SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
PAPA FRANCISCO
REGINA COELI
Plaza de San Pedro
Domingo, 20 de mayo de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la fiesta de hoy de Pentecostés culmina el tiempo pascual, centrado en la muerte y resurrección de Jesús. Esta solemnidad nos hace recordar y revivir el derramamiento del Espíritu Santo sobre los apóstoles y los demás discípulos, reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo (cf. Hechos de los Apóstoles 2, 1-11). Aquel día se inició la historia de la santidad cristiana, porque el Espíritu Santo es la fuente de la santidad, que no es el privilegio de unos pocos, sino la vocación de todos. Por el bautismo, de hecho, estamos todos llamados a participar en la misma vida divina de Cristo y con la confirmación, a convertirnos en testigos suyos en el mundo.
«El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). «Dios quería santificar y salvar a los hombres, no individualmente y sin ninguna conexión entre ellos, sino que quiere convertirlos en un pueblo, reconociéndolo según la verdad y servirlo en santidad» (Cost. Dogm. Lumen gentium, 9).
Ya por medio de los antiguos profetas el Señor había anunciado al pueblo este designio suyo. Ezequiel: «Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. […] Vosotros seréis mi pueblo yo seré vuestro Dios» (36, 27-28). El profeta Joel: «Yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos e hijas profetizarán. […] Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. […] Todo el que invoque el nombre de Yahveh será salvo» (3, 1-2.5). Y todas estas profecías se realizan en Jesucristo, «mediador y garante de la efusión perenne del Espíritu» (Misal Romano, Prefacio después de la Ascensión). Y hoy es la fiesta de la efusión del Espíritu.
Desde aquel día de Pentecostés, y hasta el fin de los tiempos, esta santidad, cuya plenitud es Cristo, se entrega a todos aquellos que se abren a la acción del Espíritu Santo, y se esfuerzan en serle dóciles. Es el Espíritu el que hace experimentar una alegría plena. El Espíritu Santo, viniendo a nosotros, vence la sequedad, abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece la maduración interna en la relación con Dios y el prójimo. Es lo que dice san Pablo: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gálatas 5, 22). Todo esto hace el Espíritu en nosotros. Por eso, hoy festejamos esta riqueza que el Padre nos da.
Pidamos a la Virgen María que obtenga hoy un Pentecostés renovado para la Iglesia, una renovada juventud que nos dé la alegría de vivir y testimoniar el Evangelio e «infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios» (Gaudete et exsultate, 177).
Después del Regina Coeli:
Queridos hermanos y hermanas:
Pentecostés nos lleva a Jerusalén con el corazón. Ayer por la tarde estuve espiritualmente unido a la vigilia de oración por la paz que tuvo lugar en esa ciudad, santa para judíos, cristianos y musulmanes. Y hoy continuamos invocando al Espíritu Santo para que suscite voluntades y gestos de diálogo y de reconciliación en Tierra Santa y todo Oriente Medio.
Deseo dedicar un recuerdo particular a la amada Venezuela. Pido que es Espíritu Santo dé a todo el pueblo venezolano —todo, gobernantes, pueblo— la sabiduría para encontrar el camino de la paz y la unidad. También rezo por los detenidos que murieron ayer.
El evento de Pentecostés marca el origen de la misión universal de la Iglesia. Por eso hoy se publica el Mensaje para la próxima Jornada mundial de las misiones. Y me gusta también recordar que ayer se cumplieron 175 años del nacimiento de la Obra de la Infancia Misionera, que ve a los niños como protagonistas de la misión, con la oración y los pequeños gestos cotidianos de amor y de servicio. Agradezco y animo a todos los niños a que participen en la difusión del Evangelio en el mundo. ¡Gracias!
Os dirijo un cordial saludo a vosotros, peregrinos venidos de Italia y de diversos países. En particular, a los alumnos del Colegio Irabia-Izaga de Pamplona, al grupo del Colégio São Tomás de Lisboa y a los fieles de Neuss (Alemania).
Saludo a la Schola cantorum de Vallo della Lucania, a los fieles de Agnone y aquellos de San Valentino en Abruzzo Citeriore, a los chicos de la confirmación de San Cataldo, a la Cooperativa social «Giovani Amici» de Terrassa Padovana y al Instituto escolástico «Caterina di Santa Rosa» de Roma, que celebra 150 años.
ANUNCIO DE CONSISTORIO PARA EL NOMBRAMIENTO DE CATORCE PURPURADOS
Queridos hermanos y hermanas:
Me complace anunciar que el 29 de junio llevaré a cabo un Consistorio para el nombramiento de 14 nuevos cardenales. Su procedencia expresa la universalidad de la Iglesia que continúa anunciando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra. La inserción de los nuevos cardenales en la diócesis de Roma, además, manifiesta el vínculo inseparable entre la sede de Pedro y las Iglesias particulares difundidas en el mundo.
He aquí el nombre de los nuevos cardenales:
1. Su Beatitud Louis Raphaël I Sako — Patriarca de Babilonia de los Caldeos.
2. S.E. Mons. Luis Ladaria — Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
3. S.E. Mons. Angelo De Donatis — Vicario General de Roma.
4. S.E. Mons. Giovanni Angelo Becciu — Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado y Delegado Especial en la Soberana Orden Militar de Malta
5. S.E. Mons. Konrad Krajewski — Limosnero Apostólico.
6. S.E. Mons. Joseph Coutts — Arzobispo de Karachi.
7. S.E. Mons. António dos Santos Marto — Obispo de Leiria-Fátima.
8. S.E. Mons. Pedro Barreto — Arzobispo de Huancayo.
9. S.E. Mons. Desiré Tsarahazana — Arzobispo de Toamasina.
10. S.E. Mons. Giuseppe Petrocchi — Arzobispo de L’Aquila.
11. S.E. Mons. Thomas Aquinas Manyo — Arzobispo de Osaka.
Junto a ellos uniré a los miembros del colegio cardenalicio: a un arzobispo, un obispo y un religioso que se han distinguido por su servicio a la Iglesia:
12. S.E. Mons. Sergio Obeso Rivera — Arzobispo emérito de Xalapa.
13. S.E. Mons. Toribio Ticona Porco — Prelado emérito de Corocoro.
14. R.P. Aquilino Bocos Merino — Claretiano.
Recemos por los nuevos cardenales, para que confirmando su adhesión a Cristo, Sumo Sacerdote misericordioso y fiel (cf. Hebreos 2, 17), me ayuden en mi ministerio de Obispo de Roma por el bien de todo el Santo Pueblo fiel de Dios.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana