DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS FUNCIONARIOS, AGENTES Y PERSONAL
DE LA COMISARÍA DE SEGURIDAD PÚBLICA JUNTO AL VATICANO
Sala Clementina
Jueves 22 de enero de 2015
Señor jefe de Policía,
señor prefecto,
señor cuestor,
queridos funcionarios y agentes:
Me complace acogeros con ocasión del intercambio de felicitaciones por el año nuevo, que marca el 70º aniversario de vuestra actividad. Este tradicional encuentro me ofrece la oportunidad de dirigiros un saludo personal y de expresaros mi agradecido reconocimiento por el trabajo que diariamente lleváis a cabo con profesionalidad y entrega.
Mi saludo y mis felicitaciones se dirigen ante todo a la doctora Maria Rosaria Maiorino, a quien agradezco las corteses expresiones que me dirigió en nombre de todos. Saludo cordialmente a los miembros de la Comisaría de seguridad pública junto al Vaticano, así como a los demás dirigentes y funcionarios de la Policía de Estado y a los capellanes dirigidos por el coordinador nacional. Aseguro un recuerdo especial en la oración por vuestro colega Alessandro, recientemente fallecido, y abrazo con afecto a la esposa y al hijo aquí presentes.
Hemos iniciado hace poco un nuevo año, y muchas son nuestras expectativas y esperanzas. En el horizonte vemos también sombras y peligros que preocupan a la humanidad. Como cristianos estamos llamados a no desanimarnos y a no desalentarnos. Nuestra esperanza se apoya sobre una roca inquebrantable: el amor de Dios, revelado y entregado en Cristo Jesús, nuestro Señor. Recordemos las palabras consoladoras del apóstol Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado» (Rm 8, 35.37).
Queridos funcionarios y agentes, a la luz de esta firme esperanza, vuestro trabajo adquiere un significado diverso, que se remite a los valores humanos y cristianos. Vosotros, en efecto, tenéis la tarea de custodiar y vigilar lugares que tienen una grandísima importancia para la fe y la vida de millones de peregrinos. Muchas personas que llegan para visitar el corazón de la Roma cristiana a menudo se dirigen a vosotros. Que cada uno pueda sentirse ayudado y protegido por vuestra presencia y vuestra atención. Sí, queridos hermanos y hermanas, todos estamos llamados a ser custodios de nuestro prójimo. El Señor nos pedirá cuentas de la responsabilidad confiada a nosotros, del bien o del mal que hayamos realizado a nuestro prójimo.
Invocamos la maternal protección de la Virgen Madre al inicio de este nuevo año, le confiamos toda preocupación y esperanza, para que en todas las circunstancias de la vida podamos amar, gozar y vivir en la fe del Hijo de Dios, que se hizo hombre por nosotros.
Os pido, por favor, que recéis por mí y de corazón os bendigo. Gracias.
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