DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL COMITÉ DE REDACCIÓN DEL PROGRAMA TELEVISIVO "A SUA IMMAGINE"
Sala del Consistorio
Sábado, 4 de marzo de 2023
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¡Queridos amigos, buenos días y bienvenidos!
Doy las gracias al padre Gianni Epifani por sus amables palabras. Estoy contento de conocer a todo el grupo de “A Sua Immagine”: además de a la presentadora, señora Lorena Bianchetti, también a los autores, los redactores, los técnicos y todos aquellos que colaboran en el programa. Y extiendo mi saludo también a los que os han precedido en el pasado.
Como sabéis, también yo veo a menudo, al menos en parte, vuestro programa; cuando llego para el Ángelus, casi al final de la misa, para releer, empezáis vosotros y hasta medio día os escucho. Un poco como una “sala de espera” del Ángelus. Este programa nació de la colaboración entre la Rai y la Conferencia Episcopal Italiana. De hecho, el horario dominical coincide, en la última parte, con la oración del Ángelus en la plaza de San Pedro; así, antes de asomarme a la ventana, me gusta verlo por algunos minutos, y a veces he mencionado algún contenido que me ha conmovido particularmente.
Quisiera felicitar a quien, hace veintiséis años, eligió el nombre del programa: “A Sua Immagine” (A su imagen). Estas palabras nos remiten al comienzo de la Biblia, al libro del Génesis, donde en el ápice de la creación Dios dice: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra» (Gn 1, 26). ¡Somos creados “a imagen” de Dios! No tenemos que acostumbrarnos a esta expresión, no debe dejar de asombrarnos: en cada ser humano Dios ha encendido, de manera única, una chispa de su luz. En cada persona, buenos y malos, todos; porque es cuestión de sustantivo, no de adjetivo: si es bueno, es creyente… no. A imagen de Dios: este es el sustantivo. En esta época donde existe la crisis de la “sustantividad” y también el uso excesivo de adjetivos, estamos en la era de la adjetivación. Cuando te preguntan, “¿Quién es este?” – “Es un ladrón, es esto y aquello…”. Primero el adjetivo, luego el sustantivo. No. Tenemos que volver al sustantivo de las cosas. Y en “A Sua Immagine”, vuestra vocación es buscar la “sustantividad” de las cosas y liberarnos de esta cultura de la adjetivación.
A Sua Immagine. No dejéis que estas palabras, por costumbre, se conviertan en “palabras al viento”, o que se reduzcan a una inscripción en la pantalla. Custodiad el estupor de esta Palabra, para poder comunicarlo. Es importante. El cambio de época que estamos viviendo nos testimonia de hecho la pérdida, por parte de muchas personas, precisamente de la conciencia de ser hijos de Dios, creados “a su imagen”. Hay necesidad de reavivarla. Porque ahí, en esta “imagen”, se encuentran los orígenes y el fundamento de la irreductible dignidad humana; el origen y el fundamento de nuestro ser todos hermanos, por ser hijos del único Padre, amados y creados “a su imagen”.
Coherentemente con esta visión, vuestro programa presenta rostros e historias de hombres y mujeres de nuestro tiempo. Lo hace, en particular, dando voz a quien es más débil y a quien sufre; lo hace hablando de quien vive el Evangelio en las periferias geográficas y existenciales de Italia y del mundo; lo hace abriendo “ventanas” sobre situaciones y sobre lugares que a menudo se escapan del radar de la opinión pública. A través de los invitados y de los testimonios, domingo tras domingo, con gracia y sin gritos, muchas experiencias de vida y de servicio. Vosotros nos recordáis que hay jóvenes capaces de comprometerse y darse por los demás; mostráis también los dramas de la humanidad, pero a través de historias que nos permiten mantener viva la esperanza, porque nos permiten vislumbrar la belleza del Evangelio vivido.
Os animo a hacer esto, os animo a seguir por este camino. Hay que “globalizar” la solidaridad y no la indiferencia. ¡Hoy la indiferencia está muy globalizada! Anunciar el Evangelio significa testimoniar con nuestra vida que hay un Dios de misericordia que nos espera y nos precede, que nos ha querido y que nos ama. Y vosotros, con vuestro trabajo específico, podéis aportar mucho en este sentido. Y, a propósito de esto, os agradezco a vosotros y a la Rai porque ayudáis a dar resonancia a los llamamientos que, después del Ángelus o el Regina Caeli, dirijo a los hermanos y hermanas en condiciones de grave dificultad. Así ayudáis a los telespectadores a no olvidarlos, a estar cerca de ellos con la oración, con la ayuda concreta y en el compromiso diario.
Queridos amigos, os doy las gracias por vuestro trabajo y por cómo lo hacéis. Os acompaño con mi bendición, y os bendigo a todos vosotros y a vuestros seres queridos. Y os pido por favor que recéis por mí.
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