JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 29 de enero de 1989
Queridos hermanos y hermanas:
1. Os invito hoy a que os unáis a mí al dirigir nuestra mirada a una imagen de la Madre de Dios, que es como el corazón de uno de los más antiguos santuarios transalpinos: la imagen de la "Virgen Negra" de Einsiedeln, en Suiza.
Recuerdo con alegría y gratitud la visita que hice allí en junio de 1984, con ocasión del viaje pastoral que me condujo entre los católicos suizos. Entonces me sentí peregrino con la inmensa multitud de los que, diariamente, atravesando la plazoleta del monasterio, suben la escalinata que lleva a la iglesia abacial para llegar a la "capilla de las Gracias", en el interior de aquel espléndido templo barroco.
2. Los documentos históricos atestiguan que, a partir de 1314, fieles provenientes de toda Suiza y de las tierras cercanas, como Alemania y Austria, se acercan continuamente a aquel bendito lugar para honrar a María, para recurrir a Ella la Madre de Jesús y Madre nuestra, en busca de ayuda y consuelo en sus necesidades, y para confiar a su materna intercesión sus aspiraciones íntimas.
Sin embargo es probable que la Virgen fuera ya venerada en aquel lugar antes del año 1314. Efectivamente, la "capilla de las Gracias" se levanta sobre el lugar, históricamente comprobado, en el que el eremita benedictino Meinrad (muerto en el año 861), con el ejemplo de su vida, coronada por una santa muerte, había encendido y alimentado la luz de la fe en la población de los alrededores. De su ermita, que en alemán se dice "Einsiedeln", deriva el hombre actual del lugar: Einsiedeln. Aquí nació, en el año 934, una abadía benedictina, en la que todavía los hijos de San Benito, con su oración constante y con su vida ejemplar, mantienen viva la fe a través de los siglos y la transmiten intacta a las generaciones futuras. De esta forma, en aquel lugar de oración ya consagrado al Divino Redentor, María, su Madre, ha puesto su sede permanente en medio del pueblo suizo, recibiendo de él veneración particular bajo el titulo de "Virgen Negra".
3. Al enviar un saludo particular a la comunidad monástica de Einsiedeln y a los habitantes del lugar, deseo encomendarlos junto con todo el pueblo suizo, a la "Madre de las Gracias" de Einsiedeln.
Repito a la Virgen Santa la oración que le dirigí con ocasión de mi visita al santuario: "¡Madre de Dios y Madre de los hombres, 'encomiéndanos a tu Hijo, preséntanos a tu Hijo'! Él es nuestro Mediador y Abogado ante el Padre. Te rogamos. Madre de nuestro Salvador, intercedas por nosotros ante tu Hijo en la gloria del cielo para que la Iglesia en este país se fortalezca en la fidelidad a Cristo, para que todos los pueblos y hombres puedan vivir en libertad y paz..., para que vengan a nosotros el reino de Dios y su justicia".
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