DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA DELEGACIÓN
DEL INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA (ESPAÑA)
Sala del Consistorio
Viernes, 10 de mayo de 2024
________________________________________
Queridos hermanos, profesores y alumnos
del Ateneo Universitario San Paciano:
Les doy la bienvenida a esta casa de Pedro y me alegra poder recibirlos en este año que como saben he querido dedicar a la oración. Es importante que en sus estudios se reflexione sobre la necesidad de buscar esta unión con el Señor y sobre los medios que Él, a través de la Iglesia, nos ha dado para alcanzarla.
La liturgia nos recuerda además que este encuentro en torno a Dios es de todos. En la obra de Dios, de la que estarán participando en estos días de estudio en San Anselmo, la Iglesia, como Pueblo convocado, se entrega a la búsqueda de su fin más esencial, aquel que se perpetuará en la Jerusalén celeste, cuando nos unamos a los coros angélicos en el canto del Santo. El hombre es para la liturgia, porque es para Dios, pero una liturgia sin esta unión del hombre con Dios, es una aberración. Y aquí una aberración, por ejemplo, sería una liturgia esclava del “rubricismo que no favorece la unión con Dios.
Tal vez por ello, san Benito, en los albores del discernimiento vocacional de sus monjes —que podemos acoger como lección para todo cristiano y, para todo liturgo—, nos pone como criterio para ver si se busca verdaderamente a Dios, el hecho de que el candidato esté pronto para la obra de Dios, para la participación en la Liturgia divina, en su sentido de encuentro personal y comunitario con Dios. Pero sin olvidar esa misma urgencia para la obediencia, es decir, para el servicio, para vivir el mandato supremo del amor fraterno, en lo que Dios nos pida; y para las humillaciones, abrazando la cruz, dejándose modelar por Dios y tocando la llaga abierta del Señor en los miembros de su Cuerpo místico (cf. Regla LVIII, 7).
Les pido, por tanto, trabajar para hacer vida nuestra liturgia cotidiana, para que exprese, cuestione y nutra esta relación. De esa forma, nuestras comunidades serán “tabernáculos de Dios entre los hombres”, que buscan en su oración “el invisible latido del corazón del Esposo”. Almas “que no sólo amen, adoren, alaben, sino que consuelen, reparen y expíen”, comprometidas con la gloria de Dios y el bien de los hombres (cf. Cristina de la Cruz, Escritos, 121). Que Él los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana