JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 25 de octubre de 1998

Al término de esta solemne celebración litúrgica, me alegra saludaros a todos vosotros, queridos peregrinos que habéis venido de diferentes naciones para honrar a los nuevos beatos. Dirijamos juntos ahora nuestra mirada a María santísima, a quien estos hermanos nuestros amaron tiernamente e imitaron fielmente. En su existencia, la devoción a la Virgen Madre de Dios y el rezo del santo rosario ocuparon un lugar privilegiado.

El mes de octubre es el mes de María, mes del rosario. Hubo un tiempo en que esta plegaria sencilla y profunda, rezada en particular y en familia, se hallaba muy difundida en el pueblo cristiano. ¡Cuánto beneficiaría, si también hoy se redescubriera y valorara, especialmente en el seno de los hogares! Ayuda a contemplar la vida de Cristo y los misterios de la salvación; aleja los gérmenes de la disgregación familiar, gracias a la incesante invocación a la Virgen; y es vínculo seguro de comunión y de paz.

Exhorto a todos, y de modo especial a las familias cristianas, a encontrar en el santo rosario el consuelo y el apoyo diarios para avanzar por el camino de la fidelidad.

Que María, Reina del santo rosario y de todos los santos, nos ayude a vivir sin titubeos nuestra misión de creyentes. Recurramos a ella con abandono filial, como hicieron los nuevos beatos, a quienes hoy contemplamos en la gloria del cielo. Que la Virgen sostenga ?de ?modo ?especial a las familias, para que sepan acoger con coherencia el Evangelio y lo encarnen en su existencia diaria.

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Después Ángelus

Saludo con afecto a los obispos y fieles españoles y latinoamericanos aquí presentes, así como a las religiosas Hijas de la Divina Pastora y a los miembros de la gran familia calasancia.

La beatificación del padre Faustino Míguez alegra hoy el caminar de la Iglesia, Madre y Maestra, e impulsa, como modelo de educador cristiano, el compromiso evangelizador de los colegios católicos de cara al tercer milenio.