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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Cómo se responde a las tentaciones

Viernes 10 de febrero de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 7, viernes 17 de febrero de 2017

 

En la debilidad de las tentaciones, que todos tenemos antes o después — basta con pensar en la tragedia de la corrupción que comienza siempre con las pequeñas concesiones — no se debe cometer la ingenuidad de embrollarse en el diálogo: es necesario, sin embargo, tener la valentía de la oración y pedir perdón para levantarse de nuevo e ir adelante, con la certeza de que la gracia nos ayuda a no escondernos del Señor. Es una “manual” esencial práctico contra las tentaciones el sugerido por el Papa Francisco en la misa celebrada el viernes 10 de febrero, en la capilla de la Casa Santa Marta.

«Tanto al inicio de la creación, como al inicio de la re-creación, como primer evento está la tentación», recordó en seguida el Papa, haciendo referencia a la primera lectura, del libro del Génesis (3, 1-8): «Adán y Eva estaban en el paraíso terrestre con todos los dones que Dios había dado, con la tarea de hacer, de cuidar, de llevar adelante la creación, y con el amor. Con estas tres cosas estaban allí para hacer su vida y precisamente al inicio llega la tentación». Del mismo modo, «la tentación viene», siempre «al principio», cuando «Jesús deja Nazaret, se hace bautizar, va al desierto a rezar para comenzar la tarea que Dios le había dado». Por eso, destacó Francisco, «tanto en la creación como en la re-creación está la tentación».

«Hemos escuchado —prosiguió— este pasaje del libro del Génesis, la primera tentación, la de Adán y Eva». El texto bíblico «nos dice» que «“la serpiente era la más astuta”: el diablo se hace ver en forma de serpiente atrayente y con la astucia trata de engañar: él es especialista en esto, es el “padre de la mentira”, así lo llama Jesús». El diablo, explicó el Papa, «es un mentiroso, sabe cómo engañar, sabe cómo estafar a la gente». Y así «la serpiente engañó a Eva con su astucia: le hace sentir bien, le hace —por así decir— beber un poco de agua dulce». Tanto que Eva «se siente bien, se fía, comienza el diálogo y, paso a paso, la lleva donde él quiere».

El diablo, prosiguió el Pontífice, intenta hacer «lo mismo con Jesús en el desierto. Le hace tres propuestas, pero este diálogo con Jesús termina mal para el diablo: “¡Vete Satanás!”». Sin embargo «el diálogo con Eva no termina bien para Eva: gana Satanás».

«Cuando el diablo engaña a una persona —afirmó el Papa— lo hace con el diálogo, trata de dialogar». Es precisamente eso lo que trata de hacer también «con Jesús: “Tú tienes hambre, hay una piedra, tú eres Dios, ¡conviértela en pan! Tú has venido aquí para salvarnos a todos, una vida de cansancio, de trabajo, pero ven conmigo, vamos al templo y tírate sin paracaídas: ¡harás un bonito espectáculo y toda la gente creerá en ti y todo terminará en media hora!”». Pero «Jesús no lo hace». Y así al final el diablo «muestra el verdadero rostro: “¡Ven, ven!”». Y «le muestra todo el mundo y le propone la idolatría: “¡Adórame, yo te daré todo esto!”».

Francisco llamó la atención sobre la actitud de Jesús que es tentando: no dialoga con el diablo, más bien «escucha al diablo y da una respuesta, pero que no es suya: toma la respuesta de la Palabra de Dios». Y de hecho «las tres respuestas de Jesús al diablo son tomadas de la Biblia, del Antiguo Testamento, de la Palabra de Dios, porque con el diablo no se puede dialogar».

Con Eva, sin embargo, la tentación del diablo fue de otra manera. Era «ingenua», explicó el Papa. Y al inicio la situación le «parecía buena». Pensaba «que se habría transformado en una diosa, es el pecado de la idolatría»: por esto «fue adelante» con el diálogo. Pero terminó mal, nos dice el Génesis: «Ella y el marido desnudos, sin nada». La cuestión, afirmó Francisco, es que «el diablo es un mal pagador, no paga bien: es un estafador, te promete todo y te deja desnudo». Cierto, también «Jesús terminó desnudo, pero en la cruz, por obediencia al Padre: otro camino».

Por tanto, destacó el Pontífice, «la serpiente, el diablo es astuto: no se puede dialogar con el diablo». Por otro lado, añadió, «todos nosotros sabemos qué son las tentaciones, todos sabemos porque todos las tenemos: ¡muchas tentaciones de vanidad, de soberbia, de codicia, de avaricia, muchas!» Pero todas «empiezan» cuando nos decimos: «pero, se puede, se puede...»

«Hoy se habla mucho de corrupción» recordó Francisco explicando: «Muchos corruptos, muchos peces gordos corruptos que hay en el mundo, de los cuales conocemos su vida a través de los periódicos, quizá comenzaron con una pequeña cosa, no sé, para ajustar bien el balance: eso que era un kilo, no, hacemos novecientos gramos pero que parezca un kilo». Porque «la corrupción comienza desde lo poco, con el diálogo», precisamente como sucede con Eva que se siente segura con la serpiente: «Pero no, no es verdad que te hará mal este fruto, cómelo, es bueno, es poca cosa, nadie se dará cuenta, ¡hazlo, hazlo!». Y así, «poco a poco, poco a poco, se cae en el pecado, se cae en la corrupción».

«La Iglesia hoy, con esta liturgia de la palabra, nos enseña — explicó el Papa — a no ser ingenuos, por no decir tontos, para tener los ojos abiertos y pedir ayuda al Señor porque solos no podemos». Y después, en el pasaje del Génesis, «está también una palabra que es algo triste: Adán y Eva se “esconden” del Señor». Porque «la tentación te lleva a esconderte del Señor y tú te vas con tu culpa, con tu pecado, con tu corrupción, lejos del Señor». A ese punto «es necesaria la gracia de Jesús para volver y pedir perdón, como hizo el hijo pródigo». Es por esto que «en la tentación no se dialoga, se reza: “Ayuda, Señor, soy débil, no quiero esconderme de ti”».

«Esto es valentía, esto es ganar» concluyó Francisco. Porque «cuando tú empiezas a dialogar terminarás vencido, derrotado». De aquí el deseo de «que el Señor nos dé la gracia y nos acompañe en esta valentía y, si estamos engaños por nuestra debilidad, en la tentación nos dé la valentía de levantarnos e ir adelante: ¡por esto ha venido Jesús, por esto!».

 



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