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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

El verdadero ayuno

Viernes 3 de marzo de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 10, viernes 10 de marzo de 2017

 

¿Cómo se puede pagar una cena de doscientos euros y luego hacer como que no se ve a un hombre hambriento a la salida del restaurante? Y ¿cómo se puede hablar de ayuno y penitencia y luego no pagar los impuestos a las asistentas domésticas o el sueldo justo a los propios trabajadores recurriendo al salario en negro? Precisamente del riesgo de caer en la tentación de «tomar el atajo de la vanidad», del querer parecer buenos haciendo «un bonito donativo a la Iglesia» mientras se «explotan» a las personas, el Papa Francisco ha puesto en guardia en la misa celebrada el viernes por la mañana, 3 de marzo, en Santa Marta. Una reflexión sobre el significado del «verdadero ayuno» surgida de la elocuente actualidad de las palabras del profeta Isaías: «más bien No es este el ayuno que quiero: ¿deshacer los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertada los quebrantados y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?»

«La palabra del Señor —hizo presente enseguida Francisco— hoy habla del ayuno, es decir de la penitencia que nosotros estamos invitados a hacer en este tiempo de Cuaresma: la penitencia para acercarse al Señor». En el salmo 50, efectivamente, «hemos orado: “Te agrada, Señor, el corazón penitente”». Y «el corazón que se siente pecador y sabe que es pecador, ante Dios se presenta así y ante los demás lo mismo: “soy pecador y por esto intento humillarme”».

La primera lectura, explicó el Papa haciendo referencia al paso extraído del profeta Isaías (58, 1-9), «es precisamente un debate entre Dios y los que se lamentan de que Dios no escucha sus oraciones, sus penitencias, sus ayunos». El Señor dice: «vuestro ayuno es un ayuno artificial, no es un ayuno de verdad, es un ayuno para cumplir una formalidad». Porque afirmó Francisco, «ellos ayunaban solo para obedecer a ciertas leyes». Y en el pasaje de Isaías «se lamentan porque su ayuno no era eficaz» y preguntan: «¿Por qué ayunar si tú no lo ves, mortificarte, si tú no so sabes?». Pero «he aquí —responde el Señor— en el día de vuestro ayuno cuidáis de vuestros negocios, humilláis a todos vuestros trabajadores. He aquí, vosotros ayunáis entre peleas y altercados golpeando con puñetazos a malvados». En fin, «por una parte ayunáis, hacéis penitencia, y por otra parte, hacéis injusticias». Al fin y al cabo, explicó el Pontífice, «estos creían que ayunar era un poco como maquillar el corazón: “yo soy justo porque ayuno”». Y «es la queja que hacen a Jesús estos discípulos de Juan —que eran buenos— y los fariseos: “soy justo, me maquillo el corazón pero luego me peleo, exploto a la gente”».

«En el día del ayuno cuidáis de vuestros asuntos»: esto «es el sentido más incisivo», dijo una vez más el Papa, añadiendo que se trata de «negocios sucios». Un modo de hacer que «Jesús siempre ha dicho que es hipocresía».

Así, prosiguió, «hemos oído cuando Jesús habla de esto, el miércoles pasado: “Cuando ayunáis no os mostréis melancólicos, la cara triste, para que toda la gente vea que ayunáis”». Y «cuando reces no hagas ver que estás rezando para que la gente diga: “pero qué persona buena, justa”». En fin, «cuando dáis limosna no hagáis sonar la trompeta».

También en el pasaje Isaías, «el Señor explica a esta gente que se lamenta de cuál era el verdadero ayuno: “Más bien no es este el ayuno que quiero: ¿deshaced las cadenas inicuas, quitad los vínculos del yugo, liberad los oprimidos y romped cada yugo? ¿No consiste quizás en el dividir el pan con el hambriento, en introducir en casa a los miserables, sin techo, en vestir a uno que ves desnudo, sin descuidar a tus parientes? Esto quiero yo, esto es el ayuno que yo quiero”».

El otro, sin embargo, «es el ayuno “hipócrita” —es la palabra que usa tanto Jesús— es un ayuno para hacerse ver o para sentirse justo, pero al mismo tiempo he cometido injusticias, no soy justo, exploto a la gente». No vale decir: «yo soy generoso, haré un buen donativo a la Iglesia». Más bien, «dime, ¿pagas lo justo a tus asistentas domésticas? ¿A los trabajadores les pagas en negro? ¿O como dice la ley para que puedan dar de comer a sus hijos?».

«Me viene a la mente —confió Francisco — una historia que escuché contar al padre Arrupe», el religiosos español que fue propósito general de la Compañía de Jesús desde 1965 al 1983: «Cuando él era misionero en Japón, al principio, lleno de celo apostólico, después de la bomba atómica, viajó por algunos países del mundo para suscitar este celo apostólico y pedir oraciones para la misión de Japón y pedir ayuda. Y daba conferencias y explicaba. Era un hombre de gran celo apostólico y un hombre de oración, de verdad». Padre Arrupe, «hablando de esta hipocresía, contó que un día, después de una conferencia, se le acercó una persona muy importante de la sociedad de ese país y le dijo: “Me ha conmovido, padre, con lo que usted ha dicho. Yo quisiera ayudarle, también. Venga a mi oficina, mañana, porque quisiera dar un donativo, una ayuda. Le espero mañana”».

Y así «al día siguiente» el jesuita «fue dónde él»; pero ese hombre «lo esperaba con un fotógrafo y con un periodista. Era un hombre de negocios conocido y le dijo: “Padre, muchas gracias”. Hizo un pequeño discurso, abrió el cajón, cogió un sobre: “Este es mi donativo que quiero dar para Japón. Muchas gracias”. Hablaron un poco y se fue. Hizo otra conferencia. Después dio el sobre al secretario que lo ayudaba y fue el secretario y dijo: “Pero, padre, ¿este sobre quién te lo ha dado?” — “Ese señor para darme las gracias” —“¡Pero hay diez dólares dentro!”».

«Esto —hizo notar el Papa— es lo mismo que nosotros hacemos cuando no pagamos lo justo a nuestra gente». Así «nosotros tomamos de nuestras penitencias, de nuestros gestos de oración, de ayuno, de limosna, tomamos una “tangente”: la tangente de la vanidad, del hacernos ver». Pero «eso no es autenticidad, es hipocresía». Por tanto, insistió el Pontífice, «cuando Jesús dice: “cuando recéis hacedlo a escondidas, cuando deis limosna no hagáis sonar la trompeta, cuando ayunéis no pongáis cara triste”, es lo mismo que si dijera: “por favor, cuando hagáis una buena obra no toméis la tangente de esta buena obra, es solamente para el Padre”».

En el pasaje de Isaías, prosiguió el Papa, hay una palabra del Señor dirigida a aquellos «que hacen este ayuno hipócrita», que «parece dicha para nuestros días: “No es este el ayuno que quiero: ¿deshacer los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertada los quebrantados y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?”». Francisco sugirió pensar «en estas palabras: pensemos en nuestro corazón, cómo ayunamos, rezamos, damos limosna». Y «también —concluyó el Papa— nos ayudará pensar qué siente un hombre después de una cena que ha pagado, no sé, doscientos euros, vuelve a casa y ve a un hombre hambriento y no lo mira y continúa caminando. Nos hará bien pensarlo».

 



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