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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 19 de julio de 1992

 

El Santo Padre, gracias a Dios y a las oraciones que toda la Iglesia ha elevado a diario por su salud ha seguido un proceso rápido y firme de recuperación. Después de la intervención quirúrgica a que fue sometido la mañana del miércoles 15 de julio, los partes médicos emitidos por los doctores que le operaron y cuidan de su recuperación, han sido positivos. No sólo fue un éxito la intervención; el proceso post-operatorio se puede considerar plenamente satisfactorio.
Su Santidad, desde su lecho de dolor en el hospital, ha seguido enriqueciendo a la Iglesia con el regalo de su palabra. Además de su sufrimiento, que ha puesto en manos de María ofreciéndolo a Dios por la Iglesia y por la humanidad, nos ha regalado una breve meditación a la hora del
Ángelus, el domingo 19 de julio, transmitida a través de Radio Vaticano desde el hospital donde se halla internado

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

Rezo hoy el Ángelus desde un hospital, junto con los médicos y los enfermos de este lugar de sufrimiento y de esperanza, y en unión con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro y con cuantos me escuchan a través de los medios de comunicación social.

En estos días me han confortado las manifestaciones de solidaridad que me han ido llegando de todo el mundo.

¡Muchas gracias! Gracias a los médicos y al personal del hospital Policlínico Gemelli y del Vaticano, tan atentos y solícitos hacia mi persona. Gracias a los que, de diversas maneras, me han expresado su cercanía espiritual, con mensajes afectuosos, llenos de buenos deseos. Gracias, sobre todo, por las oraciones, que constituyen el don más grato y el medio más eficaz para vivir con fe y serenidad los momentos duros y difíciles de la existencia.

Amadísimos hermanos y hermanas, os saludo y bendigo a todos. Dirijo un pensamiento en particular a todos los que se hallan reunidos, en torno a su obispo, en Domegge, en Val Cadore, donde hoy tenía yo previsto celebrar la santa misa.

Con el rezo del Ángelus, encomiendo al Señor, en manos de María, los sufrimientos físicos y espirituales de todos los enfermos del mundo, junto con los míos, por la Iglesia y por la humanidad.



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