JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo, 10 de octubre de 1999
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. La memoria litúrgica de Nuestra Señora, la Virgen del Rosario, que celebramos el jueves pasado, me brinda la ocasión de volver a hablaros de esta singular forma de oración mariana, que es el santo rosario.
Siguiendo el ejemplo de mis venerados predecesores, en muchas ocasiones he puesto de relieve su importancia. En el rosario se conjugan admirablemente la sencillez y la profundidad, la dimensión individual y la comunitaria. Es, de por sí, una oración contemplativa y posee una gran fuerza de intercesión, pues quien lo reza se une a María en la meditación de los misterios de Cristo, y se siente impulsado a invocar la gracia propia de estos mismos misterios en las múltiples situaciones de la vida y de la historia.
2. Durante el mes de octubre, mes del rosario, recurramos frecuentemente a esta oración mariana, que en el pasado era oración diaria de las familias cristianas. Son numerosas las intenciones que podemos encomendar a la Virgen. En particular, os exhorto a rezar el rosario por la Asamblea sinodal de los obispo de Europa, que se está celebrando aquí, en el Vaticano. Yo trato de participar en ella asiduamente, y veo con cuánta solicitud pastoral afrontan los padres sinodales los grandes desafíos del continente europeo. Se destaca con fuerza la necesidad de una renovada e intrépida evangelización, y de una amplia acción misionera, que tenga en cuenta las nuevas situaciones de Europa, cada vez más multiétnica y multicultural.
En el pasado, la oración del rosario ha ayudado a conservar la integridad de la fe del pueblo de Dios. Ojalá que la práctica ferviente de esta oración sostenga a la Iglesia en su paso hacia el tercer milenio, para que siga siendo "signo profético e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (cf. Lumen gentium, 1).
3. Por esta intención, y por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo, os invito a todos, especialmente a los niños, a las familias y a los ancianos, a elevar una invocación coral a María durante todo el mes de octubre. Pidamos a la santísima Virgen que ayude a la Iglesia a ser, cada vez más y mejor, el puente que une al hombre con Dios y a los hombres entre sí. Oremos para que se promueva y favorezca el encuentro pacífico y el diálogo respetuoso entre los pueblos, las culturas y las religiones.
María, Virgen del santo rosario, ruega por nosotros.
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