DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA PLENARIA DEL
CONSEJO DE CONFERENCIAS EPISCOPALES DE EUROPA (CCEE)
Sala del Consistorio
Viernes 3 de octubre de 2014
Queridos hermanos obispos:
Os saludo con afecto a todos, con ocasión de la asamblea plenaria del Consejo de Conferencias episcopales de Europa y agradezco al cardenal Péter Erdő las palabras con las que ha introducido este encuentro.
Como pastores cercanos a vuestro pueblo y atentos a las exigencias de la gente, conocéis bien la complejidad de los escenarios y la importancia de los desafíos que también debe afrontar la misión de la Iglesia en Europa. Como escribí en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, estamos llamados a ser una Iglesia «en salida», en movimiento desde el centro hacia la periferia, para salir al encuentro de todos, sin miedo, sin desconfianza y con valentía apostólica (cf. n. 20) ¡Cuántos hermanos y hermanas, cuántas situaciones, cuántos contextos, incluso los más difíciles, tienen necesidad de la luz del Evangelio!
Quiero agradeceros, queridos hermanos, el compromiso con el que habéis acogido este texto. Sé que este documento es cada vez más objeto de amplia reflexión pastoral y estímulo para caminos de fe y evangelización de tantas parroquias, comunidades y grupos. También este es un signo de comunión y unidad de la Iglesia.
El tema de vuestra plenaria, «Familia y futuro de Europa», constituye una ocasión importante para reflexionar juntos sobre cómo valorizar a la familia en cuanto recurso inestimable para la renovación pastoral. Me parece importante que pastores y familias trabajen juntos, con espíritu de humildad y diálogo sincero, para que las comunidades parroquiales lleguen a ser «familia de familias». En este ámbito, dentro de vuestras respectivas Iglesias locales han florecido interesantes experiencias que merecen la atención necesaria y acrecentar una proficua colaboración. Novios que viven seriamente la preparación para el matrimonio; parejas de esposos que acogen a hijos de otros de modo transitorio o en adopción; grupos de familias que en la parroquia o en los movimientos se ayudan en el camino de la vida y de la fe. No faltan diferentes experiencias de pastoral de la familia y de compromiso político y social en apoyo de las familias, ya sea de las que viven una vida matrimonial ordinaria, ya sea de las que viven afectadas por problemas o rupturas. Es importante captar estas experiencias significativas presentes en los diversos ámbitos de la vida de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, acerca de los cuales hay que realizar un discernimiento oportuno para después «ponerlos en la red», implicando así a otras comunidades diocesanas.
La colaboración entre pastores y familias también se extiende al campo de la educación. Por sí misma la familia que ya cumple bien su misión con sus miembros es una escuela de humanidad, de fraternidad, de amor, de comunión, que prepara a ciudadanos maduros y responsables. Una colaboración abierta entre realidad eclesial y familia favorecerá la maduración de un espíritu de justicia, de solidaridad, de paz y también de valentía en las propias convicciones. Se trata de apoyar a los padres en su responsabilidad de educar a los hijos, salvaguardando su derecho imprescindible de dar a sus hijos la educación que consideren más idónea. En efecto, los padres siguen siendo los primeros y principales educadores de sus hijos, por tanto, tienen el derecho de educarlos en conformidad con sus convicciones morales y religiosas. Al respecto, se podrán delinear comunes y coordinadas directrices pastorales que habrá que poner en práctica para promover y apoyar positivamente a las escuelas católicas.
Queridos hermanos: Os aliento a proseguir vuestro compromiso de favorecer la comunión entre las distintas Iglesias de Europa, facilitando una adecuada colaboración con vistas a una evangelización fructuosa. También os invito a ser una «voz profética» dentro de la sociedad, sobre todo allí donde el proceso de secularización en curso en el continente tiende a hacer cada vez más marginal hablar de Dios. Que en esta tarea os sostenga la intercesión celestial de la Virgen María y de las santas y santos patronos de Europa. Os pido, por favor, que recéis por mí, y os bendigo de corazón.
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