DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL
DE LA ORDEN DE LOS CLÉRIGOS REGULARES DE SOMASCA*
Sala del Consistorio
Jueves 30 de marzo de 2017
Queridos hermanos:
Me complace daos la bienvenida y os saludo cordialmente, empezando por el Superior General, a quien agradezco sus palabras. El tema que habéis elegido para vuestro Capítulo General: “Pasemos a la otra orilla junto con nuestros hermanos con los que queremos vivir y morir”, está inspirado en las palabras de Jesús (cf. Lc 8,22) y se refiere a un pasaje crucial de la historia de vuestra institución para comprender su valor profético. Efectivamente, a partir de 1921, un pequeño grupo de Somascos dejó las costas europeas para desembarcar en las riberas lejanas del continente americano. Fue una apertura misionera decisiva, que dio un nuevo impulso y amplias perspectivas apostólicas a vuestra familia religiosa.
Ahora os proponéis redescubrir las motivaciones ideales de aquel empuje evangelizador para actuarlas en el hoy de la Iglesia y de la sociedad, fieles al carisma de vuestro fundador y teniendo en cuenta los cambios de las condiciones sociales y culturales. En este discernimiento os sostienen los frutos espirituales del Jubileo somasco 2011-2012 que han hecho y todavía hacen tanto bien a vuestras comunidades. En aquella circunstancia significativa, en la que conmemorasteis con gratitud el quinto centenario de la fundación de vuestra Orden, mi predecesor Benedicto XVI os envío un mensaje en el que os instaba a seguir el ejemplo luminoso de san Jerónimo Emiliani, preocupándoos por «cada una de las pobrezas de nuestra juventud, morales, físicas, existenciales, y sobre todo la pobreza de amor, raíz de todos los problemas humanos» (20 de julio de 2011).
El ideal que movió a Jerónimo Emiliani fue la reforma de la Iglesia a través de las obras de caridad. Su proyecto era el de reformarse primero a sí mismo en la fidelidad al Evangelio, después a la comunidad cristiana y a la sociedad civil, que no pueden ignorar a los pequeños y a los marginados, sino socorrerlos y promover su desarrollo humano integral. También yo os animo a permanecer fieles a la inspiración original y a que os pongáis “en salida” para ir hacia la humanidad herida y descartada, con opciones evangélicamente eficaces que surgen de la capacidad de ver el mundo y la humanidad con los ojos de Cristo. El rasgo característico de vuestra vocación es, ante todo, el cuidado de los últimos, especialmente los huérfanos y jóvenes abandonados, según el método educativo de vuestros fundador, fuertemente centrado en la persona, en su dignidad, en el desarrollo de sus capacidades intelectuales y manuales. Y hablando de huérfanos, hay nuevos “medio huérfanos”: esos emigrantes, chicos, niños, que vienen solos a nuestras tierras y necesitan encontrar paternidad y maternidad. Me gustaría hacer hincapié en esto: en los barcos muchos vienen solos y eso es lo que necesitan. Esto y otras cosas son tarea vuestra.
Para que vuestro servicio al Evangelio se adhiera más a las situaciones concretas de la vida de las personas, estáis elaborando nuevos métodos de cumplir vuestra misión. En particular, a partir de la realidad actual de vuestra Orden, os enfrentáis a la cuestión de su fisonomía internacional e intercultural en relación con el servicio a los pobres y a los últimos. Os animo a prestar atención a las diferentes formas de marginalidad en las periferias geográficas y existenciales. No tengáis miedo de “dejar los odres viejos”, afrontando la transformación de las estructuras cuando sea útil para un servicio más evangélico y en consonancia con el carisma original. Las estructuras, en algunos casos, dan una falsa protección y obstaculizan el dinamismo de la caridad y del servicio al Reino de Dios. Quisiera reiterarlo: las estructuras, en algunos casos, dan una falsa protección y obstaculizan el dinamismo de la caridad y del servicio al Reino de Dios. Pero detrás de estos procesos siempre está la experiencia de un encuentro gozoso con Cristo y de la consagración a su persona, está la exigencia gozosa de la primacía de Dios y de no anteponerle nada así como a las “cosas” del Espíritu, está el don de manifestar su misericordia y su ternura en la vida fraternal y en la misión .
Para ofrecer un servicio adecuado en el campo del malestar infantil y juvenil, tenéis la oportunidad de involucrar a los laicos somascos, de cara a un compromiso más consistente en el ámbito social del carisma. Los derechos humanos, la protección de los menores, los derechos de la infancia y de la adolescencia, la protección del trabajo infantil, la prevención de la explotación y de la trata de personas, son temas que deben ser abordados a través de la fuerza liberadora del Evangelio y, al mismo tiempo, con adecuadas herramientas operativas y competencias profesionales.
San Jerónimo Emiliani, un contemporáneo de Lutero, vivió con sufrimiento la laceración de la unidad católica; cultivó y promovió en Italia la reforma de la Iglesia, “sua ardentissima sete”, con las obras de caridad, la obediencia a los pastores, la contemplación del Crucificado y de su misericordia, la enseñanza del catecismo, la fidelidad a los sacramentos, el culto de la Eucaristía, el amor a la Virgen María. ¡Que su ejemplo y su intercesión os empujen a consagrar vuestras fuerzas al anuncio de la salvación en Cristo, para que pueda llegar a las personas y a las comunidades de las naciones donde estáis presentes y a sus tradiciones!; así progresa la inculturación, condición necesaria para el enraizamiento de la Iglesia en el mundo. En particular, os animo a continuar vuestra labor de formación de catequistas, de animadores laicos y del clero. Uno de los peligros más graves, más fuertes hoy en la Iglesia es el clericalismo. Trabajad con los laicos, que sean ellos los que lleven adelante, que tengan el valor de ir adelante, y vosotros sostenedlos y ayudadlos como sacerdotes, como religiosos. Este es un servicio muy valioso para las Iglesias locales, en comunión con los Pastores y en unión con toda la Iglesia y su tradición viviente.
También el diálogo ecuménico merece vuestra contribución. El camino hacia la unidad plena es largo, requiere la escucha paciente de lo que el Espíritu dice a las Iglesias, y hoy en particular, a las comunidades eclesiales de África y Asia, en las que se trabajáis con ardor apostólico. La colaboración posible entre todos los bautizados y la búsqueda de una mayor fidelidad al único Señor son directamente parte de la misión. El Señor apoyará vuestros esfuerzos en este sentido.
Queridos hermanos, ante vosotros está la tarea de continuar y desarrollar la obra inspirada por Dios a San Jerónimo Emiliani, declarado por el Papa Pio XI Patrón universal de los huérfanos y de la juventud abandonada. Un renovado ardor misionero os empuje a dedicaros al servicio del Reino de Dios a través de la educación de los jóvenes, para que crezcan fuertes en la fe, libres y responsables, valientes en el testimonio y generosos en el servicio. Os animo a proseguir con vuestro camino de secuela y celo apostólico, rico en numerosas obras y siempre abierto a nuevas expresiones, de acuerdo con las necesidades más urgentes de la Iglesia y de la sociedad en diferentes momentos y lugares. Fieles al carisma del Instituto y unidos a los pastores, continuaréis dando una contribución fecunda a la misión evangelizadora de la Iglesia. Pido al Espíritu Santo, con la intercesión maternal de la Virgen María, que os ilumine en vuestros trabajos capitulares, y os imparto de corazón la bendición apostólica.
* Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede
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