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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 10 de marzo de 1991

 

1. No se lograría comprender el valor de la encíclica Rerum novarum, si no se tuvieran en cuenta algunos principios éticos que durante el siglo pasado empujaron a la Iglesia a tomar posiciones frente a las teorías económicas que influían directamente en el campo social. León XIII rechazaba con firmeza la doctrina y la praxis histórica del liberalismo clásico que, poniendo el interés individual fuera de la esfera de la finalidad social de los bienes, había llevado a la formación de una minoría sumamente rica y había impuesto "a la infinita multitud de los proletarios un yugo casi servil".

Además, el Pontífice rechazaba con el mismo vigor la solución de la cuestión obrera sostenida por cuantos, en el bando opuesto, "atizaban en los pobres el odio hacia los ricos" y propugnaban la abolición de la propiedad privada y la colectivización de los bienes, haciendo del Estado el dueño único e incontrastable.

2. A distancia de un siglo podemos medir la sabiduría de la enseñanza de León XIII. Pero ya antes de él, en 1848 —año del Manifiesto de Marx—, la doctrina católica sobre las relaciones económicas habla sido puntualizada por el insigne obispo de Maguncia, mons. Wilhelm E. von Ketteler. Éste propuso en 1867 —año del Capital— tratar la cuestión en el futuro Concilio Vaticano I pues había observado que "el afán y el abuso de la riqueza, el estado de abandono en el que se hallan los obreros, y la dureza inhumana con la que son tratados violan abiertamente el quinto y el séptimo mandamientos y favorecen sobremanera los errores y la acción del socialismo" (cf. Mansi, Sacr. Conciliorum nova et amplis. coll, t. 53, col. 569).

Confiando en una economía más respetuosa del hombre, tanto por parte del empresario como del empleado, el Papa sostenía el respeto a la libre iniciativa especialmente en la producción, pero enmarcada en un sistema de leyes e instituciones administrativas encaminadas a conseguir "la prosperidad pública y privada" e inspiradas siempre en la justicia distributiva más rigurosa.

3. León XIII, ciertamente, no proponía una nueva teoría económica, sino que se limitaba a señalar una línea ética que se tenía que adoptar a la luz de la sana razón y la revelación divina. En conformidad con este magisterio, se coloca el concepto de "solidaridad", que en la encíclica Sollicitudo rei socialis he indicado y recomendado como comportamiento moral de fondo para afrontar y resolver los nuevos y urgentes problemas de la sociedad internacional (cf. nn. 38-40).

Pidamos a la Santísima Virgen que infunda el sentido de la solidaridad en el corazón de los hombres de hoy y los conduzca a poner sus energías al servicio del desarrollo y de la paz.



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