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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO
A LUXEMBURGO Y BÉLGICA
(26-29 de septiembre de 2024)

ENCUENTRO EN LA PARROQUIA DE SAINT GILLES

SALUDO DEL SANTO PADRE

Bruselas
Sábado, 28 de septiembre de 2024

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Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Gracias por invitarme a desayunar. Es hermoso comenzar el día entre amigos, y esta es la atmosfera que se respira en Saint-Gilles.

Agradezco a Marie-Françoise, Simon y Francis por lo que han dicho y me alegra ver como aquí el amor alimenta continuamente la comunión y la creatividad de todos. Han incluso ideado La Biche de saint Gilles, e imagino que será una cerveza muy buena. A la tarde les diré si es buena o no.

Como ha dicho Marie-Françoise, “la misericordia indica el camino hacia la esperanza” —esto es muy hermoso—, y el mirarse mutuamente con amor ayuda a todos —a todos, todos— a mirar al futuro con confianza y a ponerse cada día en marcha. La caridad es así, es un fuego que calienta el corazón, y no existe una mujer o un hombre sobre la tierra que no tenga necesidad de su calor.

Es verdad, no son pocos los problemas que se deben afrontar —lo saben bien—, como nos ha dicho Simón, y a veces te das de bruces con el rechazo y la incomprensión, como nos ha contado Francis, pero la alegría y la fuerza que vienen precisamente del amor compartido son más grandes que cualquier dificultad, y cada vez que nos dejamos involucrar en dinámicas de solidaridad y del cuidado recíproco nos damos cuenta de que recibimos mucho más de lo que damos (cf. Lc 6,38; Hch 20,35).

A la conclusión de nuestro encuentro, entregaremos como regalo a la parroquia una estatua de san Lorenzo, diacono y mártir de los primeros siglos, famoso por haber presentado a sus acusadores, que querían los tesoros de la Iglesia, a los miembros más frágiles de la comunidad cristiana a la que pertenecía, la de Roma, la más importante, pero también la más frágil: los pobres y los necesitados.

No era un modo de decir ni siquiera una simple provocación. Era la pura verdad. La Iglesia tiene su mayor riqueza en sus miembros más débiles, y si queremos de verdad conocer y mostrar su belleza, nos hará bien donarnos los unos a los otros de esta forma, en nuestra pequeñez, en nuestra pobreza, sin pretensiones y con tanto amor. Nos lo enseño antes que nadie el Señor Jesús, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9).

Queridos amigos, gracias por haberme acogido entre ustedes y gracias por el camino que hacen juntos. Gracias por el desayuno. Les bendigo a todos y rezo por ustedes. Y no se olviden tampoco de rezar por mí.



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