DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN ITALIANA DE ONCOLOGÍA MÉDICA (AIOM)
Sala Clementina
Lunes, 2 de septiembre de 2019
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dirijo mi cordial saludo a todos vosotros: al presidente, a quien agradezco sus palabras, a los médicos y pacientes presentes en este encuentro, y a todos los socios.
Desde 1973, la Asociación Italiana de Oncología Médica desempeña una función inapreciable en el sector de la salud, fomentando la investigación y la prevención, esforzándose por mejorar los diagnósticos y tratamientos, y desarrollando numerosas iniciativas de actualización y formación para los médicos y los otros trabajadores del sector de oncología. Vuestro estatuto ilustra los objetivos de la Asociación que, sin fines de lucro, se propone «promover el progreso en el campo clínico, experimental y del bienestar social» (art. 2), con una colaboración activa entre médicos de diferentes especialidades, organismos e instituciones. Os comprometéis a «favorecer las relaciones» y «establecer relaciones científicas y de colaboración» (íbid.) dentro del mundo científico y de la salud, tratando de incentivar el intercambio de los objetivos alcanzados y la multidisciplinariedad, no raras veces obstaculizada por una custodia celosa de los conocimientos.
En un mundo como el nuestro, a menudo empujado a la contraposición en todas las esferas de la convivencia humana, un compromiso esencial para la construcción del bien común es el de crear y fomentar relaciones. La elección consciente, y a menudo fatigosa, de un estilo que acomune en lugar de dividir está representada, a lo largo de la vida del AIOM, por el cuidado de la relación con el paciente, y hoy se manifiesta precisamente con la presencia entre vosotros de algunos de ellos. La elección de participar juntos en esta reunión, sentados uno al lado del otro, representa un mensaje fuerte y un signo elocuente no solo para el mundo de la salud, sino para toda la sociedad, llamada a renovarse en un estilo solidario y fraterno.
El Congreso Nacional, que celebraréis dentro de pocas semanas, estará dedicado precisamente a la atención de cada paciente, a la “mejor atención para cada paciente”, en función de las características biológicas y clínicas de cada uno. Así es como la oncología de precisión, que promovéis, también se convierte en una oncología de misericordia, porque el esfuerzo por personalizar la atención revela el interés no solo por la enfermedad, sino por el paciente y sus características, por la forma en que reacciona a la medicamentos, las informaciones más dolorosas, el sufrimiento. Una oncología de este tipo va más allá de la aplicación de los protocolos y revela un uso de la tecnología que está al servicio de las personas.
La tecnología no está al servicio del hombre cuando lo reduce a cosa, cuando distingue entre el que todavía es acreedor de cuidados y el que no, porque se le considera solamente una carga ―y a veces un descarte―. La práctica de la eutanasia, que ya es legal en varios estados, solo aparentemente busca alentar la libertad personal; en realidad se basa en una visión utilitaria de la persona, que se vuelve inútil o puede equipararse a un costo, si desde el punto de vista médico no tiene esperanza de mejorar o ya no puede evitar el dolor. Por el contrario, el compromiso de acompañar al paciente y a sus seres queridos en todas las etapas de la enfermedad tratando de aliviar su sufrimiento mediante paliación u ofreciendo un ambiente familiar en los hospicios, que son cada vez más numerosos, contribuye a crear cultura y prácticas más atentas al valor de cada persona. No os desaniméis nunca por la incomprensión que podáis encontrar, o ante la insistente propuesta de caminos más radicales y apresurados. Si se elige la muerte, los problemas se resuelven en cierto sentido; ¡pero cuánta amargura hay detrás de este razonamiento y qué rechazo de la esperanza implica la opción de renunciar a todo y romper todos los lazos! A veces estamos en una suerte de vaso de Pandora: todo se sabe, todo se explica, todo se resuelve, pero ha quedado escondido solamente algo: la esperanza. Y también tenemos que buscarla. Como traducir la esperanza, es más, como darla en los casos límites.
Vuestro servicio se convierte entonces en un trabajo de sensibilización en una sociedad poco consciente y a veces distraída. Le recordáis, de muchas maneras, la importancia de la prevención, que debe entenderse sea como un diagnóstico precoz, capaz de reducir significativamente la peligrosidad de las enfermedades oncológicas, sea como respeto por el cuerpo y sus necesidades. De hecho, la mejor y más verdadera prevención es la de un ambiente saludable y un estilo de vida que respete el cuerpo humano y sus leyes. Como sabemos, esto depende no solo de las decisiones individuales, sino también de los lugares donde vivimos que, especialmente en los grandes centros, someten al cuerpo a un estrés constante debido a los ritmos de vida y a la exposición a los contaminantes. Esto dirige nuestra atención al cuidado del medio ambiente natural, nuestra casa común a la que debemos respeto, para que a su vez nos respete. La protección del medio ambiente y la lucha contra los tumores se convierten, pues, en las dos caras del mismo problema, dos aspectos complementarios de la misma batalla de civilización y de humanidad.
En vuestro compromiso con los enfermos, con el sistema de salud y con toda la sociedad, os invito a tener siempre presente el ejemplo de Jesús, que ha sido el maestro más grande de humanidad, para que vuestros gestos se inspiren en Él y lo hagáis vuestro compañero de camino. Que su figura, cuya contemplación nunca se agota, tan grande es la luz que emana de ella, inspire a los enfermos y les ayude a encontrar la fuerza para no interrumpir los lazos de amor, a ofrecer el sufrimiento por los hermanos, a mantener la amistad con Dios. Que inspire a los médicos ―Él que de alguna manera dijo que era un colega vuestro, como un médico enviado por el Padre para sanar a la humanidad― a buscar siempre el bien de los demás, a entregarse generosamente, a luchar por un mundo más solidario . Que inspire a todos a acercarse a los que sufren. La cercanía, esa actitud tan importante y tan necesaria.
También la puso en práctica el Señor, la cercanía en medio de nosotros. Que inspire a cada uno a acercarse al que sufre, sobre todo a los pequeños, y a poner a los débiles en primer lugar, para que crezcan en una sociedad más humana y establezcan relaciones marcadas por la gratuidad, en lugar de por la oportunidad.
En cada actividad vuestra invoco la bendición de Dios y os encomiendo a la Virgen María, para que con el afecto de una madre vele sobre vosotros, sobre los médicos y sobre todos los enfermos. Asegurándoos que os acompaño con mi oración, os pido también a vosotros que recéis por mí. ¡Gracias!
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 2 de septiembre de 2019.
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