JUAN PABLO II
REGINA CAELI
Domingo 8 de mayo de 1983
Fiesta de la Ascensión
Queridísimos hermanos y hermanas:
Se celebra hoy solemnemente, en el Pontificio Santuario de la Bienaventurada Virgen del Santísimo Rosario de Pompeya, el centenario de la "Súplica" a la Virgen.
Esta ardiente y conmovedora oración, que se reza cada año al mediodía del día 8 de mayo y del primer domingo de octubre, brotó del gran corazón del Beato Bartolo Longo, el abogado que nació en Latiano (Brindis) el año 1841 y murió en Pompeya el año 1926, después de una larga vida dedicada a un apostolado intenso y fecundo, especialmente en el sector de la asistencia y de la educación de los muchachos, mediante espléndidas obras de caridad, como parvularios, talleres, escuelas, centros recreativos, fábricas, orfanatos, construidos en torno al templo de Pompeya, que quiso dedicar a la Virgen Santísima del Rosario.
La generosidad de los fieles de todos los continentes ha hecho, en estos años, cada vez más hermoso ese santuario y ha contribuido a la vitalidad de las iniciativas sociales que realizó el Beato para la auténtica promoción social y cristiana de los pequeños.
La Divina Providencia quiso concederme la alegría de elevar, el 26 de octubre de 1980, a Bartolo Longo a la gloria de los altares, por medio de la beatificación, y hoy, en el centenario de la "Súplica", quiero unirme yo también a la muchedumbre inmensa, recogida en ferviente oración en aquel santuario de la Virgen y en la gran plaza de Pompeya.
Por tanto, invito a todos los que me escuchan en este momento a asociarse espiritualmente a este coro orante y a seguir la última parte de la "Súplica", que me dispongo a rezar ahora:
"Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos vuelves a unir con Dios, vínculo de amor que nos unes a los Ángeles.
Torre de salvación en los asaltos del infierno.
Puerto seguro en el naufragio común, nosotros no te dejaremos jamás.
Tú serás consuelo en la hora de la agonía, a ti el último beso de la vida que se apaga.
Y el último acento de nuestros labios será tu nombre suave, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los afligidos.
Seas bendita en todas partes, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.
Amén".
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Después del Ángelus
Saludo con afecto a todos los peregrinos y visitantes de lengua española, reunidos aquí para la plegaria mariana de los domingos. Que Jesús resucitado aumente en todos vosotros la fe y os impulse a ser sus testigos ante los demás.
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