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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA ASOCIACIÓN NACIONAL MUNICIPIOS ITALIANOS

Sala Clementina
Sábado 5 de abril de 2014

 

 

Doy las gracias al señor alcalde de Turín por sus palabras en nombre de todos vosotros. Le agradezco que haya mencionado al cardenal Pellegrino, a quien le estoy muy agradecido: en la posguerra fue él quien ayudó a mi familia a encontrar trabajo. Es un hermoso gesto, el suyo. Recordar a estos hombres de Iglesia, a estos hombres y a estas mujeres de Iglesia —párrocos, religiosas, laicos— que sabían caminar con su pueblo, en medio del pueblo y con el pueblo. Y un poco esta es la identidad del alcalde. Usted comenzó su discurso diciendo: «Este se dirige a alcalde, estos se dirigen al alcalde...». Con todos los que se dirigen al alcalde, pobre alcalde, termina agotado de tantas cosas... Pero este es el trabajo del alcalde, y yo diría vuestra espiritualidad. Pienso un poco en el final de la jornada, y os hablaría del cansancio del alcalde, cuando tras una jornada regresa a casa con tantas cosas que no se han resuelto. Algunas sí, pero muchas no.

El alcalde entre la gente. No se entiende un alcalde que no esté allí, porque él es un mediador, un mediador en medio de las necesidades de la gente. Y el peligro es convertirse en un alcalde que no sea mediador, sino intermediario. Y ¿cuál es la diferencia? La diferencia es que el intermediario explota las necesidades de las partes y toma una parte para sí, como quien tiene un negocio pequeño y uno que le provee y toma de aquí y toma de allá; y ese alcalde, si existe —lo digo como posibilidad— ese alcalde no sabe lo que es ser alcalde. En cambio, mediador es aquel que él, él mismo, es el que paga con su vida por la unidad de su pueblo, por el bienestar de su pueblo, por llevar adelante las diversas soluciones de las necesidades de su pueblo. Después del tiempo dedicado a ser alcalde, este hombre, esta mujer termina cansado, cansada, con las ganas de descansar un poco, pero con el corazón lleno de amor porque ha hecho de mediador. Y os deseo esto: que seáis mediadores. Entre la gente, para crear la unidad, para construir la paz, para resolver los problemas y resolver también las necesidades del pueblo.

Pienso en Jesús: no era alcalde, pero quizá su imagen nos sirve. Pienso en Jesús en un momento de su vida, cuando estaba en medio de la multitud: la multitud lo empujaba hasta el punto —dice el Evangelio — de no poder casi respirar. Así debe ser el alcalde con su gente, con él, con ella, porque esto significa que el pueblo, como con Jesús, lo busca porque él sabe responder. Os deseo esto. Cansancio, en medio de vuestro pueblo, y que la gente os busque porque sabe que vosotros respondéis siempre bien.

Gracias por lo que realizáis, y rezad por mí.



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