VIAJE APOSTÓLICO A ALEMANIA
22-25 DE SEPTIEMBRE DE 2011
ENCUENTRO CON REPRESENTANTES DE LAS IGLESIAS ORTODOXAS
Y ORTODOXAS ORIENTALES
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Hörsaal del Seminario de Friburgo de Brisgovia
Sábado 24 de septiembre de 2011
Eminencias, Excelencias,
Venerables representantes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales
Me alegra mucho que hoy estemos aquí reunidos. Les agradezco de todo corazón su presencia y la posibilidad de este intercambio amigable. Le agradezco en particular a usted, Metropolita Augoustinos, sus hondas palabras. Me ha impresionado sobre todo lo que ha dicho de la Madre de Dios y los santos, que abrazan y unen todos los siglos. En este contexto, me complace repetir lo que he dicho en otras ocasiones: sin duda, entre las Iglesias y las comunidades cristianas, la Ortodoxia es la más cercana teológicamente a nosotros; católicos y ortodoxos han conservado la misma estructura de la Iglesia de los orígenes; en este sentido, todos nosotros somos “Iglesia de los orígenes” que, no obstante, sigue siendo presente y nueva. Por eso nos atrevemos a esperar que no esté muy lejano el día en que podamos celebrar de nuevo juntos la Eucaristía, aunque desde el punto de vista humano surjan repetidamente dificultades (cf. Luz del Mundo. Una conversación con Peter Seewald, pp. 99s).
La Iglesia católica – y yo personalmente – sigue con interés y simpatía el desarrollo de las comunidades ortodoxas en Europa occidental, que han tenido un notable crecimiento. Actualmente, viven en Alemania – así he oído – aproximadamente un millón seiscientos mil cristianos ortodoxos y ortodoxos orientales. Se han convertido en parte constitutiva de la sociedad, contribuyendo a hacer más vivo el patrimonio de las culturas cristianas y de la fe cristiana en Europa. Me alegra la intensificación de la colaboración panortodoxa, que en los últimos años ha hecho progresos esenciales. La fundación de las Conferencias Episcopales Ortodoxas – de las que usted ha hablado –, allí donde las Iglesias Ortodoxas se encuentran en la diáspora, es expresión de las relaciones sólidas dentro de la Ortodoxia. Me alegra que el año pasado se haya dado en Alemania este paso. Que las experiencias que se viven en estas Conferencias Episcopales refuercen la unión entre las Iglesias ortodoxas y hagan avanzar los esfuerzos en favor de un concilio panortodoxo.
Desde que era profesor en Bonn y especialmente luego, siendo Arzobispo de Múnich y Freising, pude conocer y apreciar cada vez más en profundidad la Ortodoxia por la amistad personal con representantes de las Iglesias ortodoxas. En aquel tiempo, se inició también el trabajo de la Comisión conjunta de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Iglesia Ortodoxa. Desde entonces, con sus textos dedicados a cuestiones pastorales y prácticas, promueve la comprensión recíproca y contribuye a consolidar y desarrollar las relaciones católico-ortodoxas en Alemania.
Es igualmente importante continuar el trabajo para aclarar las diferencias teológicas, pues su superación es indispensable para el restablecimiento de la unidad plena, que deseamos y por la que oramos. Sabemos que, sobre todo, es la cuestión del primado en torno a la cual hemos de continuar, con paciencia y humildad, los esfuerzos en el debate para su justa comprensión. Pienso que en esto pueden darnos aún impulsos fructuosos las reflexiones acerca del discernimiento entre la naturaleza y la forma del ejercicio del primado que hizo el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint (n. 95).
Veo también con gratitud el trabajo de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales. Estoy contento, veneradas Eminencias y venerables representantes de las Iglesias Ortodoxas orientales, de encontrar con ustedes a los representantes de las Iglesias implicadas en este diálogo. Los resultados obtenidos hacen crecer la recíproca comprensión y el acercamiento mutuo.
En la actual tendencia de nuestro tiempo, en que son bastantes los que quieren, por decirlo así, “liberar” de Dios a la vida pública, las Iglesias cristianas en Alemania – entre las cuales están también los cristianos ortodoxos y ortodoxos orientales –, fundadas en la fe en el único Dios y Padre de todos los hombres, caminan juntas por la senda de un testimonio pacífico para la comprensión y la comunión entre los pueblos. Al hacer esto, no dejan de poner el milagro de la encarnación de Dios en el centro del anuncio. Conscientes de que sobre este milagro se funda toda la dignidad de la persona, se comprometen juntas en la protección de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. La fe en Dios, creador de la vida, y el permanecer absolutamente fieles a la dignidad de cada persona fortalece a los cristianos para oponerse decididamente a cualquier intervención que manipule y seleccione la vida humana. Además, conociendo el valor del matrimonio y de la familia, nos preocupa como cristianos, como algo importante, proteger de toda interpretación errónea la integridad y la singularidad del matrimonio entre un hombre y una mujer. Este compromiso común de los cristianos, entre los que se encuentran los fieles ortodoxos y ortodoxos orientales, ofrece una contribución valiosa a la edificación de una sociedad que puede tener futuro, en la cual se dé el debido respeto a la persona humana.
Al concluir, quisiera volver la mirada a María – usted nos la ha presentado como Panaghia –, a la Hodegetria, la “guía del camino”, que es venerada también en Occidente bajo el título de “Nuestra Señora del Camino”. La Santísima Trinidad ha dado a María, la Virgen Madre, a la humanidad para que Ella, con su intercesión, nos guíe a través del tiempo y nos indique el camino hacia su cumplimiento. A Ella nos encomendamos y presentamos nuestra petición de llegar a ser en Cristo una comunidad cada vez más íntimamente unida, para alabanza y gloria de su Nombre. Dios os bendiga a todos. Gracias.
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