Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DEL CIBERENCUENTRO MUNDIAL
ORGANIZADO POR LA FUNDACIÓN
SCHOLAS OCCURRENTES

Viernes, 5 de junio de 2020

[Multimedia]


 

Queridos hermanos y hermanas de Scholas:

Hoy, luego de todos estos años compartiendo la pregunta que nos funda, es una gran alegría poder llamarlos “comunidad”: Comunidad de amigos, comunidad de hermanos, hermanas.

Aún recuerdo el origen: dos enseñantes, dos profesores, en medio de una crisis, con un poco de locura y un poco de intuición. Una cosa no planeada, vivida a medida que iba caminando.

Cuando la crisis en aquel entonces dejaba una tierra de violencia, aquella educación reunió a los jóvenes generando sentido y, por lo tanto, generando belleza.

Tres imágenes de este camino me vienen al corazón, que fueron tres imágenes que guiaron tres años de reflexión y de encuentro: el loco de “La strada” de Fellini, “El llamado de Mateo” de Caravaggio y “El idiota” de Dostoevskij.

El Sentido —el loco—, el Llamado —Mateo— y la Belleza.

Las tres historias son la historia de una crisis. Y en las tres, por lo tanto, se pone en juego la responsabilidad humana. Crisis significa originalmente “ruptura”, “tajo”, “apertura”, “peligro”, pero también “oportunidad”.

Cuando las raíces necesitan espacio para seguir creciendo la maceta acaba por romperse.

Es que la vida es más grande que nuestra propia vida y, por eso, se parte. ¡Pero esa es la vida! Crece, se rompe.

¡Pobre de la humanidad sin crisis! Toda perfecta, toda ordenadita, toda almidonadita. Pobre. Sería, pensémosla, una humanidad así sería una humanidad enferma, muy enferma. Gracias a Dios que no se da. Sería una humanidad dormida.

Por otra parte, así como la crisis nos funda por llamarnos al abierto, el peligro sucede cuando no nos enseñan a relacionarnos con aquella apertura. Por eso las crisis si no son bien acompañadas son peligrosas, porque uno se puede desorientar. Y el consejo de los sabios, hasta para las pequeñas crisis personales, matrimoniales, sociales: “nunca te adentres sólo en la crisis, andá acompañado”.

Allí, en la crisis, nos invade el miedo, nos cerramos como individuos, o comenzamos a repetir lo que a muy pocos les conviene, vaciándonos de sentido, tapando el propio llamado, perdiendo la belleza. Esto es lo que pasa cuando uno atraviesa una crisis solo, sin reservas. Esta belleza que, como decía Dostoevskij, salvará al mundo.

Scholas nació de una crisis, pero no alzó los puños para pelearse con la cultura, y tampoco bajó los brazos para resignarse, ni salió llorando: ¡Qué calamidad, qué tiempos terribles! Salió a escuchar el corazón de los jóvenes, a cultivar la realidad nueva. “¿Esto no está funcionando? Vamos a buscar allí”.

Scholas se asoma a través de las fisuras del mundo —no con la cabeza— con todo el cuerpo, para ver si desde lo abierto regresa otra respuesta.

Y eso es educar. La educación escucha, o no educa. Si no escucha, no educa. La educación crea cultura, o no educa. La educación nos enseña a celebrar, o no educa.

Alguno me puede decir. “Pero cómo, ¿educar no es saber cosas?”. No. Eso es saber. Pero educar es escuchar, crear cultura, celebrar.

Y de este modo fue creciendo Scholas.

Ni siquiera estos dos locos —los padres fundadores, les podemos decir riéndonos— imaginaban que aquella experiencia educativa en la diócesis de Buenos Aires, luego de veinte años crecería como una nueva cultura, “poéticamente habitando esta tierra”, como nos enseñaba Hölderlin. Escuchando, creando y celebrando la vida. Esa nueva cultura poéticamente habitando esta tierra.

Armonizando el lenguaje del pensamiento con los sentimientos y las acciones. Es lo que ustedes me escucharon varias veces: lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos, sincronizados. Cabeza, corazón y manos creciendo armónicamente.

Yo vi en Scholas profesores y alumnos japoneses bailando con colombianos. ¡Es imposible! Yo lo vi. Vi a los jóvenes de Israel jugando con los de Palestina. Lo vi. A los estudiantes de Haití pensando con los de Dubái. A los niños de Mozambique pintando con los de Portugal... Vi, entre Oriente y Occidente, un olivo creando cultura del encuentro.

Por eso, en esta nueva crisis que hoy enfrenta la humanidad, donde la cultura demostró haber perdido su vitalidad, quiero celebrar que Scholas, como una comunidad que educa, como una intuición que crece, abra las puertas de la Universidad del Sentido. Porque educar es buscar el sentido de las cosas. Es enseñar a buscar el sentido de las cosas.

Reuniendo el sueño de los niños y los jóvenes con la experiencia de los adultos y los viejos. Ese encuentro tiene que darse siempre sino no hay humanidad, porque no hay raíces, no hay historia, no hay promesa, no hay crecimiento, no hay sueños, no hay profecía.

Alumnos de todas las realidades, lenguas y creencias, porque nadie queda afueracuando aquello que se enseña, no es una cosa, sino la Vida. La misma vida que nos origina y originará siempre otros mundos. Mundos diferentes, únicos, como lo somos también nosotros. En nuestros más profundos dolores, alegrías, deseos y nostalgias. Mundos de Gratuidad, de Sentido y de Belleza. “El idiota”, la “llamada” de Caravaggio y el loco de “La strada”.

Nunca se olviden de estas últimas tres palabras, gratuidad, sentido y belleza. ¡Pueden parecer inútiles!, sobre todo hoy en día. ¿Quién se pone a hacer una empresa buscando gratuidad, sentido y belleza? No produce, no produce. Y sin embargo, de esta cosa que parece inútil depende la humanidad entera, el futuro.

Sigan adelante, tomen esa mística que fue regalada, que no la inventó nadie; y los primeros en sorprenderse fueron estos dos locos que la fundaron. Y por eso la entregan, la dan, porque no es de ellos. Es algo que les vino como regalo. Sigan adelante sembrando y cosechando, con la sonrisa, con el riesgo, pero todos juntos y siempre de la mano para superar cualquier crisis.

Que Dios los bendiga. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana