PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo, 28 de enero de 2018
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 1, 21-28) forma parte de la narración más amplia conocida como la «jornada de Cafarnaún». En el centro del pasaje de hoy está el evento del exorcismo, a través del cual Jesús es presentado como profeta poderoso en palabras y en obras.
Él entra en la sinagoga de Cafarnaún en sábado y se pone a enseñar; las personas permanecen sorprendidas por sus palabras, porque no son palabras comunes, no se parecen a lo que escuchan normalmente. Los escribas, de hecho, enseñan pero sin tener una autoridad propia. Y Jesús enseña con autoridad. Jesús, sin embargo, enseña como uno que tiene autoridad, revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe fundar la propia enseñanza solo sobre las tradiciones precedentes. Jesús tiene una autoridad plena. Su doctrina es nueva y el Evangelio dice que la gente comentaba: «Una doctrina nueva, expuesta con autoridad» (v. 27).
Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso también en las obras. En la sinagoga de Cafarnaún hay un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se manifiesta gritando estas palabras: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios» (v. 24). El diablo dice la verdad: Jesús ha venido para destruir al diablo, para destruir al demonio, para vencerlo. Este espíritu inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también la santidad. Jesús lo grita, diciéndole: «Cállate y sale de él» (v. 25). Estas pocas palabras de Jesús bastan para obtener la victoria de Satanás, el cual sale de ese hombre «agitándole violentamente», dice el Evangelio (v. 26).
Este hecho impresiona mucho a los presentes; todos se quedaron pasmados y se preguntan: «¿Qué es esto? […] Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Que la Virgen María, mujer de escucha, nos ayude a hacer silencio alrededor y dentro de nosotros, para escuchar, en el estruendo de los mensajes del mundo, la palabra con más autoridad que hay: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, también de la del Maligno.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer llegó desde Afganistán la dolorosa noticia de la terrible masacre terrorista que se produjo en la capital Kabul, con más de cien muertos y numerosos heridos. Hace pocos días, otro atentado, también en Kabul, sembró terror y muerte en un gran hotel. ¿Hasta cuándo el pueblo afgano deberá soportar esta violencia deshumana? Recemos en silencio por todas las víctimas y por sus familias; y recemos por cuantos, en ese país, siguen trabajando para construir la paz. Se celebra hoy la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad lamentablemente golpea todavía sobre todo a las personas más desfavorecidas y más pobres. A estos hermanos y hermanas aseguramos nuestra cercanía y solidaridad; y rezamos también por aquellos que les asisten y trabajan por su reinserción en la sociedad.
Saludo a las familias, las parroquias, las asociaciones y todos los que han venido de Italia y de tantas partes del mundo. En particular a los estudiantes de Badajoz (España), los fieles de Liubliana (Eslovenia) y los de Venecia y Veglie. ¡Con gran afecto saludo a los chicos y las chicas de Acción Católica de la diócesis de Roma! Espero que también haciendo ruido sepáis hacer cosas buenas ¿no? Queridos jóvenes, también este año, acompañados del arzobispo vicario, de vuestros padres y educadores y de los sacerdotes asistentes, habéis venido en gran número al finalizar la «Caravana de la Paz». Os doy las gracias por esta iniciativa. ¡Muchas gracias! ¡No os canséis de ser instrumento de paz y de alegría entre vuestros compañeros! Escuchemos ahora todos el mensaje que vuestros amigos, aquí junto a mí, nos leerán.
[Después de la lectura del mensaje el Papa se dirigió a los dos niños que estaban con él:]
«Gracias, gracias. ¡Quedaos aquí. Saludad, saluda, saluda. Sin miedo!» Y ahora, junto a nuestras oraciones por la paz, cada uno de nosotros en su corazón rece por la paz. ¡Junto a estas oraciones subirán al cielo los globos!
[Finalmente, después del lanzamiento de los globos Francisco concluyó:]
¿Habéis visto estos globos? Cuando nosotros rezamos mal, cuando llevamos una vida que no es la vida que Jesús quiere, nuestras oraciones no llegan y por eso debe venir una ayuda para hacerlas subir. Cuando vosotros sentís que vuestras oraciones no suben, buscad ayuda de alguien. A todos deseo un feliz domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
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