JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 2 de abril de 1995
Queridos hermanos y hermanas:
1. Con la publicación de la encíclica Evangelium vitae, el jueves pasado, he querido ofrecer a los creyentes y a los hombres de buena voluntad un mensaje de esperanza, invitando a todos a proteger, defender y amar la vida, milagro diario de la ternura de Dios.
Los escenarios de muerte que, por desgracia, no dejan de implicar a poblaciones inermes, nos recuerdan que el pecado sigue devastando la existencia del hombre obra maestra de Dios. Las amenazas contra la vida cobran hoy dimensiones enormes: «Se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática» (Evangelium vitae, 17).
¿Cómo detener la mano de Caín? ¿Cómo fortalecer nuevamente el bien que el Creador ha puesto en el corazón del hombre? ¿Cómo sanar y salvar al mundo?
Por ello, hacía falta una respuesta evangélica, que se llama precisamente Evangelium vitae, el evangelio de la vida.
2. «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más» (Jn 8, 11).
El evangelio de hoy, quinto domingo de Cuaresma, en el encuentro de Jesús con la «mujer sorprendida en adulterio», propone el camino del perdón.
Mientras los escribas sólo se preocupan por restablecer el orden, eliminando a quien se ha equivocado, Jesús busca la salvación de la adúltera y, con el perdón, le ofrece una nueva posibilidad de vida, comprometiéndola a no volver a caer en el error y en el pecado.
A quienes pretenden erigirse en jueces del que ha pecado, el Señor dirige una invitación a entrar en sí mismos para reconocer con humildad sus propias culpas y sentirse, a su vez, necesitados de la gracia del perdón. Sólo así los horizontes de muerte se pueden transformar en horizontes de vida.
3. En esta perspectiva de conversión y reconciliación cobra un valor significativo el Año santo del 2000, para el que nos estamos preparando.
«El jubileo, para la Iglesia, es verdaderamente este "año de gracia", año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental» (Tertio millennio adveniente, 14).
Ya desde ahora debemos prepararnos para ese gran acontecimiento de la fe, manifestando el Evangelio mediante gestos de amor desinteresado y valiente. Sobre todo en este tiempo cuaresmal, mientras nos encaminamos a grandes pasos hacia la Pascua, los creyentes están llamados a brindar signos concretos de acogida a los que se hallan abatidos y a los que sufren, para que también ellos puedan experimentar la alegría del encuentro con el Resucitado.
María, auxilio de los cristianos, nos sostenga en este esfuerzo y nos haga constantemente disponibles a ofrecer a nuestros hermanos razones de vida y de esperanza. Así seremos constructores y testigos de la civilización del amor.
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Después del Ángelus
Un saludo a todos los peregrinos de lengua española que participan hoy en el “Ángelus”. En especial, a las tres Comunidades Neocatecumenales de la diócesis de Huelva: os deseo que la peregrinación a la tumba del apóstol san Pedro fortalezca el camino de fe eclesial que realizáis. Con afecto os imparto a vosotros y a vuestros seres queridos mi Bendición Apostólica.
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