiso además poner de manifiesto no sólo la imperiosa necesidad de proteger siempre el ambiente y la naturaleza, sino también descubrir su dimensión espiritual y religiosa más profunda. Hoy como nunca se ha de ayudar a las personas a que sepan ver en la creación algo más que una simple fuente de riqueza o de explotación en manos del hombre. En efecto, cuando Dios, con la creación, ha dado al hombre las llaves de la tierra, espera de él que sepa usar de este gran don haciéndolo fructificar de modo responsable y respetuoso. El ser humano descubre el valor intrínseco de la naturaleza si aprende a verla como lo que es en realidad, expresión de un proyecto de amor y de verdad que nos habla del Creador y de su amor a la humanidad, y que encontrará su plenitud en Cristo, al final de los tiempos (cf. Caritas in veritate, 48). En este sentido, es oportuno recordar una vez más la estrecha relación que existe entre el cuidado del medio ambiente y el respeto a las exigencias éticas de la naturaleza humana, ya que «cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia» (Ibíd. 51).
Al final de este encuentro, deseo expresaros nuevamente mi reconocimiento por vuestra generosa colaboración, así como también a todas las personas, instituciones y empresas que participaron en ese importante y laudable proyecto. En esta circunstancia, os encomiendo de modo especial a la intercesión de la Virgen del Pilar, que ve bañadas sus plantas por las caudalosas aguas del río Ebro. Con estos vivos sentimientos, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras familias mi Bendición Apostólica.
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