DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL CONSEJO PARA UN CAPITALISMO INCLUSIVO
Lunes, 11 de noviembre de 2019
Eminencia,
queridos hermanos y hermanas:
Mi más cordial bienvenida a cada uno de vosotros reunidos en este encuentro de los miembros del Consejo para un Capitalismo Inclusivo. Agradezco al Cardenal Peter Turkson las amables palabras que me ha dirigido en nombre vuestro.
Hace tres años, al encontrar a los participantes del Foro Mundial Fortune-Time, subrayé la necesidad de contar con modelos económicos más inclusivos y equitativos que permitan a cada persona compartir los recursos de este mundo y poder realizar su potencial. El Foro de 2016 permitió un intercambio de ideas e información encaminados a crear una economía más humana y contribuir a la erradicación de la pobreza en ámbito mundial.
Vuestro Consejo es uno de los resultados del Foro 2016. Habéis asumido el reto de hacer realidad la visión del Foro buscando formas de hacer del capitalismo una herramienta más inclusiva para el bienestar humano integral. Se trata de superar una economía de exclusión y de reducir la brecha que separa a la mayoría de las personas de la prosperidad de la que pocos disfrutan (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 53-55). El aumento de los niveles de pobreza a escala mundial demuestra que la desigualdad prevalece sobre la integración armoniosa de las personas y las naciones. Existe una necesidad urgente de un sistema económico justo y fiable capaz de responder a los desafíos más radicales a los que se enfrentan la humanidad y el planeta. Os animo a perseverar en el camino de la solidaridad generosa y a trabajar por el retorno de la economía y de las finanzas a un enfoque ético que favorezca a los seres humanos (cf. ibíd., 58).
Una mirada a la historia reciente, en particular la crisis financiera de 2008, nos muestra que un sistema económico sano no puede basarse en beneficios a corto plazo a expensas de un desarrollo y de inversiones productivas, sostenibles y socialmente responsables a largo plazo.
Es cierto que la actividad empresarial «es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos», y «puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común» (Enc. Laudato si', 129). Pero, como recordaba San Pablo VI, el verdadero desarrollo no puede limitarse sólo al crecimiento económico, sino que debe favorecer la promoción de cada hombre y de todo el hombre (cf. Populorum progressio, 14). Esto significa mucho más que hacer que cuadren los balances, mejorar la infraestructura u ofrecer una mayor variedad de bienes de consumo. Lleva aparejado, más bien, una renovación, una purificación y un fortalecimiento de modelos económicos válidos basados en nuestra conversión personal y nuestra generosidad hacia los necesitados. Un sistema económico sin preocupaciones éticas no conduce a un orden social más justo, sino a una cultura “de usar y tirarˮ de consumo y de residuos. Por el contrario, cuando reconocemos la dimensión moral de la vida económica, que es uno de los muchos aspectos de la doctrina social de la Iglesia que debe ser plenamente respetada, somos capaces de actuar con caridad fraterna, deseando, buscando y protegiendo el bien de los demás y su desarrollo integral.
Queridos amigos, os habéis fijado la meta de extender a todas las oportunidades y beneficios de nuestro sistema económico. Vuestros esfuerzos nos recuerdan que quienes se dedican a la vida económica y comercial están llamados a servir al bien común tratando de aumentar los bienes de este mundo y hacerlos más accesibles a todos (cf. Evangelii gaudium, 203). En última instancia, no se trata simplemente de “tener másˮ, sino de “ser másˮ. Lo que se necesita es una profunda renovación de los corazones y de las mentes para que la persona humana pueda estar siempre en el centro de la vida social, cultural y económica.
Vuestra presencia aquí es, por lo tanto, un signo de esperanza, porque habéis reconocido las cuestiones a los que nuestro mundo está llamado a enfrentarse y el imperativo de actuar con decisión para construir un mundo mejor. Os expreso mi gratitud por vuestro compromiso de promover una economía más justa y humana, en línea con los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia y teniendo en cuenta a la persona en su totalidad, así como a las generaciones presentes y futuras. Un capitalismo inclusivo que no deja a nadie atrás, que no descarta a ninguno de nuestros hermanos y hermanas, es una aspiración noble, digna de vuestros mejores esfuerzos.
Os doy las gracias por este encuentro y os acompaño con mis oraciones. Sobre todos vosotros, sobre vuestras familias y vuestros colegas invoco la bendición de Dios, fuente de sabiduría, de fortaleza y de paz. Y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias.
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 11 de noviembre de 2019.
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