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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 5 de enero de 1992

 

1. En el año que acabamos de comenzar se conmemora el V Centenario de la llegada del mensaje de Jesucristo a América Latina y —como dije en la homilía del 1 de enero— los cristianos nos proponemos celebrar el importante acontecimiento dando un nuevo impulso a la evangelización.

A ello se disponen las Iglesias de aquel intenso continente preparando la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano, que yo mismo inauguraré, con la ayuda de Dios, en Santo Domingo el próximo 12 de octubre: fecha llena de presagios en la que, precisamente hace cinco siglos, las carabelas de Cristóbal Colón, que habían zarpado de España, llegaron al Nuevo Mundo, llevando a aquellas tierras la cruz de Cristo.

2. Lo que la Iglesia celebra en esta conmemoración no son acontecimientos históricos más o menos discutibles, sino una realidad espléndida y permanente que no se puede subestimar: la llegada de la fe, la proclamación y difusión del mensaje evangélico en el continente. Y lo celebra en el sentido más profundo y teológico del término: como se celebra a Jesucristo, Señor de la historia y de los destinos de la humanidad, «el primero y más grande evangelizador», ya que Él mismo es el «Evangelio de Dios» (cf. Evagelii nuntiandi, 7).

3. Si examinamos la trayectoria de la Iglesia en América, vemos que, a lo largo de estos cinco siglos, la evangelización se ha realizado en torno a catedrales, templos y santuarios que —mediante la predicación, la catequesis y la acción caritativa o social de muchos insignes pastores e intrépidos misioneros— se convirtieron en centros de difusión y aplicación del mensaje de Cristo. De estos lugares de culto han brotado la religiosidad popular y la espiritualidad típica de América Latina: lugares sagrados que siguen siendo hoy focos de fe y esperanza para los pueblos latinoamericanos y lo pueden ser también para la Iglesia universal.

Por eso, en el año del V Centenario del comienzo de la evangelización del Nuevo Mundo, deseo aprovechar la plegaria del Ángelus para realizar una Peregrinación espiritual a los santuarios o lugares de culto mas significativos de América, muchos de los cuales he visitado personalmente durante mis viajes apostólicos. Deseo dirigir a todos mi pensamiento para pedir a Jesús Salvador y a María, Estrella de la primera y de la nueva evangelización, que concedan a América Latina y al mundo entero ver, en el curso del año, una ulterior consolidación de la paz y de la justicia para realizar la auténtica civilización del amor.



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