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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 8 de diciembre de 1991
Solemnidad de la Inmaculada Concepción

 

1. Tota pulchra es, Maria! Hoy, 8 de diciembre, amadísimos hermanos y hermanas, nos dirigimos con íntimo gozo a María Santísima, contemplando el maravilloso privilegio de su Inmaculada Concepción.

Creemos que ella fue concebida en el seno materno sin sombra de pecado original, es decir, de aquel pecado que desde el "principio" alejó de Dios a la humanidad. En la perspectiva de la futura maternidad divina de la Virgen santa, desde el primer instante de su existencia, fue colmada con la plenitud de la gracia santificante, participando así en sumo grado de la vida de Dios.

2. La sublime belleza de la Inmaculada constituye un momento especialísimo en el curso de la "historia de la salvación", esa historia misteriosa, pero real, que comienza con la creación del universo y de nuestros primeros padres, pasa a través del pecado de su rebelión contra Dios y la consiguiente implicación en él de toda la humanidad, y culmina en la obra de la Redención, cuyos frutos se derraman en todos los creyentes por medio del Espíritu Santo hasta el día glorioso de Cristo.

La Inmaculada Concepción, por tanto además de ser un hecho singular en María, atañe a toda la Iglesia y nos invita a todos a reflexionar profundamente en la voluntad creadora y redentora de Dios y en el drama de la historia humana, que sólo a la luz de la Revelación encuentra una perspectiva segura de cumplimiento.

3. Así, pues, hoy queremos elevar con especial fervor y con una confianza más firme nuestra plegaria a la Inmaculada Madre de Jesús y Madre nuestra, "abogada de gracia y modelo de santidad" (prefacio): en el continuo enfrentamiento entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y el error, que caracteriza la historia humana y la historia de cada persona, invocamos la ayuda de María, pues ella conoce nuestra fragilidad y nuestras esperanzas.

¡Oh María Inmaculada,
a ti acudimos con afecto filial:
ilumina, guía, salva
a la humanidad redimida por Cristo,
tu Hijo, nuestro hermano!
¡Atrae a los que están lejos,
convierte a los pecadores,
consuela a los que sufren,
ayuda y fortalece
 a quienes ya te conocen y te aman!

"Maravillas se dicen de ti, oh María,
porque de ti ha nacido el Sol de justicia,
Cristo, nuestro Dios".



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