ENCUENTRO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON LOS PARTICIPANTES EN LA XII PEREGRINACIÓN INTERNACIONAL DE MONAGUILLOS
ORGANIZADA POR COETUS INTERNATIONALIS MINISTRANTIUM (CIM)
Plaza de San Pedro
Martes, 31 de julio de 2018
Diálogo del Santo Padre con los monaguillos
Queridos monaguillos, ¡buenas tardes!
Me alegra veros tan numerosos aquí en la Plaza de San Pedro, adornada con los colores de vuestras banderas. También tuve la alegría de veros ya hacia mediodía, con este calor: ¡que valientes sois! ¡Os felicito! Me habéis entregado los signos distintivos de vuestra peregrinación: ¡muchas gracias! Soy peregrino con vosotros que venís de tantos países del mundo. Estamos unidos en la fe en Jesucristo, caminamos con él, que es nuestra paz. Agradezco a su presidente monseñor Nemet el saludo que me ha dirigido en vuestros nombre. Me pidió que os alentara, me pidió: “¡Ermutigen Sie sie, Heiliger Vater!”. Tengo que animaros. Para esto os dejo el sitio y preguntadme.
DIÁLOGO DEL SANTO PADRE CON LOS MONAGUILLOS
1. De Luxemburgo (área lingüística francesa)
Santo Padre, como monaguillos y también como creyentes, nos damos la paz unos a otros, dándonos el signo de la paz durante la Santa Misa. ¿Cómo podemos contribuir a que también esta paz salga de las paredes de nuestras iglesias y así ser constructores de paz en nuestras comunidades, en nuestros países, en nuestras familias y en el mundo?
Santo Padre
¡Gracias! Lo has dicho muy bien: la paz y la santa misa van juntas. Antes de la señal de paz, pedimos al Señor que dé paz y unidad a la comunidad de la Iglesia. La paz es el don que nos transforma para que nosotros, como miembros de su cuerpo, podamos sentir los mismos sentimientos de Jesús, podamos pensar cómo El piensa ―los mismos sentimientos de Jesús, y pensar como Jesús piensa―, amar como Él ama. Y esto da paz. Y al final de la misa se nos envía con la palabra: “Id en paz”, es decir: llevad la paz con vosotros, para dársela a los demás, darla con vuestra vida, con una sonrisa, con las obras de caridad. El compromiso concreto con la paz es la prueba del hecho de que somos verdaderos discípulos de Jesús. La búsqueda de la paz comienza con cosas pequeñas. Por ejemplo, en mi casa, después de una riña entre hermanos, me encierro en mí mismo ―pregunto―, ¿haciéndome el ofendido o trato de dar un paso hacia el otro? ¿Puedo hacer las paces con pequeños gestos? Estoy listo para preguntarme en cada situación: “¿qué haría Jesús en mi lugar?”. Si hacemos esto y tratamos de ponerlo en práctica de manera decisiva, llevaremos la paz de Cristo a la vida cotidiana y seremos constructores e instrumentos de paz. Gracias.
2. De Portugal (área lingüística portuguesa)
Santo Padre, somos monaguillos servimos al Señor en el altar y lo contemplamos en la Eucaristía. ¿Cómo podemos vivir la contemplación espiritual según el ejemplo de María y el servicio práctico según el ejemplo de Marta de una manera concreta, tratando de reconocer lo que Jesús quiere de nosotros en nuestra vida?
Santo Padre
Como monaguillos, hacéis de hecho, un poco la experiencia de Marta y María. Es bueno si, además de vuestros turnos de servicio litúrgico sabéis, por un lado participar en la vida parroquial y por otro estar en silencio ante el Señor: ambas cosas. Y así, en este entrelazamiento de acción y contemplación, se reconoce también el plan de Dios para nosotros: vemos cuáles son los talentos e intereses que Dios nos pone en el corazón y cómo desarrollarlos; pero por encima de todo hay que ponerse humildemente ante Dios, tal como es, tal como somos, sin maquillaje, sin disfraz, tal como somos, delante de Dios, con nuestras virtudes y nuestros límites, pidiéndole cómo servirle mejor a Él y al prójimo. Y no tengáis miedo de pedir buenos consejos cuando os preguntéis cómo se puede servir a Dios y a las personas que necesitan ayuda en el mundo. Recordad que cuanto más os deis a los demás, más recibiréis en plenitud y seréis felices. Gracias.
3. De Antigua y Barbuda (área lingüística inglesa)
Santo Padre, siendo monaguillos, nos entristece ver que pocos coetáneos participan en la Santa Misa y la vida parroquial. La Iglesia, en algunos países, está perdiendo rápidamente, por diferentes razones, a muchos jóvenes. ¿Cómo podemos nosotros y nuestras comunidades llegar a estas personas y devolverlas a Cristo y a la familia de la Iglesia?
Santo Padre
Hoy como jóvenes, podéis ser apóstoles que saben cómo atraer a los demás a Jesús. Esto sucede si vosotros mismos estáis lleno de entusiasmo por Él, por Jesús, si lo habéis encontrado, conocido personalmente, y habéis sido, en primer lugar vosotros, “conquistados” por Él. Por eso os digo: intentar siempre conocer y amar más al Señor Jesús. Quiero repetirlo: tratad de conocer y amar cada vez más al Señor Jesús ―encontrándolo en la oración, la misa, en la lectura del Evangelio, en el rostro de los pequeños y los pobres. Y tratad de ser amigos, con gratuidad, de los que están a vuestro alrededor, ya que un rayo de luz de Jesús puede llegar a ellos a través de vuestro corazón enamorado de Él. Queridos chicos y chicas: no se necesitan tantas palabras, son más importante los hechos, la cercanía, el servicio, la mirada silenciosa ante el Santísimo Sacramento. Los jóvenes, como todos los demás, necesitan amigos que den un buen ejemplo, que hagan sin pretender, sin esperar algo a cambio. Y de esta manera también haréis que sientan lo hermosa que es la comunidad de los creyentes porque el Señor habita en medio de ellos, qué bonito es ser parte de la familia de la Iglesia. Gracias.
4. De Alemania (área lingüística alemana)
Santo Padre, muchas personas dicen que no necesitan a Dios, a la religión y a la Iglesia en sus vidas. ¿Por qué debería uno decidir precisamente por la fe católica? ¿Qué es lo más importante? ¿Y por qué la fe es tan importante para Usted?
Santo Padre
La fe es esencial, la fe me hace vivir. Yo diría que la fe es como el aire que respiramos. No pensamos a cada respiración cuanto se necesita el aire, pero cuando falta o no está limpio, ¡nos damos cuenta de lo importante que es! La fe nos ayuda a captar el significado de la vida: hay alguien que nos ama infinitamente, y este alguien es Dios. Él nos ama infinitamente. Podemos reconocer a Dios como nuestro creador y salvador; amar a Dios y acogerlo en nuestra vida como un don. Dios quiere entrar en una relación vital con nosotros; quiere crear relaciones, y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo. ¡No podemos creer en Dios y pensar que somos hijos únicos! El único Hijo Único que tiene Dios es Jesús. Único porque es Dios. Pero entre los hombres, no hay hijos únicos de Dios. ¡Pensadlo! Todos somos hijos de Dios estamos llamados a formar la familia de Dios, la Iglesia, la comunidad de hermanos y hermanas en Cristo ―somos «familia de Dios», como dice San Pablo (Ef 2,19). Y en esta familia de la Iglesia, el Señor nutre a sus hijos con su Palabra y sus sacramentos. Gracias.
5. De Serbia (área lingüística húngara)
Santo Padre, nuestro servicio como monaguillos es bonito, nos gusta mucho. Queremos servir al Señor y al prójimo. Pero hacer el bien no siempre es fácil, todavía no somos santos. ¿Cómo podemos traducir nuestro servicio, en la vida diaria, en obras concretas de caridad y en un camino hacia la santidad?
Santo Padre
Sí, se necesita esfuerzo para hacer siempre el bien y ser santos... Ya sabes, el camino hacia la santidad no es para los perezosos: se necesita esfuerzo. Veo que vosotros, los monaguillos os esforzáis en este camino. El Señor Jesús nos dio un programa simple para caminar por el camino hacia la santidad: el mandamiento del amor de Dios y del prójimo. Tratemos de estar bien arraigados en la amistad con Dios, agradecidos por su amor y deseosos de servirle en todo, y así no podemos dejar de compartir el don de su amor con los demás. Y para concretar el mandamiento del amor, Jesús nos ha indicado las obras de misericordia. Me gustaría preguntar aquí si todos vosotros conocéis las obras de misericordia. Estoy seguro de que vuestros obispos os las enseñaron. Pero vosotros ¿sabéis cuáles son las obras de misericordia? Si no las sabéis, ¿cómo podéis hacerlas? Es importante: las obras de misericordia. Son un camino exigente pero al alcance de todos. Para hacer una obra de misericordia, no es necesario ir a la universidad, tomar un título. Todos, todos podemos hacer las obras de misericordia. Están al alcance de todos. Es suficiente que cada uno de nosotros empiece a preguntarse: “¿Qué puedo hacer hoy, para salir al encuentro de las necesidades de mi prójimo?”, de este prójimo: de mis hermanos, de mi padre, de mi madre, de mis abuelos, de mis amigos, de los pobres, de los enfermos...; pero uno, uno por día. ¿Qué puedo hacer para salir al encuentro de las necesidades de mi prójimo? Y no importa si es un amigo o un desconocido, un compatriota o un extranjero, es el prójimo. Creedme, haciendo así podéis llegar a ser verdaderamente santos, hombres y mujeres que transforman el mundo viviendo el amor de Cristo. Es cierto, no es fácil, es un trabajo duro. Pero acordaos, lo vuelvo a decir: el camino hacia la santidad no es para los perezosos.
¡Gracias por este coloquio!
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
«Haced todo para gloria de Dios»: así nos exhorta san Pablo en la lectura que acabamos de escuchar. Servir a la gloria de Dios en todo lo que hacemos es el criterio decisivo para nuestra acción, la máxima síntesis de lo que significa vivir en amistad con Jesús. Es la indicación que nos orienta cuando no estamos seguros de qué es lo correcto hacer; nos ayuda a reconocer la voz de Dios dentro de nosotros, que nos habla en la conciencia para que podamos discernir su voluntad. La gloria de Dios es la aguja de la brújula de nuestra conciencia.
San Pablo también nos habla de otro criterio: esforzarse por complacer a todos en todo para que lleguen a la salvación. Todos somos hijos de Dios, tenemos los mismos deseos, sueños e ideales. A veces alguno se decepciona, y somos nosotros los que podemos reavivar la luz, transmitir un poco de buen humor. Así, es más fácil llevarse bien y atestiguar en la vida cotidiana el amor de Dios y la alegría de la fe. Depende de nuestra coherencia que nuestros hermanos reconozcan a Jesucristo, el único salvador y la esperanza del mundo.
Quizás os preguntéis: “¿Cómo puedo hacerlo? ¿No es una tarea demasiado difícil?”. Es verdad, es una gran misión, pero es posible. San Pablo nos alienta de nuevo: «Haceos imitadores míos, como yo lo soy de Cristo». Sí, podemos vivir esta misión imitando a Jesús como lo hizo el apóstol Pablo y todos los santos. Miremos a los santos, que son el Evangelio viviente, porque tradujeron el mensaje de Cristo en sus vidas. El santo de hoy, Ignacio de Loyola, que cuando era un joven soldado pensaba en su propia gloria, en el momento oportuno se sintió atraído por la gloria de Dios, y descubrió que allí estaba el centro y el sentido de la vida. Hagámonos imitadores de los santos; hagamos todo para la gloria de Dios y para la salvación de nuestros hermanos. Pero prestad atención y recordad: en este camino de seguir a los santos, en este camino de santidad, no caben los jóvenes perezosos. ¡Gracias!
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 31 de julio de 2018.
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