DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A SU BEATITUD RASTISLAV, ARZOBISPO DE PREŠOV,
PRIMADO DE LA IGLESIA ORTODOXA DE LAS TIERRAS CHECAS Y DE ESLOVAQUIA
Viernes, 11 de mayo de 2018
Beatitud:
En la alegría del Señor Resucitado me complace darle la bienvenida así como a la delegación que le acompaña en este peregrinaje a Roma que Usted cumple por primera vez como Primado de la Iglesia ortodoxa de las Tierras Checas y de Eslovaquia. Me complace su visita, que sigue la que hizo el año pasado a su archidiócesis el Cardenal Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Le agradezco también la conversación fraternal que tuvimos y las amables palabras que me dirigió.
El apóstol Pablo, antes de glorificar al Señor con la oferta de la vida en esta ciudad, escribía a los Romanos: «Busquemos, pues, lo que contribuye a la paz y nos hace crecer juntos» (14,19). Bendigamos a Dios por los vínculos espirituales que nos acomunan y que nos animan a seguir en la construcción recíproca y en la búsqueda común de la paz, don del Resucitado. Entre dichos vínculos me gustaría recordar la presencia, aquí en Roma, en la antigua basílica de San Clemente, de la tumba de San Cirilo, apóstol de los eslavos, cuya predicación difundió la fe en las tierras donde vuestra Iglesia desarrolla su misión. Ante su tumba Usted celebró la Divina Liturgia, honrando a este ilustre santo, venerado por los cristianos de Oriente y de Occidente. Precisamente la figura de San Cirilo me inspira tres breves pensamientos que me gustaría compartir fraternalmente.
Según la tradición, fueron los hermanos Cirilo y Metodio, procedentes de Tesalónica, los que trajeron al Papa Adriano II las reliquias de san Clemente, uno de los primeros obispos de Roma, muerto en exilio bajo el emperador Trajano. El gesto de Cirilo y Metodio nos recuerda que nosotros, los cristianos hemos heredado juntos – y necesitamos continuamente compartir – un patrimonio común de santidad. Entre los tantos testigos, innumerables mártires profesaron fidelidad a Jesús en los siglos pasados, como san Clemente, pero también en época reciente, por ejemplo cuando la persecución atea afectó a vuestros países. Aún hoy los sufrimientos de muchos hermanos y hermanas perseguidos a causa del Evangelio son una llamada urgente, que nos interpela a buscar una unidad mayor. ¡Que el ejemplo de Cirilo y Metodio nos ayude a valorizar este patrimonio de santidad que ya nos une!
Un segundo aspecto, que nos recuerdan los santos apóstoles de los eslavos, es la relación entre evangelización y cultura. Bizantinos de cultura, los santos hermanos tuvieron la audacia de traducir el mensaje evangélico en una lengua accesible a los pueblos eslavos de la Gran Moravia. Encarnando el Evangelio en una determinada cultura, hicieron que se desarrollase la cultura misma. El apostolado de los santos Cirilo y Metodio, que el Papa Juan Pablo II proclamó co-patrones de Europa, sigue siendo hoy para todos nosotros un modelo de evangelización. Para anunciar al Señor no es suficiente reafirmar los esquemas del pasado, sino que es necesario ponerse a la escucha del Espíritu, que siempre inspira caminos nuevos y valientes para evangelizar a los contemporáneos. Lo hace también hoy, incluso en países de tradición cristiana muy a menudo marcados por la secularización y la indiferencia.
Por último me gustaría citar otro aspecto de los santos Cirilo y Metodio. Ellos consiguieron superar las divisiones surgidas entre comunidades cristianas de culturas y tradiciones diferentes. En este sentido se puede decir que fueron «auténticos precursores del ecumenismo» (Juan Pablo II, Carta enc. Slavorum Apostoli, 14). Nos recuerdan así, que unidad no significa uniformidad, sino reconciliación de las diversidades en el Espíritu Santo. ¡Que el testimonio de los Santos Cirilo y Metodio nos acompañe, a lo largo del camino hacia la unidad plena, estimulándonos a vivir esta diversidad en la comunión y a no desanimarnos nunca en nuestro recorrido, que estamos llamados a cumplir por voluntad del Señor y con alegría. A este respecto, me alegro por la participación activa de vuestra Iglesia en la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, por medio del arzobispo Juraj, aquí presente. Espero que esta Comisión, que en el 2016, en Chieti, adoptó un documento sobre las relaciones entre primado y conciliaridad en el primer milenio, continúe a profundizar el diálogo sobre este tema.
Beatitud, queridos hermanos, os agradezco nuevamente vuestra visita, un don para crecer en la edificación recíproca, reforzando nuestros vínculos espirituales y de amistad. Pido al Señor, por la intercesión de los santos Cirilo y Metodio, que alcancemos un día la unidad plena, hacia la cual caminamos. Os ruego que llevéis a vuestros fieles la seguridad de mi recuerdo y de mis oraciones así como mi saludo en el Cristo resucitado. Invocando sobre todos la bendición del Señor y la protección de la Madre de Dios, os pido que me reservéis un lugar en vuestras oraciones.
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 11 de mayo de 2018.
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