PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 5 de enero de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de este domingo nos vuelve a proponer, en el Prólogo del Evangelio de san Juan, el significado más profundo del Nacimiento de Jesús. Él es la Palabra de Dios que se hizo hombre y puso su «tienda», su morada entre los hombres. Escribe el evangelista: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14). En estas palabras, que no dejan de asombrarnos, está todo el cristianismo. Dios se hizo mortal, frágil como nosotros, compartió nuestra condición humana, excepto en el pecado, pero cargó sobre sí mismo los nuestros, como si fuesen propios. Entró en nuestra historia, llegó a ser plenamente Dios-con-nosotros. El nacimiento de Jesús, entonces, nos muestra que Dios quiso unirse a cada hombre y a cada mujer, a cada uno de nosotros, para comunicarnos su vida y su alegría.
Así Dios es Dios con nosotros, Dios que nos ama, Dios que camina con nosotros. Éste es el mensaje de Navidad: el Verbo se hizo carne. De este modo la Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad. De aquí se deriva también el entusiasmo, nuestra esperanza de cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados y acompañados por Dios; y miramos al mundo y a la historia como el lugar donde caminar juntos con Él y entre nosotros, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Con el nacimiento de Jesús nació una promesa nueva, nació un mundo nuevo, pero también un mundo que puede ser siempre renovado. Dios siempre está presente para suscitar hombres nuevos, para purificar el mundo del pecado que lo envejece, del pecado que lo corrompe. En lo que la historia humana y la historia personal de cada uno de nosotros pueda estar marcada por dificultades y debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el hombre y con su historia. Esta proximidad de Dios al hombre, a cada hombre, a cada uno de nosotros, es un don que no se acaba jamás. ¡Él está con nosotros! ¡Él es Dios con nosotros! Y esta cercanía no termina jamás. He aquí el gozoso anuncio de la Navidad: la luz divina, que inundó el corazón de la Virgen María y de san José, y guio los pasos de los pastores y de los magos, brilla también hoy para nosotros.
En el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios hay también un aspecto vinculado con la libertad humana, con la libertad de cada uno de nosotros. En efecto, el Verbo de Dios pone su tienda entre nosotros, pecadores y necesitados de misericordia. Y todos nosotros deberíamos apresurarnos a recibir la gracia que Él nos ofrece. En cambio, continúa el Evangelio de san Juan, «los suyos no lo recibieron» (v. 11). Incluso nosotros muchas veces lo rechazamos, preferimos permanecer en la cerrazón de nuestros errores y en la angustia de nuestros pecados. Pero Jesús no desiste y no deja de ofrecerse a sí mismo y ofrecer su gracia que nos salva. Jesús es paciente, Jesús sabe esperar, nos espera siempre. Ésto es un mensaje de esperanza, un mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo. Y nosotros estamos llamados a testimoniar con alegría este mensaje del Evangelio de la vida, del Evangelio de la luz, de la esperanza y del amor. Porque el mensaje de Jesús es éste: vida, luz, esperanza y amor.
Que María, Madre de Dios y nuestra Madre de ternura, nos sostenga siempre, para que permanezcamos fieles a la vocación cristiana y podamos realizar los deseos de justicia y de paz que llevamos en nosotros al incio de este nuevo año.
Después del Ángelus
Hermanos y hermanas:
Las semanas pasadas me han llegado de todas las partes del mundo muchos mensajes de felicitación por la Santa Navidad y por el Año Nuevo. Me gustaría, pero lamentablemente es imposible, responder a todos. Por ello deseo dar las gracias de corazón a los niños, por sus hermosos dibujos. Son hermosos de verdad. Los niños hacen hermosos dibujos. Hermosos, hermosos, hermosos. Agradezco a los niños en primer lugar. Doy las gracias a los jóvenes, a los ancianos, a las familias, a las comunidades parroquiales y religiosas, a las asociaciones, movimientos y a los diversos grupos que han querido manifestar afecto y cercanía. Os pido a todos que sigáis rezando por mí, lo necesito, y por este servicio a la Iglesia.
Y ahora os saludo con afecto a vosotros, queridos peregrinos presentes hoy, en especial a la Asociación italiana de maestros católicos: os aliento en vuestro trabajo educativo, es muy importante. Saludo a los fieles de Arco di Trento y Bellona, a los jóvenes de Induno Olona y a los grupos de Crema y de Mantova que trabajan con personas discapacitadas. Saludo también al numeroso grupo de marineros brasileños.
A todos vosotros os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. ¡Hasta la vista!
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana