MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES DEL
33 FESTIVAL INTERNACIONAL DE LOS JÓVENES
[Medjugorje, 1-6 de agosto de 2022]
En aquel tiempo, nos cuenta el evangelista Mateo, Jesús, dirigiéndose a todos, dijo: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,28-30). Igual que en aquel tiempo, así también hoy Jesús se dirige a todos vosotros, queridos jóvenes, y con la palabra-guía del Festival de este año, inspirado en el Evangelio recientemente mencionado, os invita: “Aprended de mí y encontraréis la paz”.
El Señor no reserva estas palabras sólo a los apóstoles o a algunos de sus amigos, sino a todos los que están cansados y agobiados. Él sabe lo difícil que puede ser la vida y que hay muchas cosas que nos oprimen el corazón: muchas decepciones, diferentes heridas del pasado, cargas que llevamos e injusticias que soportamos, muchas incertidumbres y preocupaciones. Frente a todo esto Jesús nos dice: “Venid a mí y aprended de mí”. Se trata de una invitación a moverse, a no quedarse parados, congelados y asustados delante de la vida, y a encomendarse a Él. Parece fácil, pero en los momentos oscuros viene natural encerrarse dentro de uno mismo. Sin embargo, Jesús quiere sacarnos, por eso nos dice “Ven”.
La salida está en la relación, en el alzar la mirada hacia Aquel que nos ama verdaderamente. Pero, no basta con salir de uno mismo, sino que es necesario saber dónde ir, dado que hay tantos objetivos engañosos que prometen un futuro mejor, sin embargo, nos dejan en la soledad de antes. Por esto, el Señor indica dónde ir: “Venid a mí”.
Queridos amigos, id a Él con un corazón abierto, tomad su yugo y aprended de Él. Id al Maestro para convertiros en sus discípulos y herederos de su promesa de paz. Cargad con su yugo que os hará descubrir la voluntad de Dios y os convertiréis en partícipes del misterio de su cruz y su resurrección. El “yugo” del que habla Cristo es la ley del amor, es el mandamiento que dejó a sus discípulos: amaos los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15,12). Porque el verdadero remedio para las heridas de la humanidad es un estilo de vida basado en el amor fraterno, que tiene su raíz en el amor de Dios.
Caminando junto con Él e imitándolo, aprenderéis de Él. Él es un Maestro que no impone a los demás una carga que él mismo no lleva. Se dirige a los humildes, a los pequeños y pobres porque Él mismo se ha hecho pobre y humilde. Y para aprender, antes que nada, es necesario ser humildes y reconocer la propia ignorancia y soberbia que nos hacen pensar que podemos hacerlo todo nosotros solos y con nuestras propias fuerzas. Es necesario tener el oído abierto a las palabras del Maestro. Así se aprende su corazón, su amor, su forma de pensar, de ver y de actuar. Es necesaria la valentía de estar cerca de Él e imitarlo.
Queridísimos, no tengáis miedo, id a Él con todo lo que lleváis dentro del corazón, Él es el único Señor que ofrece el verdadero descanso y la verdadera paz. Seguid el ejemplo de María, Su Madre y nuestra Madre, que os llevará a Él. Encomendaos a la Stella Maris, signo de esperanza en el mar revuelto, que nos guía hacia el puerto de paz. Ella, que conoce su Hijo, os ayudará a imitarlo en la relación con Dios Padre, en compasión hacia el prójimo y en la conciencia de lo que estamos llamados a ser, hijos de Dios. En este momento, en el corazón del verano, el Señor os invita a ir de vacaciones con Él, en el lugar más especial que hay: el propio corazón.
Queridos jóvenes, mientras descansáis en Jesucristo estos días, os encomiendo a todos a la Bienaventurada Virgen María, nuestra Madre celestial, para que por su intercesión y con su ejemplo, toméis sobre vosotros el yugo dulce y ligero de secuela de Cristo. La mirada de Dios Padre que os ama personalmente os acompañe cada día, de tal forma que, en las relaciones con los demás, podáis ser testigos de la paz que recibiréis como don. Por esto rezo y os bendigo, y os pido también a vosotros que recéis por mí.
Francisco
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L'Osservatore Romano, 5 de agosto de 2022
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