JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 2 de diciembre de 1990
1. Hoy comienza el Adviento, que la Iglesia celebra en su liturgia como un período de espera, de reflexión y de esperanza. A la venida de Cristo en la historia mediante su encarnación seguirá su vuelta gloriosa al final del tiempo presente, pero entre su primer Adviento y el definitivo no deja de venir espiritualmente a la existencia de todo creyente. Después vendrá para cada uno en la hora de la muerte. Por esta razón en el Adviento más que en cualquier otro período del año suena apropiada la invocación del Apocalipsis: "¡Ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).
Se vive en la espera; espera reflexiva, a veces preocupada por el destino de la humanidad; espera que se vuelve aspiración a una renovación profunda de nuestra condición humana. Son muchos, en efecto, los que se plantean el problema de una recuperación de la moralidad en las costumbres personales, familiares y sociales y en las mismas relaciones económicas y políticas. Parece que estamos en una encrucijada decisiva de la historia, en un momento de transición entre un antes y un después, que reviste al hoy de extraordinaria importancia espiritual: casi un nuevo tiempo de Adviento, en el que es necesario hacer llegar a todos el Evangelio de la conversión y de la esperanza.
2. Estamos igualmente en un momento de extraordinaria importancia social, que recuerda períodos precedentes, caracterizados por tensiones especiales. Al concluir el siglo pasado, León XIII se dirigió a la Iglesia y al mundo entero con la encíclica "Rerum novarum", cuyo centenario celebraremos el próximo 15 de mayo. También ése era un tiempo de Adviento, tal como lo percibía el Papa León, quien subrayaba el deseo creciente que tenían los pueblos de un cambio, no sólo en el orden "político", sino también en el "social": "El deseo ardiente de novedad (rerum novarum cupido) ―anotaba―, que desde hace tiempo ha empezado a agitar a los pueblos, debía pasar naturalmente del orden político al orden de la economía social".
A un siglo de distancia, muchas cosas parecen haber cambiado positivamente, pero hay todavía causas ―algunas de ellas graves― de tensión y de conflicto.
3. Sobre este tema reflexionaremos los próximos domingos en estos encuentros, preparándonos para el jubileo del centenario de la encíclica.
Estamos convencidos de que la esperanza de una renovación social auténtica, ante el fin de este segundo milenio cristiano, sólo puede fundarse en el Evangelio de Cristo. Es un "mensaje de Adviento" que quisiéramos formular con palabras de León XIII: "Que todos se convenzan de la necesidad de regresar a la vida cristiana, sin la cual incluso los recursos que se consideran más eficaces resultarán escasos frente a la necesidad".
Que María Santísima infunda en nuestra alma esta persuasión benéfica y haga que en el final del milenio que estamos viviendo exista un progreso significativo hacia la justicia y la paz.
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