VIAJE APOSTÓLICO A ANGOLA Y SANTO TOMÉ Y PRÍNCIPE
JUAN PABLO II
REGINA CAELI
Luanda, domingo 7 de junio de 1992
Amadísimos angoleños y cuantos están reunidos con nosotros;
queridos hermanos y hermanas:
1. En esta hora del mediodía, volvamos nuestra mirada hacia la bienaventurada Virgen María, invocando a la «Reina del cielo» a fin de que, por su intercesión, el Espíritu Santo, como en un Pentecostés perenne, venga sobre la Iglesia y la humanidad para renovar la faz de la tierra.
Que el Espíritu de unidad y de paz os conceda la gracia de conseguir derribar los muros que separan, para trabajar juntos en la reconstrucción del país, un país donde todos tengan lugar y voz, y puedan ganar dignamente el pan para sí y para los suyos.
En nombre del afecto que siento por cada uno de vosotros, os pido encarecidamente que busquéis el diálogo, superéis vuestras aprensiones y os consagréis a la reconstrucción de vuestra patria. Dios no permitirá que seáis abandonados.
2. Amado pueblo de Angola, ¡cuánto desearía poder dar esperanza y valor a todos los que se sienten oprimidos, perdidos y marginados; arrancar de los corazones de los niños y de los jóvenes esas horribles imágenes de sangre y destrucción; manifestar mi compasión a todos los padres que deben asistir a sus hijos mutilados para siempre, animar a los responsables de la nación y a todos los que pueden influir en su progreso para que, a pesar de las dificultades, no cesen de construir un futuro de entendimiento, de paz y de justa prosperidad para la patria angoleña!
La Iglesia camina con la humanidad, compartiendo sus alegrías y sus dolores.
Ha compartido los sufrimientos del pasado, cuando personas humanas fueron arrancadas de esta tierra y arrastradas hacia América, en una inhumana esclavitud.
Comparte hoy la alegría de la Iglesia en Angola, con sus quinientos años de servicio y camino de liberación para este pueblo, al que le ha ofrecido el divino Salvador. Desde aquí saludamos, en una confiada comunión de los santos, a los países americanos y a los hijos libres de los que entonces fueron reducidos a la esclavitud. También allí, la fe en el Liberador enviado del cielo, nuestro Señor Jesucristo, abrió horizontes nuevos y definitivos de esperanza para el hombre: y también la Iglesia en América se prepara para celebrar el V Centenario de su evangelización.
En este día de Pentecostés, pidamos que descienda el Espíritu Consolador sobre toda la humanidad, a fin de que purifique y guíe sus pasos hacia la civilización del amor.
3. Que Nuestra Señora, invocada cariñosamente por vosotros como «Mama Muxima», bendiga las familias con el pan, la fidelidad y la unión. Que ayude a sanar las heridas de la división. Que ilumine a los gobernantes y a los que rigen los destinos de la nación. Que aliente a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a los catequistas, a fin de que en todos ellos abunden el celo y la compasión, y sean siempre testigos auténticos del reino de Dios.
Madre de toda la humanidad, como prenda de nuestro homenaje y de nuestra confianza filial en tu corazón inmaculado, acoge el canto del Regina coeli, que ahora elevamos en coro solemne y jubiloso. Unimos a nuestro canto el compromiso de que seremos testigos de los genuinos valores del Evangelio, como constructores de paz, fraternidad y armonía en la sociedad angoleña y en todo el continente africano.
Tengo la alegría de anunciar el nombramiento de su excelencia reverendísima monseñor Serafim Shyngo-Ya-Hombo como obispo de M'Banza Congo.
Asimismo, he nombrado obispo auxiliar del arzobispo de Luanda, cardenal Alexandre do Nascimento, al reverendo monseñor Damião António Franklin.
Encomiendo a vuestra oraciones a los obispos que acabo de nombrar, para que Dios colme de bendiciones su ministerio pastoral.
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