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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA XXIX CONFERENCIA INTERNACIONAL
ORGANIZADA POR EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS AGENTES SANITARIOS
SOBRE EL TEMA «LA PERSONA CON TRASTORNOS DEL ESPECTRO AUTISTA: ANIMAR LA ESPERANZA»

Aula Pablo VI
Sábado 22 de noviembre de 2014

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Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias por vuestra acogida!

Os recibo de buen grado al término de vuestra XXIX Conferencia internacional y os doy las gracias por haber querido realizar una iniciativa tan meritoria y actual, dedicada a un tema complejo como lo es el autismo.

Os saludo con afecto a todos vosotros que habéis venido para participar en este encuentro, centrado en la oración y en el testimonio, junto a las personas que padecen trastornos del espectro autista, sus familias y las asociaciones del sector.

Tales trastornos constituyen una de las fragilidades que afectan a numerosos niños y, como consecuencia, a sus familias. Ellos representan uno de esos ámbitos que interpelan directamente las responsabilidades de los gobiernos y de las instituciones, sin olvidar, ciertamente, la de las comunidades cristianas.

Es necesario el compromiso de todos para promover la acogida, el encuentro, la solidaridad, en una obra concreta de apoyo y de renovada promoción de la esperanza, contribuyendo de este modo a romper el aislamiento y, en muchos casos, también el estigma que pesa sobre las personas que padecen trastornos del espectro autista, como con frecuencia también sobre sus familias.

Se trata de un acompañamiento no anónimo ni impersonal, sino que quiere, ante todo, escuchar las exigencias profundas que brotan del fondo de una patología, que muchas veces cuesta no sólo ser diagnosticada, sino —sobre todo para las familias— ser acogida sin vergüenza o replegándose en la soledad. Es una cruz.

En la asistencia a las personas que padecen trastornos del espectro autista se desea, por lo tanto, crear, en el territorio, una red de apoyo y de servicios, completa y accesible, que implique, además de los padres, también a los abuelos, amigos, terapeutas, educadores y agentes pastorales. Estas figuras pueden ayudar a las familias a superar la sensación, que algunas veces puede surgir, de inadecuación, ineficacia y frustración.

Agradezco, por ello, el trabajo realizado cada día por las familias, los grupos parroquiales y las diversas asociaciones que hoy están aquí representadas y de las que hemos escuchado significativos y conmovedores testimonios. A todos ellos dirijo mi reconocimiento personal y el de toda la Iglesia.

Aliento, además, el arduo trabajo de los estudiosos e investigadores, a fin de que se descubran lo antes posible terapias e instrumentos de apoyo y de ayuda para curar y, sobre todo, para prevenir la manifestación de estos trastornos. Todo esto con la debida atención a los derechos de los enfermos, a sus necesidades y sus potencialidades, salvaguardando siempre la dignidad de cada persona.

Queridos hermanos y hermanas, os encomiendo a todos a la protección de la Virgen, y os agradezco de corazón vuestras oraciones. Ahora, todos juntos, recemos a la bienaventurada Virgen María por todos los agentes sanitarios, por los enfermos, y luego recibimos la bendición. [Avemaría... Bendición...].

También ahora, todos juntos, haremos una oración por el alma del cardenal Angelini, que fue el fundador de este Consejo para la salud, quien inició esta obra de servicio de la Iglesia y que el Señor llamó esta noche a estar con Él. [Padrenuestro... Avemaría... Gloria Patri... Requiem aeternam...]. 

 



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