JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Martes 1 de enero de 1985
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
Día mundial de la Paz
1. Theotokos, ¡Madre de Dios!
Nos hemos reunido en la plaza de San Pedro el primer día del nuevo año para rezar el "Ángelus".
Nos reunimos en el primer día de este año para venerar tu maternidad, oh Virgen María. Tu maternidad está íntimamente ligada al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, y la Iglesia con la fiesta de tu maternidad corona la octava del nacimiento de Dios.
2. Theotokos, dígnate unirnos con tu corazón materno en el umbral del nuevo año. Encomienda a tu Hijo este año, que comenzamos hoy, confíale al Verbo Eterno y —junto con nosotros, e inmensamente mejor que nosotros— en este comienzo dirige tu adoración a Dios, Uno y Trino, a "el que es, el que era, el que viene" (Ap 1, 8).
Para gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nosotros deseamos existir y obrar, vivir y morir, gozar y sufrir, en tu corazón materno.
3. Oh Theotokos, ¡Madre de Dios!, en el umbral del nuevo año te confiamos —en Jesucristo, Hijo tuyo en Belén, en Nazaret y el Calvario— el porvenir que se abre de nuevo al mundo en la jornada de hoy.
En tu corazón materno ponemos nuestras esperanzas y nuestras ansias, en tu corazón ponemos nuestra solicitud diaria, por toda la humanidad, por cada uno de los hombres, por la paz en el mundo contemporáneo, por la victoria de la justicia y del amor, por la Iglesia y por su misión evangelizadora entre los pueblos.
Inscribimos en tu corazón materno todos los días, todas las jóvenes generaciones de cada una de las familias, de cada una de las naciones, del mundo entero; este año será en todo el mundo el Año de los Jóvenes y hoy les entregamos el Mensaje de la paz, que proclama: "La paz y los jóvenes caminan juntos".
4. Oh Theotokos, ¡Madre de Dios!
Que los jóvenes puedan realizar el programa de este Mensaje en la perspectiva del tercer milenio.
Que todos podamos ver los frutos de la conversión y de la reconciliación en la justicia, en el amor y en la paz.
Por tu intercesión oramos con las palabras del Salmista:
"Apiádese Dios de nosotros y bendíganos, / haga resplandecer su faz sobre nosotros. / Para que se conozcan en la tierra tus caminos / y tu salvación entre todas las gentes (Sal 66/67, 2-3).
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