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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS SEMINARISTAS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE TOLEDO (ESPAÑA)

Sala del Consistorio
Jueves, 7 de noviembre de 2024

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Buen día. ¡Qué mudos que están!

Queridos obispos,

queridos formadores y personal del Seminario,

queridos seminaristas:

Me alegra encontrar un nuevo grupo de seminaristas que, como hermandades y cofradías en los pueblos de España, van acudiendo en procesión hasta esta Iglesia madre, a hacer estación de penitencia. ¿Penitencia o turismo?

Me ha venido a la mente esta analogía, primero porque siempre es bueno mirar al santo Pueblo fiel de Dios en su espiritualidad, la espiritualidad sencilla. Ustedes saben que los presbíteros tienen que ser cercanos, tienen que fomentar la cercanía: primero, la cercanía con Dios, de tal manera que haya esta capacidad de encontrar al Señor, estar cercano con el Señor. Segundo, cercanía con los obispos, y los obispos cercanía con los presbíteros. Un presbítero que no esté cercano a su obispo es rengo, le falta algo. Tercero, cercanía entre ustedes los presbíteros, que empieza ya desde el seminario y cuarto, la cercanía con el santo Pueblo fiel de Dios. Estas cuatro cercanías no se las olviden.

  Y sé que en estas fechas se prepara la procesión del “Reservado”. Una antigua tradición que rememora la primera vez en la que el Santísimo Sacramento fue reservado en el Sagrario de su capilla. Fíjense cómo hacen la genuflexión cuando van allí. Fíjense.

Esta interesante conmemoración tiene tres momentos: la celebración de la Eucaristía, la exposición del Santísimo durante todo el día y, finalmente, la procesión. Estas etapas nos pueden servir para recordar los elementos fundamentales del sacerdocio al que ustedes se  están preparando. En primer lugar, la celebración eucarística. Jesús que viene a nuestras vidas para darnos la prueba del amor más grande. Jesús nos convoca, como Iglesia, para hacerse presente en el sacerdocio y en el pueblo, en el sacramento y en la Palabra. Ojalá que tenerlo en la tierra absorba las vidas de ustedes y los corazones.

Después, el Señor queda todo el día expuesto en la custodia, es el tiempo de permanecer a solas con Él, para oír su voz en el silencio, en la escucha de la Palabra, en el testimonio de fe de quienes rezan a nuestro lado. Sólo el encuentro persona a persona, un encuentro enamorado, con Jesús puede iluminar, sustentar y sostener el trascurso de nuestra jornada terrena. Ojalá que ese encuentro sea realmente revulsivo eficaz que transforme nuestra existencia.

Finalmente, llevan al Señor en procesión, porque lo recibimos para llevarlo, nuestro ministerio es un acompañar a Cristo hacia su pueblo, y al pueblo hacia Cristo. Ojalá que, sin apartar los ojos de quien nos guía, aprendamos a caminar juntos, en la esperanza del encuentro que ya aquí gustamos de modo sacramental.



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