DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL SEMINARIO INTERNACIONAL
DE CAPELLANES CATÓLICOS DE LA AVIACIÓN CIVIL,
ORGANIZADO POR EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES
Sala Clementina
Viernes 12 de junio de 2015
Señor cardenal,
queridos hermanos y hermanas:
Os acojo al final del seminario internacional de los capellanes católicos de la aviación civil y de los miembros de las capellanías aeroportuarias, organizado por el Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes sobre el tema: «Evangelii gaudium: ¿qué ayuda para el ministerio pastoral de la capellanía aeroportuaria?» Saludo cordialmente al presidente y le agradezco sus amables palabras. Os saludo a todos vosotros, que habéis participado en estas jornadas de estudio para intercambiar ideas y experiencias pastorales.
En especial, habéis reflexionado sobre cómo acoger las indicaciones de la exhortación apostólica en el apostolado de los aeropuertos, partiendo siempre del testimonio, para ayudar a las personas a abrir el corazón y la vida a Cristo. La solicitud pastoral en el ámbito de la aviación civil se dirige a todos los que, de diversos modos, pertenecen a la comunidad civil, independientemente de la nacionalidad, del credo religioso o de la cultura, con particular atención a los que entre ellos son más pobres, sufren y son marginados.
El aeropuerto es lugar de encuentro de muchas personas que viajan por trabajo, por turismo, por otras necesidades; por él transitan emigrantes y refugiados, niños y ancianos, personas que tienen necesidad de cuidados y atenciones especiales. Y además están las personas que trabajan allí cada día, con sus situaciones personales y profesionales. Está también el preocupante número de pasajeros sin documentos —a menudo refugiados y solicitantes de asilo—, que son detenidos en los locales aeroportuarios por breves o largos períodos, a veces sin adecuada asistencia humana y espiritual.
A veces pueden verificarse situaciones trágicas a causa, por ejemplo, de incidentes o cambio de rutas, con consecuencias serias para la incolumidad y el estado psicológico de las personas. También en estas circunstancias llaman y buscan al capellán los que tienen necesidad de consuelo y aliento.
También en los aeropuertos Cristo, buen Pastor, quiere cuidar a sus ovejas mediante los sacramentos de la reconciliación y la eucaristía, donde el encuentro con la infinita misericordia de Dios abre caminos impensados de evangelización. En efecto, en nuestros días anunciar el Evangelio implica aliviar a las personas de las cargas que pesan en el corazón y en la vida; significa proponer las palabras de Jesús como alternativa a las promesas del mundo, que no dan la felicidad verdadera. Hoy es más urgente redescubrir el rostro compasivo de Dios, y por eso será valioso el tiempo de gracia que nos ofrecerá el Año santo de la misericordia.
La capellanía aeroportuaria está llamada a ser un lugar de unidad en la diversidad para todas las categorías de personas. Los aeropuertos parecen ciudades en las ciudades, donde múltiples realidades se entrelazan y sobreponen. Como una gran ciudad, el aeropuerto es un ambiente cosmopolita, multiétnico y multirreligioso, y vosotros, capellanes y miembros de las capellanías, estáis inmersos en la vida de esta singular comunidad; y por eso es importante colaborar dócilmente y ponerse siempre a la escucha del Espíritu Santo, que crea unidad en la diversidad (cf. Hch 2, 1-13).
La misión en el aeropuerto requiere también trabajar para que las personas tengan el deseo de escuchar la Palabra de Dios. Quien escucha y toma en serio la voz de Dios, a su vez es capaz de ofrecer palabras de consuelo y ayudar a los demás a confiar en la misericordia divina, que es un refugio seguro para el que es débil y no tiene la presunción de salvarse por sí solo. La misericordia divina se abre a todos y muestra la voluntad de Dios, que quiere salvar a todos.
Queridos hermanos y hermanas: Os aliento a trabajar a fin de que en estos particulares lugares de «frontera», que son los aeropuertos, haya espacio para encontrar y practicar amor y diálogo, que alimentan la fraternidad entre las personas y preservan un clima social pacífico. Y ruego con vosotros al Señor para que vuestro apostolado, que participa en la misión universal de la Iglesia, sea anuncio eficaz de la Buena Nueva.
Os bendigo a todos vosotros y a vuestras comunidades. Que la Virgen os proteja. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
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