JUAN PABLO II
REGINA COELI
Lunes 8 de abril de 1996
1. «No temáis. Id y avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 10).
Estas palabras de la liturgia de hoy expresan la invitación de Jesús resucitado a las mujeres que acudieron al sepulcro el día de Pascua. «María Magdalena y la otra María» (Mt 28, 1) encuentran la tumba vacía y un ángel que les anuncia la resurrección del Señor. Ven, luego, a Jesús, que las envía a los Apóstoles, aún atemorizados por los acontecimientos de los días anteriores.
Hoy, lunes de Pascua, también para nosotros resuena el anuncio que la Iglesia repite desde sus comienzos: «¡Cristo ha resucitado!». Ésta es la buena noticia que todos estamos llamados a difundir, en virtud de nuestro bautismo y mediante el testimonio de nuestra vida.
Testimoniar la resurrección de Cristo y la esperanza que él nos ha traído es el don más hermoso que el cristiano puede y debe hacer a sus hermanos. Por tanto, a todos y cada uno repitamos: ¡Cristo ha resucitado, Aleluya!
2. Amadísimos hermanos y hermanas. Estamos en los días de la octava de Pascua, inmersos en el clima gozoso de la resurrección de Cristo. La liturgia considera toda la octava como un único día, para subrayar cuán intensamente deben concentrarse los fieles en ese acontecimiento fundamental. La Pascua es anuncio de radical novedad para nosotros y para la humanidad entera; es triunfo de la vida sobre la muerte. La Pascua es fiesta de renovación y regeneración. Dejemos que nuestra existencia sea conquistada por la resurrección de Cristo. Sintamos al Resucitado vivo y operante en nosotros y en el mundo.
Pidamos a la Virgen santísima, testigo silenciosa de la muerte y resurrección de Cristo, que nos introduzca a fondo en el gozo pascual. Lo haremos con el rezo del Regina coeli, que en el tiempo pascual toma el lugar de la oración del Ángelus.
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