JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Estrasburgo
Domingo 9 de octubre de 1988
Queridos hermanos y hermanas:
En este mediodía, aclamamos a la Santísima Virgen María.
La saludamos con las mismas palabras con las que el Ángel anunció la Encarnación.
Saludamos a la Servidora del Señor, por su fe sin reservas en la Palabra de Dios.
Saludamos a la Bienaventurada Virgen que aceptó ser la Madre del Salvador, el Hijo de Dios.
Saludamos en María, presente en el Cenáculo en medio de los Apóstoles, a la Madre de la Iglesia.
Veneramos e invocamos a la Madre de Dios con todas las generaciones de alsacianos hijos suyos, que le han levantado tantos santuarios:
― Invocamos a Nuestra Señora de Neunkirch, a Nuestra Señora del Roble en Goersdorf, en Sélestat y le confiamos las familias y los jóvenes.
― Invocamos a Nuestra Señora de los Dolores en Dusenbach, en Marienthal, en Thierenbach, en las Tres Espigas y le confiamos los enfermos y los minusválidos.
― Invocamos a Nuestra Señora Consoladora de los Afligidos en Aspach, en Hattisheim, en Illfurt y le confiamos todos los que se encuentran solos, todos aquellos hermanos marcados por una prueba moral.
― Invocamos a Nuestra Señora de Altbronn, de Grunenwals, de Monswiller y le confiamos los sacerdotes, los religiosos y religiosas y las vocaciones jóvenes.
― Invocamos a Nuestra Señora del Buen Socorro en Oderen y en Altkirch y le confiamos todos los responsables del bien común en las ciudades y en los pueblos.
― Invocamos a Nuestra Señora de la Misericordia de Bischenberg y le confiamos nuestros hermanos y hermanas difuntos.
― Invocamos a Nuestra Señora de Estrasburgo, Nuestra Señora de Francia, Nuestra Señora de Europa y le pedimos que sostenga la fe de sus hijos de toda Europa, confiándole la vida de la Iglesia en todo este continente.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana