DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO ORGANIZADO
POR EL INTERNATIONAL CATHOLIC LEGISLATORS NETWORK
Sala Clementina
Viernes, 27 de agosto de 2021
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Os pido que me disculpéis por no hablar de pie, pero aún estoy en el postoperatorio y debo hacerlo sentado. Disculpadme.
¡Señoras y señores!
Me complace encontrarme de nuevo con vosotros, parlamentarios de diferentes países, en este momento crítico de la historia. Agradezco al cardenal Schönborn y al Sr. Alting von Geusau sus palabras de saludo y presentación. Y me alegro de la presencia de Su Santidad Ignacio Aphrem II, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria.
Desde el principio de la International Catholic Legislators Network, en 2010, habéis acompañado, apoyado y promovido la labor de la Santa Sede como testigos del Evangelio al servicio de vuestros países y de la comunidad internacional en su conjunto. Os agradezco vuestro amor a la Iglesia y vuestra colaboración con su misión.
Nuestro encuentro de hoy tiene lugar en un momento muy difícil. La pandemia de Covid-19 se ensaña. No cabe duda de que hemos avanzado mucho en la creación y distribución de vacunas eficaces, pero aún queda mucho trabajo por hacer. Ya se han confirmado más de doscientos millones de casos y cuatro millones de muertes a causa de esta terrible plaga, que también ha causado tanta ruina económica y social.
Por lo tanto, vuestro papel como parlamentarios es más importante que nunca. Nombrados para servir al bien común, ahora estáis llamados a colaborar, a través de vuestra acción política, en la renovación integral de vuestras comunidades y de la sociedad en su conjunto. No sólo para derrotar al virus, y tampoco para volver al statu quo anterior a la pandemia, no, eso sería un fracaso, sino para abordar las causas profundas que la crisis ha revelado y amplificado: la pobreza, la desigualdad social, el desempleo generalizado y la falta de acceso a la educación. Hermanos y hermanas, no salimos igual de una crisis: salimos mejor o peor. De una crisis no salimos solos: saldremos juntos o no podremos salir.
En una época de desorden y polarización política, los parlamentarios y los políticos en general no siempre gozan de gran estima. Esto no es nada nuevo para vosotros. Sin embargo, ¿qué vocación más elevada hay que servir al bien común y priorizar el bienestar de todos antes que el beneficio personal? Este debe ser siempre vuestro objetivo, porque la buena política es indispensable para la fraternidad universal y la paz social (cf. Encíclica Fratelli tutti, 176).
En nuestra época, en particular, uno de los mayores retos en este horizonte es la administración de la tecnología para el bien común. Las maravillas de la ciencia y la tecnología modernas han aumentado nuestra calidad de vida. «Es justo alegrarse ante estos avances, y entusiasmarse frente a las amplias posibilidades que nos abren estas constantes novedades, porque «la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios» (Encíclica Laudato si', 102). Sin embargo, abandonadas a su suerte y a las fuerzas del mercado, sin una orientación adecuada por parte de las asambleas legislativas y otras autoridades públicas guiadas por un sentido de responsabilidad social, estas innovaciones pueden amenazar la dignidad del ser humano.
No se trata de frenar el progreso tecnológico. Sin embargo, los instrumentos de la política y la reglamentación permiten a los parlamentarios proteger la dignidad humana cuando está amenazada. Pienso, por ejemplo, en la lacra de la pornografía infantil, la explotación de datos personales, los ataques a infraestructuras críticas como los hospitales, las falsedades difundidas a través de las redes sociales, etc. Una legislación atenta puede y debe guiar la evolución y la aplicación de la tecnología para el bien común. Por ello, os animo vivamente, hermanos y hermanas, a emprender una seria y profunda reflexión moral sobre los riesgos y las oportunidades inherentes al progreso científico y tecnológico, para que la legislación y las normas internacionales que los rigen se centren en la promoción del desarrollo humano integral y de la paz, y no en el progreso por sí mismo.
Los parlamentarios reflejan naturalmente los puntos fuertes y débiles de aquellos a los que representan, cada uno con especificidades que deben ponerse al servicio del bien de todos. El compromiso de los ciudadanos, en los distintos ámbitos de la participación social, civil y política, es esencial. Todos estamos llamados a promover el espíritu de solidaridad, empezando por las necesidades de los más débiles y desfavorecidos. Sin embargo, para sanar el mundo, dolorosamente probado por la pandemia, y construir un futuro más inclusivo y sostenible en el que la tecnología esté al servicio de las necesidades humanas y no nos aísle de los demás, necesitamos no sólo ciudadanos responsables, sino también líderes preparados y animados por el principio del bien común.
Queridos amigos, que el Señor os conceda ser levadura de una regeneración de la mente, el corazón y el espíritu, testigos del amor político a los más vulnerables, para que sirviéndoles a ellos le sirváis a Él en todo lo que hagáis.
Os bendigo, bendigo a vuestras familias y bendigo vuestro trabajo. Y a vosotros también, os pido por favor que recéis por mí. Gracias.
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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 27 de agosto de 2021.
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