JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 18 de enero de 1998
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Hoy comienza la semana anual de oración por la unidad de los cristianos, que tiene como tema: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza» (Rm 8, 26). El desafío ecuménico que hemos de afrontar todos los discípulos de Cristo exige, ante todo, que oremos mucho. Una oración común y constante para alcanzar que el Espíritu de Jesús, a pesar de las flaquezas y las limitaciones humanas, ayude a los cristianos a cruzar el umbral del nuevo milenio «si no del todo unidos, al menos mucho más próximos a superar las divisiones del segundo milenio» (Tertio millennio adveniente, 34). No debemos resignarnos a las divisiones. Antes bien, es preciso tener la audacia de quien confía en la ayuda divina y recorrer, con todos los medios posibles, el camino del diálogo respetuoso y sincero.
Estamos en el segundo año de preparación para el jubileo. Es el año dedicado al Espíritu Santo, el verdadero protagonista de todos los esfuerzos encaminados a la unidad plena. En efecto, él es quien actualiza en todos los tiempos la única Revelación que Cristo trajo a los hombres, haciéndola viva y eficaz en el corazón de cada uno y de la Iglesia entera. Por tanto, «en esta última etapa del milenio, la Iglesia debe dirigirse con una súplica más sentida al Espíritu Santo implorando de él la gracia de la unidad de los cristianos» (ib.).
2. Ahora tengo la alegría de anunciar que el próximo día 21 de febrero, víspera de la fiesta de la Cátedra de San Pedro, celebraré un consistorio, en el que nombraré veinte nuevos cardenales.
He aquí sus nombres:
Mons. Jorge Arturo MEDINA ESTÉVEZ, arzobispo emérito de Valparaíso, pro-prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos.
Mons. Alberto BOVONE, arzobispo titular de Cesarea de Numidia, pro-prefecto de la Congregación para las causas de los santos.
Mons. Darío CASTRILLÓN HOYOS, arzobispo emérito de Bucaramanga, pro-prefecto de la Congregación para el clero.
Mons. Lorenzo ANTONETTI, arzobispo titular de Roselle, pro-presidente de la Administración del patrimonio de la Sede apostólica.
Mons. James Francis STAFFORD, arzobispo emérito de Denver, presidente del Consejo pontificio para los laicos.
Mons. Salvatore DE GIORGI, arzobispo de Palermo (Italia).
Mons. Serafim FERNANDES DE ARAÚJO, arzobispo de Belo Horizonte (Brasil).
Mons. Antonio María ROUCO VARELA, arzobispo de Madrid (España).
Mons. Aloysius Matthew AMBROZIC, arzobispo de Toronto (Canadá).
Mons. Jean BALLAND, arzobispo de Lyon (Francia).
Mons. Dionigi TETTAMANZI, arzobispo de Génova (Italia).
Mons. Polycarp PENGO, arzobispo de Dar es Salam (Tanzania).
Mons. Christoph SCHÖNBORN, o.p., arzobispo de Viena (Austria).
Mons. Norberto RIVERA CARRERA, arzobispo de México (México).
Mons. Francis Eugene GEORGE, o.m.i., arzobispo de Chicago (Estados Unidos). Mons. Paul Shan KUO-HSI, s.j., obispo de Kaohsiung (Taiwan).
Mons. Adam KOZ£OWIECKI, s.j., arzobispo titular de Potenza Picena, misionero en Zambia.
Y, haciendo una excepción al límite de número establecido por el Papa Pablo VI en la constitución apostólica Romano Pontifici eligendo (cf. n. 33), deseo elevar a la púrpura a otros tres prelados, manifestándoles así mi aprecio por la entrega con que han servido a la Santa Sede:
Mons. Giovanni CHELI, arzobispo titular de Santa Justa, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes.
Mons. Francesco COLASUONNO, arzobispo titular de Tronto, nuncio apostólico en Italia.
Mons. Dino MONDUZZI, obispo titular de Capri, prefecto de la Casa pontificia.
También tenía en la lista a monseñor José UHAÈ, secretario de la Congregación para la evangelización de los pueblos, el cual hace tres días fue informado, pero el Señor lo ha llamado a sí esta mañana. Asimismo, he reservado in pectore el nombramiento de cardenales de dos prelados.
El grupo de los nuevos purpurados, procedentes de diversas partes del mundo, constituye un reflejo elocuente de la universalidad de la Iglesia: algunos de estos prelados han hecho méritos en el servicio a la Santa Sede y otros en el ministerio pastoral, consagrando generosamente su vida en los diversos campos de su actividad.
3. Encomendemos a los nuevos elegidos a la maternal protección de María santísima, pidiéndole su asistencia para ellos y para sus respectivas misiones eclesiales. Que la Virgen les alcance la gracia de saber testimoniar siempre con valentía y coherencia evangélica el amor a Cristo y a la Iglesia.
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