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AUDIENCIA A LOS FIELES PROCEDENTES DE SRI LANKA
CON MOTIVO DEL 75 ANIVERSARIO DE LA CONSAGRACIÓN DE LA IGLESIA EN SRI LANKA A LA VIRGEN MARÍA

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica Vaticana
Sábado 8 de febrero de 2014

 

¡Buenos días!

Os saludo, queridos hermanos y hermanas de la comunidad esrilanquesa en Italia. Saludo fraternalmente al cardenal Malcolm Ranjith y a los demás obispos de vuestra patria. Y doy las gracias al cardenal por la invitación a visitar Sri Lanka. Acojo esta invitación y creo que el Señor nos dará la gracia. Habéis venido en peregrinación a Roma para rendir homenaje a la Virgen, al término de las celebraciones por el 75° aniversario de la consagración a Ella de la Iglesia en Sri Lanka.

Hace setenta y cinco años, las oscuras nubes de lo que fue la segunda guerra mundial se acumulaban en el cielo, y los fieles, guiados por una segura intuición de fe, se encomendaron a la Virgen, que siempre defiende a sus hijos de los peligros. En 1940, en las dramáticas circunstancias de la guerra, el arzobispo de Colombo, monseñor Jean-Marie Masson, de los Oblatos de María Inmaculada, hizo voto de hacer construir un santuario en honor a la Virgen si la isla era preservada de la invasión extranjera. Así sucedió, y tras el final de la guerra se edificó el hermoso santuario de Nuestra Señora de Lanka, en Tewatte, consagrado hace ya cuarenta años.

Queridos hermanos y hermanas, la Virgen está siempre cerca de nosotros, nos mira a cada uno con amor materno y nos acompaña siempre en nuestro camino. No dudéis en recurrir a Ella en cada necesidad, sobre todo cuando se hace sentir el peso de la vida con todos sus problemas.

A vuestra patria se la llama la Perla del Océano Índico, por su belleza natural y su conformación. Se dice que la perla está formada por las lágrimas de la ostra. Lamentablemente, muchas lágrimas fueron derramadas en los últimos años con motivo del conflicto interno que provocó tantas víctimas y causó numerosos daños. No es fácil, lo sé, curar las heridas y colaborar con el adversario de ayer para construir juntos el mañana, pero es la única senda que nos da esperanza de futuro, esperanza de desarrollo y esperanza de paz. Por ello, os aseguro que ocupáis un sitio especial en mi oración. Suplico al Señor que os done la paz y la reconciliación, y que os ayude en el intento de asegurar un futuro mejor para todos los habitantes de Sri Lanka.

Os encomiendo a la materna intercesión de María, Nuestra Señora de Lanka. Os pido que recéis por mí y de corazón os bendigo.

 

 



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