VISITA PASTORAL A LA DIÓCESIS DE SIENA
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Sábado 30 de marzo de 1996
Amadísimos jóvenes de Siena:
1. Os saludo a todos con afecto. Saludo también a vuestros coetáneos de toda la diócesis de Siena-Colle di Val d'Elsa-Montalcino.
Puesto que estoy aquí con ocasión del recuerdo de la fiesta de san José, que celebramos recientemente, quisiera, ante todo, repetiros a cada uno las palabras que Dios, mediante su ángel, le dirigió precisamente a él: «No temas tomar contigo a María» (Mt 1, 20). También yo os digo: ¡no tengáis miedo de tomar con vosotros a María como vuestra madre en el camino de la vida! Que María sea para vosotros modelo de cómo se sigue a Jesús. No tengáis miedo de confiar en ella, de encomendar a sus manos maternas todo problema, todas vuestras preocupaciones, todas vuestras expectativas y vuestros proyectos. Sobre todo, encomendadle el proyecto que se refiere a toda vuestra vida: la vocación, en el don sincero de lo que sois, para la realización plena de vosotros mismos.
2. Además, amadísimos jóvenes, hay otra circunstancia que hace significativo mi encuentro con vosotros: hoy es la víspera del domingo de Ramos, que se ha convertido desde hace once años en la Jornada mundial de la juventud. Por tanto, deseo volver a proponeros dos consignas, que he dado a los jóvenes del mundo entero en el Mensaje para esta jornada: os pido que os convirtáis en «profetas de la vida» y en «profetas de la alegría» (nn. 6 y 8: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de diciembre de 1995, p. 6).
Ante todo, profetas de la vida. «Sedlo con las palabras y con las obras, rebelándoos contra la civilización del egoísmo que a menudo considera a la persona humana un instrumento en vez de un fin, sacrificando su dignidad y sus sentimientos en nombre del mero lucro; hacedlo ayudando concretamente a quien tiene necesidad de vosotros y que tal vez sin vuestra ayuda tendría la tentación de resignarse a la desesperación» (ib., 6).
«Os pido también que seáis profetas de la alegría: el mundo nos debe reconocer por el hecho de que sabemos comunicar a nuestros contemporáneos el signo de una gran esperanza ya realizada, la de Jesús, muerto y resucitado por nosotros. No olvidéis que "la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar» (Gaudium et spes, 31)» (ib., 8).
3. Amadísimos hermanos, si os dejáis acompañar por María en el camino de la vida, también vosotros llegaréis a ser verdaderos discípulos de Cristo, camino, verdad y vida. Haced vuestras, con profunda convicción, las palabras del apóstol Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68).
Pido a la Madre del Señor, que en Siena invocáis con el título de Virgen del voto, que os ayude a cada uno de vosotros y a todos los jóvenes del mundo a liberarse de las sugestiones del pecado, que esclaviza el alma, para caminar en la libertad al encuentro de Cristo Señor.
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