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VIAJE APOSTÓLICO AL REINO UNIDO
(16-19 DE SEPTIEMBRE DE 2010)

ENCUENTRO DEL PAPA BENEDICTO XVI
CON LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO AL REINO UNIDO

Jueves, 16 de septiembre de 2010

 

P. Lombardi:Santidad, bienvenido entre nosotros y gracias por su disponibilidad. Tenemos un grupo de setenta periodistas, aquí presentes, de distintas partes del mundo. Naturalmente algunos vienen expresamente del Reino Unido para unirse desde el vuelo a nuestro grupo. Como de costumbre, han hecho llegar estos días distintas preguntas que le proponemos en esta primera conversación, al inicio de un viaje muy esperado y comprometido, que confiamos sea bellísimo. He elegido una serie de cuestiones, entre las planteadas, y se las presento en italiano a fin de no fatigarle demasiado. Los periodistas se ayudarán en la comprensión si no hablan bien italiano. La primera pregunta: durante la preparación de este viaje ha habido discusiones y posturas contrarias. En la tradición pasada del país han existido fuertes posturas anticatólicas. ¿Está usted preocupado por cómo se le acogerá?

Santo Padre: Ante todo, buenos días y buen vuelo a todos. Debo decir que no estoy preocupado, porque cuando fui a Francia se dijo: «Este es el país más anticlerical, con fuertes corrientes anticlericales y un mínimo de fieles». Cuando fui a la República Checa se dijo: «Este es el país más arreligioso de Europa y también el más anticlerical». Así, todos los países occidentales tienen, cada uno en su forma específica, según su propia historia, fuertes corrientes anticlericales o anticatólicas, pero también siempre una presencia fuerte de fe. De tal manera, en Francia y en la República Checa contemplé y viví una calurosa acogida de parte de la comunidad católica; una fuerte atención de parte de agnósticos que, en cambio, están en búsqueda, quieren conocer, encontrar los valores que impulsan a la humanidad y que estuvieron muy atentos al hecho de que pudieran oír de mí algo también en este sentido; y la tolerancia y el respeto de cuantos son anticatólicos. Naturalmente Gran Bretaña tiene su propia historia de anticatolicismo; esto es obvio. Pero es igualmente un país con una gran historia de tolerancia. Así que estoy seguro de que, por un lado, habrá acogida positiva de los católicos, de los creyentes en general, y atención de cuantos buscan cómo proseguir en este tiempo nuestro, y respeto y tolerancia recíprocos. Donde existe un anticatolicismo, sigo adelante con gran valentía y con alegría.

P. Lombardi: El Reino Unido, como muchos otros países occidentales —es un tema que ya ha tocado en la primera respuesta—, está considerado como un país laico. Existe un fuerte movimiento de ateísmo, incluso con motivaciones culturales. Con todo, tiene también signos de que la fe religiosa, en particular en Jesucristo, sigue viva a un nivel personal. ¿Qué puede significar esto para los católicos y anglicanos? ¿Se puede hacer algo para que la Iglesia, como institución, sea más creíble y atractiva para todos?

Santo Padre: Diría que una Iglesia que busca sobre todo ser atractiva estaría ya en un camino equivocado, porque la Iglesia no trabaja para sí misma, no trabaja para aumentar sus cifras y así su propio poder. La Iglesia está al servicio de otro: sirve no para ella misma, para ser un cuerpo fuerte, sino que sirve para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades y las grandes fuerzas de amor, amor de reconciliación que se ha presentado en esta figura y que viene siempre de la presencia de Jesucristo. En este sentido la Iglesia no busca su propio atractivo, sino que debe ser transparente para Jesucristo y, en la medida en que no exista para sí misma, como cuerpo fuerte, poderoso en el mundo, que quiere tener poder, sino que sea sencillamente voz de otro, se hace realmente transparente para la gran figura de Cristo y las grandes verdades que ha traído a la humanidad. La fuerza del amor, en ese momento, se escucha, se acepta. La Iglesia no debería considerarse a sí misma, sino ayudar a considerar al otro y ella misma ver y hablar del otro y por el otro. Me parece que, en este sentido, tanto anglicanos como católicos ven que no se sirven a sí mismos, sino que son instrumentos de Cristo, amigos del Esposo, como dice san Juan, si ambos realizan la prioridad de Cristo y no la de sí mismos; también se unen, porque en ese momento la prioridad de Cristo los congrega y ya no son competidores, buscando cada uno el mayor número, sino que están juntos en el compromiso por la verdad de Cristo que penetra en este mundo y así se encuentran también recíprocamente en un verdadero y fecundo ecumenismo.

P. Lombardi: Gracias, Santidad. Una tercera pregunta. Como se sabe y se ha puesto de relieve en recientes sondeos, el escándalo de los abusos sexuales ha sacudido la confianza de los fieles en la Iglesia. ¿Como piensa contribuir al restablecimiento de esta confianza?

Santo Padre: Ante todo debo decir que estas revelaciones han sido para mi un impacto, no sólo una gran tristeza. Es difícil entender cómo ha sido posible esta perversión del ministerio sacerdotal. El sacerdote, en el momento de la ordenación, preparado durante años para ese instante, dice «sí» a Cristo para hacerse su voz, su boca, su mano, y servir con toda la existencia, a fin de que el buen Pastor, que ama y ayuda y guía hacia la verdad, esté presente en el mundo. Es difícil de comprender cómo un hombre que ha hecho y dicho esto puede caer después en tal perversión. Es una enorme tristeza, tristeza también porque la autoridad de la Iglesia no ha sido suficientemente vigilante ni veloz, decidida en la adopción de las medidas necesarias. Por todo ello estamos en un momento de penitencia, de humildad y de renovada sinceridad. Como escribí a los obispos irlandeses, me parece que ahora debemos llevar a cabo un tiempo de penitencia, un tiempo de humildad y renovar y volver a aprender con absoluta sinceridad. En cuanto a las víctimas, diría que son importantes tres cosas. El primer interés son las víctimas: ¿cómo podemos reparar? ¿Qué podemos hacer para ayudar a estas personas a superar este trauma, a reencontrar la vida, a reencontrar también la confianza en el mensaje de Cristo? Solicitud, compromiso por las víctimas, es la prioridad, con ayuda material, psicológica, espiritual. Segundo: el problema de las personas culpables. La pena justa es excluirlas de toda posibilidad de acceso a los jóvenes, porque sabemos que se trata de una enfermedad y la voluntad libre no funciona donde existe esta enfermedad. Por lo tanto, debemos proteger a estas personas de sí mismas y encontrar el modo de ayudarlas y de apartarlas de todo acceso a los jóvenes. El tercer punto es la prevención en la educación, en la elección de los candidatos al sacerdocio: estar tan atentos que, hasta donde es humanamente posible, se excluyan futuros casos. Y desearía en este momento agradecer igualmente al Episcopado británico su atención, su colaboración, tanto con la Sede de Pedro como con las instancias públicas. En la atención hacia las víctimas y el derecho me parece que el Episcopado británico ha hecho y hace un gran trabajo, y por ello le estoy muy agradecido.

P. Lombardi: Santidad, la figura del cardenal Newman evidentemente es muy significativa para usted: por el cardenal Newman usted hace la excepción de presidir su beatificación. ¿Piensa que su recuerdo puede ayudar a superar las divisiones entre anglicanos y católicos? Y ¿cuáles son los aspectos de su personalidad que desea resaltar más?

Santo Padre: El cardenal Newman es sobre todo, por un lado, un hombre moderno, que vivió todo el problema de la modernidad; vivió también el problema del agnosticismo, de la imposibilidad de conocer a Dios, de creer; un hombre que durante toda su vida estuvo en camino; en camino para dejarse transformar por la verdad, en una búsqueda de gran sinceridad y de gran disponibilidad a conocer mejor y a encontrar, a aceptar la vía para la verdadera vida. Esta modernidad interior de su ser y de su vida implica la modernidad de su fe: no es una fe en fórmulas de un tiempo pasado; es una fe en forma personalísima, vivida, sufrida, encontrada en un largo camino de renovación y de conversiones. Es un hombre de gran cultura que, por un lado, participa en nuestra cultura escéptica de hoy, en el interrogante: «¿Podemos comprender algo cierto sobre la verdad del hombre, del ser? ¿o no? Y ¿cómo podemos llegar a la convergencia de las verosimilitudes?». Un hombre que, por otro lado, con una gran cultura en el conocimiento de los Padres de la Iglesia, estudió y renovó la génesis interna de la fe, reconocida así su figura y su constitución interior; es un hombre de una gran espiritualidad, de un gran humanismo, un hombre de oración, de una relación profunda con Dios y de una relación propia y por ello también de una relación profunda con los demás hombres de su tiempo y del nuestro. Diría, por lo tanto, estos tres elementos: modernidad de su existencia, con todas las dudas y los problemas de nuestra existencia de hoy; gran cultura, conocimiento de los grandes tesoros de la cultura de la humanidad, disponibilidad de búsqueda permanente, de renovación permanente; y espiritualidad: vida espiritual, vida con Dios, dan a este hombre una grandeza excepcional para nuestro tiempo. Por ello es una figura de Doctor de la Iglesia para nosotros, para todos, y también un puente entre anglicanos y católicos.

P. Lombardi: Y una última pregunta: esta visita ostenta el rango de visita de Estado —así se ha calificado—. ¿Ello qué significa para las relaciones entre la Santa Sede y el Reino Unido? ¿Existen puntos importantes de sintonía, en particular ante los grandes desafíos del mundo actual?

Santo Padre: Estoy muy agradecido a Su Majestad, la reina Isabel II, que ha querido dar a esta visita el rango de una visita de Estado y que ha expresado el carácter público de esta visita, así como la responsabilidad común entre política y religión para el futuro del continente, para el futuro de la humanidad: la gran responsabilidad, común, para que los valores que crean justicia y política y que proceden de la religión caminen juntos en nuestro tiempo. Naturalmente el hecho de que jurídicamente se trate de una visita de Estado no hace de esta visita un acontecimiento político, porque aunque el Papa es jefe de Estado, este es sólo un instrumento para garantizar la independencia de su anuncio y el carácter público de su labor de pastor. En este sentido, también la visita de Estado es sustancial y esencialmente una visita pastoral, esto es, una visita en la responsabilidad de la fe para la cual el sumo Pontífice, el Papa, existe. Naturalmente, este carácter de visita de Estado pone en el centro de la atención precisamente las coincidencias entre los intereses de la política y de la religión. La política sustancialmente está creada para garantizar la justicia y, con la justicia, la libertad; pero la justicia es un valor moral, un valor religioso, y así la fe, el anuncio del Evangelio, en el tema de la justicia se une a la política, y aquí nacen asimismo los intereses comunes. Gran Bretaña tiene una gran experiencia y una gran actividad en la lucha contra los males de este tiempo, contra la miseria, la pobreza, las enfermedades, la droga, y todas estas batallas contra la miseria, la pobreza, la esclavitud del hombre, el abuso del hombre, la droga... son también los objetivos de la fe, porque son objetivos de la humanización del hombre a fin de que se restituya la imagen de Dios frente a las destrucciones y las devastaciones. Una segunda tarea común es el compromiso por la paz en el mundo y la capacidad de vivir la paz, la educación para la paz; crear las virtudes que capacitan al hombre para la paz. Y, finalmente, un elemento esencial de la paz es el diálogo entre las religiones, la tolerancia, la apertura del uno con el otro, y tal es un objetivo profundo tanto de Gran Bretaña, como sociedad, como de la fe católica: la apertura al exterior, al diálogo, y de esta forma a la verdad y al camino común de la humanidad, así como al reencuentro de los valores que constituyen el fundamento de nuestro humanismo.



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