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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

La brújula del creyente

Jueves 2 de marzo de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 10, viernes 10 de marzo de 2017

 

La «brújula del cristiano es seguir a Cristo crucificado»: no un falso Dios «desencarnado y abstracto», sino Dios que se hizo carne y que lleva sobre sí «las llagas de nuestros hermanos». Una fuerte llamada a la conversión y a lo concreto de la realidad es la sugerencia del Papa Francisco para la Cuaresma, propuesta en la meditación de la misa celebrada el jueves 2 de marzo por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.

«La palabra, la exhortación de la Iglesia precisamente desde el inicio de la Cuaresma es “convertíos”» y «lo hemos dicho antes del Evangelio: “Convertíos, dice el Señor”» hizo notar el Pontífice enseguida, citando el canto al Evangelio, tomado de Mateo (4, 17). Así «hoy —explicó— la liturgia de la Palabra nos hace reflexionar sobre tres realidades que hay tener delante para esta conversión: la realidad del hombre —la realidad de la vida— la realidad de Dios y la realidad del camino». Estas «son realidades de la experiencia humana, las tres, pero que la Iglesia, y también nosotros, tenemos delante para esta conversión».

La primera realidad, por consiguiente, es «la realidad del hombre: tu estás ante una elección» afirmó Francisco haciendo una referencia al pasaje del Deuteronomio (30, 15-20) propuesto por la liturgia: «Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia». Nosotros hombres estamos ante esta realidad: o es el bien, o es el mal (…). Pero si tu corazón se desvía y si no escuchas y te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses irás por el camino del mal. Y «esto —explicó el Papa— nosotros lo percibimos en nuestra vida: siempre podemos tomar o el bien o el mal, está la realidad humana de la libertad. Dios nos ha hecho libres, la elección es nuestra». Pero el Señor «no nos deja solos, nos enseña, nos advierte: estate atento, está el bien y el mal; adorar a Dios, cumplir los mandamientos es el camino del bien; ir a otra parte, el camino de los ídolos, de los falsos dioses —muchos falsos dioses— que hacen equivocar la vida». Y «esta es una realidad: la realidad del hombre es que todos nosotros estamos ante el bien y el mal».

Luego, prosiguió el Pontífice, «hay otra vía, la segunda realidad fuerte: la realidad de Dios». Sí, afirmó, «hay Dios, pero ¿Cómo hay Dios? Dios se hizo Cristo: esta es la realidad y para los discípulos era difícil entender esto». A propósito Francisco volvió a proponer el pasaje evangélico del día, Lucas (9, 22-25): «Jesús dijo a sus discípulos: “el Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser asesinado y resucitar al tercer día”». Así «Dios ha tomado toda la realidad humana, menos el pecado: no hay Dios sin Cristo, un Dios sin Cristo, “desencarnado”, es un Dios no real». Efectivamente, explicó el Papa, «la realidad de Dios es Dios hecho Cristo por nosotros, para salvarnos, y cuando nos alejamos de esto, de esta realidad y nos alejamos de la cruz de Cristo, de la verdad de las llagas del Señor, nos alejamos también del amor, de la caridad de Dios, de la salvación y vamos por un camino ideológico de Dios, lejano: No es Dios que vino a nosotros y se hizo cercano para salvarnos y murió por nosotros».

«Esta es la realidad de Dios —insistió Francisco— Dios revelado en Cristo: no hay un Dios sin Cristo». A este propósito, confió, «me viene a la mente un diálogo de un escritor francés del siglo pasado, un diálogo entre un agnóstico y un creyente. El agnóstico de buena voluntad preguntaba al creyente: “Pero, cómo puedo... para mí el problema es cómo Cristo es Dios: no puedo entender esto, ¿cómo Cristo es Dios?”. Y el creyente respondió: “Para mí esto no es un problema, el problema habría sido si Dios no se hubiera hecho Cristo”».

Entonces, volvió a plantear el Pontífice, «esta es la realidad de Dios: Dios hecho Cristo, Dios hecho carne y este es el fundamento de las obras de misericordia», porque «las llagas de nuestros hermanos son las llagas de Cristo, son las llagas de Dios, porque Dios se hizo Cristo». Y, advirtió Francisco, «no podemos vivir la Cuaresma sin esta segunda realidad: nosotros debemos convertirnos no a un Dios abstracto, sino al Dios concreto que se hizo Cristo».

He aquí entonces, «la realidad del hombre —estamos ante el bien y el mal— la realidad de Dios —Dios se hizo Cristo— y la tercera realidad humana: la realidad del camino». La pregunta es «¿cómo vamos?, ¿qué camino tomar?». El Papa volvió a proponer la fuerza de las palabras de Jesús: «Si alguien quiere seguirme, que reniegue de sí mismo, tome su cruz cada día y me siga». Porque «la realidad del camino es la de Cristo: seguir a Cristo, hacer la voluntad del Padre, como Él, tomar las cruces de cada día y renegar de sí mismo para seguir a Cristo». Esto significa «no hacer lo que quiero yo, sino lo que quiere Jesús, seguir a Jesús». Y Él dice «que por este camino nosotros perdemos la vida para ganarla después; es un continuo perder la vida, perder el hacer lo que yo quiero, perder las comodidades, estar siempre en el camino de Jesús que estaba al servicio de los demás, a la adoración de Dios: ese es el camino justo».

Por tanto, «tres realidades»: «la realidad humana, del hombre, de la vida, del hombre ante el bien y el mal; la realidad de Dios: Dios se hizo Cristo y no podemos adorar un Dios que no sea Cristo, porque esta es la realidad». Y además «la realidad del camino: el único camino seguro es seguir a Cristo crucificado, el escándalo de la cruz». Y «estas tres realidades humanas son la brújula del cristiano, con estas tres señales, que son realidad, nosotros no nos equivocaremos de camino». De ahí también la sugerencia al inicio de la Cuaresma: «“Convertíos” dice el Señor, es decir, tomad en serio estas realidades de la experiencia humana: la realidad de la vida, la realidad de Dios y la realidad del camino».

 



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